CUARESMA: CALLAR PARA ESCUCHAR

Llegó la cuaresma, una nueva cuaresma, una nueva posibilidad para convertirnos, para restaurar nuestros corazones, para preguntarnos sobre qué estamos construyendo nuestras vidas: ¿ sobre roca , o sobre arena?. Cuarenta días que hemos de preparar y organizar, no se puede improvisar. Es conveniente que nos preguntemos cómo queremos vivir estos días, qué cosas vamos a hacer que habitualmente no hacemos. Yo os propongo orar un poco más, para ello tal vez tengamos que levantarnos algo más temprano y proponernos estar más tiempo con el Señor. También sería oportuno ayunar, ayunar a tanto móvil, a tanto WhatsApp, tanto correo, ayunar a tanto ruido, tantas prisas, tantas palabras. La cuaresma es tiempo de escuchar a Dios, para ello hemos de callar, ¡ con lo que eso cuesta! Y por último sería oportuno estar un poco más atento a nuestro prójimo, vivir en actitud de servicio, con los ojos abiertos y las manos prestas a la ayuda.

Permitidme que mi reflexión de esta semana sea compartir con vosotros algunas ideas que el Papa Francisco nos dejaba en su mensaje para esta cuaresma. Como siempre sorprende la claridad del Vicario de Cristo, espero que os ayude lo que el Santo Padre nos propone para la cuaresma de este Año Santo:

“La Cuaresma de este Año Jubilar, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos, vestidos, alojados, visitados, mientras que las espirituales tocan más directamente nuestra condición de pecadores: aconsejar, enseñar, perdonar, amonestar, rezar. Por tanto, nunca hay que separar las obras corporales de las espirituales. Precisamente tocando en el mísero la carne de Jesús crucificado el pecador podrá recibir como don la conciencia de que él mismo es un pobre mendigo. A través de este camino también los «soberbios», los «poderosos» y los «ricos», de los que habla el Magnificat, tienen la posibilidad de darse cuenta de que son inmerecidamente amados por Cristo crucificado, muerto y resucitado por ellos. Sólo en este amor está la respuesta a la sed de felicidad y de amor infinitos que el hombre —engañándose— cree poder colmar con los ídolos del saber, del poder y del poseer. Sin embargo, siempre queda el peligro de que, a causa de un cerrarse cada vez más herméticamente a Cristo, que en el pobre sigue llamando a la puerta de su corazón, los soberbios, los ricos y los poderosos acaben por condenarse a sí mismos a caer en el eterno abismo de soledad que es el infierno. He aquí, pues, que resuenan de nuevo para ellos, al igual que para todos nosotros, las lacerantes palabras de Abrahán: «Tienen a Moisés y los Profetas; que los escuchen» (Lc 16,29). Esta escucha activa nos preparará del mejor modo posible para celebrar la victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte del Esposo ya resucitado, que desea purificar a su Esposa prometida, a la espera de su venida”.

Tenemos por delante un gran reto, merece la pena.

No tengáis miedo, siempre unidos.

Adrián Sanabria.

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