¡Qué hermosa es esta misión de dar luz al mundo!
Durante el Ángelus de ayer domingo el Papa Francisco, refiriéndose a la liturgia del día, recordaba cuál es la misión del cristiano en el mundo: ser luz y ser sal.
“En el Evangelio de este domingo, que viene justo después de las Bienaventuranzas”, comenzaba el Papa, “Jesús dice a sus discípulos: ‘Sois la sal de la tierra… Sois la luz del mundo’. Esto nos sorprende un poco, si pensamos en quiénes tenía delante Jesús cuando decía estas palabras. ¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente simple… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si sois pobres en espíritu, si sois mansos, si sois puros de corazón, si sois misericordiosos… seréis la sal de la tierra y del mundo.
Para comprender mejor estas imágenes, tengamos presente que la Ley hebrea prescribía que se pusiera un poco de sal sobre cada ofrenda presentada a Dios, como signo de alianza. La luz, por otro lado, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, nuevo Israel, reciben por tanto una misión frente a todos los hombres: con la fe y con la caridad pueden orientar, consagrar, volver fecunda a la humanidad. Todos nosotros los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos un evangelio viviente en el mundo: con una vida santa daremos “sabor” en los diversos ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo con el testimonio de una caridad genuina. Pero si nosotros los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la eficacia. Pero, ¡qué hermosa es esta misión de dar luz al mundo! Es una misión que tenemos. ¡Es hermosa! Es muy hermoso también conservar la luz que hemos recibido de Jesús, custodiarla, conservarla. El cristiano debería ser una persona luminosa, que lleva la luz, que siempre da luz. Una luz que no es suya, sino que es el regalo de Dios, es el regalo de Jesús. Y nosotros llevamos esta luz.
Si el cristiano apaga esta luz, su vida no tiene sentido: es un cristiano solo de nombre, que no lleva la luz, una vida sin sentido. Pero os querría preguntar ahora, ¿cómo queréis vivir vosotros? ¿Cómo una lámpara encendida o como una lámpara apagada? ¿Encendida o apagada? ¿Cómo queréis vivir? ¡Lámpara encendida! Es Dios mismo quien nos da esta luz y nosotros se la damos a los demás. ¡Lámpara encendida! Esta es la vocación cristiana”.
OMPRESS-ROMA
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