¿CUÁNDO TE CONFESASTE POR ÚLTIMA VEZ?

¡Muy buenas!, espero que estéis bien. Una semana más quiero compartir con vosotros mi reflexión. Como sabéis el fin de este blog es dar pautas para vivir intensamente el Año de la Misericordia. En esta ocasión, el tema sobre el que versará mi reflexión, será la necesidad de revitalizar en nuestra vivencia de la fe el Sacramento de la Reconciliación.

Hace algunas semanas, después de finalizar una charla sobre el Año de la Misericordia, un hombre, totalmente convencido de lo que exponía, me dijo que el Sacramento del Perdón ya lo habían quitado, que ya no era necesario confesarse, por más que le dije no me creía. Estoy seguro que algunos de los que leéis esta reflexión hace tiempo que no os confesáis, o bien pensáis que no hace falta la figura de un sacerdote que perdone, que basta hacerlo directamente con Dios. Hay quienes dicen que este sacramento se trata de un acto piadoso reservado para aquellos que no tienen otra cosa que hacer. Otros, tal vez, por motivos diversos, no han sentido nunca la necesidad de confesarse. El sacramento del perdón está siendo suprimido de la vida de muchos cristianos que, por desgracia, se están perdiendo un maravilloso regalo. Este año sería un buen momento para redescubrirlo y vivirlo.

Decía Benedicto XVI que la frecuencia en la confesión indica que reconocemos la necesidad que tenemos de Dios para vivir la llamada a la santidad que Él nos hace.

Me gustaría centrar la reflexión de esta semana, en unas palabras tomadas de una catequesis que el Papa Francisco compartía en la audiencia general del miércoles 19 de febrero de 2014. Pido que la leáis tranquilamente, que la reflexionéis y la llevéis a la oración. Decía Francisco:

“Quisiera preguntarles, pero no respondan en voz alta, cada uno se responda en su corazón: ¿CUÁNDO HA SIDO LA ÚLTIMA VEZ QUE TE HAS CONFESADO? Cada uno piense. ¿Dos días, dos semanas, dos años, veinte años, cuarenta años? Cada uno haga la cuenta, y cada uno se diga a sí mismo: ¿cuándo ha sido la última vez que yo me he confesado? Y si ha pasado mucho tiempo, ¡no pierdas ni un día más! Ve hacia delante, que el sacerdote será bueno. Está Jesús, allí, y Jesús es más bueno que los curas, y Jesús te recibe. Te recibe con tanto amor. Sé valiente, y adelante con la Confesión.

Queridos amigos, celebrar el Sacramento de la Reconciliación significa estar envueltos en un abrazo afectuoso: es el abrazo de la infinita misericordia del Padre. Recordemos aquella bella, bella Parábola del hijo que se fue de casa con el dinero de su herencia, despilfarró todo el dinero y luego, cuando ya no tenía nada, decidió regresar a casa, pero no como hijo, sino como siervo. Tanta culpa había en su corazón, y tanta vergüenza. Y la sorpresa fue que cuando comenzó a hablar y a pedir perdón, el Padre no lo dejó hablar: ¡lo abrazó, lo besó e hizo una fiesta! Y yo les digo, ¡Cada vez que nos confesamos, Dios nos abraza, Dios hace fiesta, Dios perdona siempre, Dios no se cansa de amarnos! Vayamos adelante por este camino. Que el Señor los bendiga”

Es verdad que confesarse no es tarea fácil, sobre todo cuando reconoce­mos nuestra vulnerabilidad al mismo pecado y la misma vergüenza humana de tener que “decirle” los pecados al confesor. Pero esto no se com­para a la experiencia de sentir el abrazo de Dios y la fuerza del Espíritu para retomar el camino.

La semana que viene seguiremos reflexionando sobre este sacramento. Que paséis buena semana.

No tengáis miedo, siempre unidos.

Adrián Sanabria.

 

ComparteShare on FacebookTweet about this on TwitterShare on Google+Share on LinkedIn