600 participantes en el Jubileo de los Adolescentes en Consolación
La amenaza de lluvia del pasado viernes 6 de mayo no amedrentó a cientos de jóvenes (en torno a unos 600) de un buen número de parroquias y colegios de la Archidiócesis que participaron en el Jubileo de los Adolescentes en el Santuario de Consolación. Aunque hubo un cambio de planes a última hora (no se pudo hacer la peregrinación prevista, partiendo del colegio de los Salesianos), las delegaciones convocantes (Catequesis y de Pastoral Vocacional) reorganizaron la tarde para seguir adelante con los momentos más importantes del encuentro, que estaba dirigido a chicos de catequesis de Confirmación a partir de 1º de la ESO.
Ya antes de las cinco de la tarde comenzaron a llegar autobuses a la explanada de Consolación, procedentes de Sevilla, Marchena, Dos Hermanas, Alcalá de Guadaira, Carmona, etc. Allí los seminaristas del primer curso hicieron 14 grupos, cada uno identificado con una cruz y una obra de Misericordia. De forma ordenada fueron atravesando la Puerta Santa y entrando en el Santuario. Se hizo una oración inicial preparada por el Seminario Menor, donde uno de los seminaristas, Álvaro Bernáldez, de 4º curso de la ESO, compartió el testimonio de su vocación.
A continuación los grupos se repartieron por distintas zonas del Santuario para tener unas catequesis sobre las Obras de Misericordia, preparadas por los seminaristas mayores. Paralelamente, había sacerdotes dispuestos a confesar a todos los que quisieron acercarse al Sacramento de la Reconciliación, que fueron muchos.
Sobre las seis y media de la tarde comenzó la Eucaristía, presidida por el Arzobispo, mons. Juan José Asenjo, y concelebrada por un buen número de sacerdotes, entre ellos el vicario episcopal para la Zona Este, Diego Pérez, el rector del Santuario, Joaquín Reina, el delegado de Catequesis, Manuel Sánchez y el rector del Seminario, Antero Pascual. Estuvo animada por el coro del colegio El Divino Salvador (Salesianas de Utrera). Asenjo recordó a los jóvenes el significado de la indulgencia plenaria y del jubileo; los animó a ser apóstoles de Cristo en los ambientes donde viven (su familia, su colegio, sus amigos…), siendo valientes para dar testimonio de su fe. También les planteó la importancia de la pregunta de qué quiere Dios para ellos en sus vidas; él les habló especialmente de la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada. Por último les hizo hincapié en el amor a la Virgen, “que no es algo accidental en la vida del cristiano, pues para ser verdaderamente cristianos hemos de ser profundamente marianos”.
Los jóvenes se despidieron cantándole a la Virgen de Consolación y regresaron a sus lugares de origen llevándose no solo el fuerte aguacero que sorprendió en el momento de la salida, sino sobre todo la experiencia de haber ganado el Jubileo y la de haber compartido su fe con muchos otros chicos de distintas realidades de la Archidiócesis.