¡Gracias por tanta Misericordia!
El Jubileo de la Misericordia llega a su fin y con él terminar un año en el que la Iglesia Universal ha puesto el foco en la misericordia de Dios y ha hecho aún más palpable que es “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”.
En la Archidiócesis de Sevilla esta clausura de la Puerta Santa no significa que se cierre la puerta a la misericordia, sino que servirá de trampolín para seguir dándole el lugar que le corresponde, para visibilizarla aún más si cabe. Porque muchos son los testimonios que hemos dado a conocer. Muchas las personas que se entregan sin exigir nada a cambio, ni siquiera gratitud o reconocimiento. Muchas las evidencias que muestran que nuestra Archidiócesis es misericordiosa, desde sus pastores, hasta cada uno de los fieles que forman esta Iglesia particular.
Queda claro cuando vemos a los cientos de voluntarios de los comedores sociales o roperos solidarios; cuando hablamos con los responsables de las casas de acogidas para inmigrantes o prostitutas o presos; o cuando jóvenes maestros invierten su tiempo libre en enseñar a niños excluidos. Pero, aunque menos evidente para muchos, la misericordia también se encuentra en el perdón que da un sacerdote a través del sacramento de la reconciliación, en la oración de una monja de clausura por las necesidades de la humanidad, en los desvelos de una religiosa que cuida de noche a un enfermo porque su familia no puede hacerse cargo, o en la escucha paciente, alejada del juicio injusto, que hace un acompañante del Proyecto Raquel.
Estas muestras de misericordia nos inspiran –o deben inspirarnos- a conocer más y mejor a Dios, a acercarnos al mensaje de Cristo, leer su Palabra y ponerla en práctica, no sólo en las diversas entidades, asociaciones, hermandades, movimientos o parroquias que componen la Archidiócesis de Sevilla, sino en nuestros hogares, en el ámbito laboral, en el colegio o la Universidad, en definitiva, en nuestro entorno más cercano. Debemos ser “oasis de misericordia”, como invitaba el mons. Asenjo en su carta pastoral con motivo de la apertura del Año jubilar. Ahora y siempre.
Es, por último, necesario y oportuno agradecer a tantas personas que hacen posible esta realidad. Gracias por ser “ricos en misericordia”, por vuestro tiempo, por vuestra dedicación y vuestro cariño. ¡Gracias por tanta Misericordia!