Monseñor Santiago Gómez Sierra: “Sevilla me ha dejado la huella de la alegría de la fe”

Monseñor Santiago Gómez Sierra: “Sevilla me ha dejado la huella de la alegría de la fe”

El 26 de febrero del año 2011, monseñor Santiago Gómez Sierra era ordenado Obispo titular de Vergi y auxiliar de Sevilla, en una solemne celebración que tuvo lugar en la Catedral hispalense. Durante la Eucaristía de toma de posesión, monseñor Gómez Sierra prometió anunciar con fidelidad y constancia el Evangelio de Jesucristo, conservar el depósito de la fe, edificar la Iglesia, obedecer fielmente al sucesor de Pedro, cuidar del pueblo Santo de Dios y dirigirlo por el camino de la Salvación, compromiso que continuó con la invocación a todos los Santos mediante el canto de las letanías. Casi una década después, el papa Francisco lo nombra Obispo de Huelva, con cuya Diócesis se desposará el próximo 25 de julio, día de Santiago Apóstol y a la que servirá y amará ‘Haciendo la paz por la sangre de su Cruz’ tal como reza su lema episcopal, tomado del texto de la carta del Apóstol San Pablo a los Colosenses. En esta ocasión, el Obispo electo de Huelva hace memorial de gratitud de su paso por Sevilla, “Archidiócesis que le ha dejado una profunda huella de la alegría de la fe”.

Aquel joven ordenado en el año 82 ya estaba en el corazón del Buen Pastor para ser obispo de la antigua Tharsis… ¿Qué le suscita esta elección?

Pues la experiencia que también está en el Evangelio con los apóstoles. El Señor, repetidamente, no solamente una vez, va haciendo la invitación “sígueme”. A Pedro se la hizo en el lago y después otra vez en la Resurrección.

He sentido como el Señor, a lo largo del Guadalquivir, me ha ido diciendo “sígueme”. Mi lago de Cafarnaúm ha sido el Guadalquivir. Empezó en Córdoba, después me trajo a Sevilla y ahora me dice “sígueme” en la desembocadura y llegué a Huelva.

De auxiliar a titular cambia mucho la historia. ¿No le parece?  

Sí, soy consciente de ello. El titular de la diócesis es cabeza de la diócesis, para el gobierno, para el magisterio, para la enseñanza, para la palabra que tiene que decir tanto al pueblo como a la sociedad, sea o no creyente, dentro de su pluralismo. Eso lo hace el obispo titular. Aquí en Sevilla, don Juan José ha ido iluminando al Pueblo de Dios cada semana con su carta, pero luego además en cualquier otra ocasión, ahora con motivo de la pandemia ha estado escribiendo algunas cuentas cartas, eso es parte de esa tarea, a mi como Obispo auxiliar hasta el momento no me correspondía, ahora de alguna manera tendré que asumirlas.

Su lema episcopal ‘Haciendo la paz por la sangre de su Cruz’, tomado de la carta de San Pablo a los Colosenses, pone de relieve que en su entrega no va a estar ausente el sufrimiento, sino que será algo integrado. Es consciente de ello, ¿no es así?

Sí. Cuando escogí ese lema, cuando me ordené sacerdote puse en el recordatorio ‘Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve’. Cuando fui ordenado obispo, pasaron bastantes años y me di cuenta que servir es dar la vida, que no es un servicio en el que uno queda indemne, sino que la vida va en ello y te compromete. Y entonces lo cambié por este, ‘Haciendo la paz por la sangre de su Cruz’, consciente de que no hay otra forma de amar. Pero ni para un obispo, ni para un sacerdote, un religioso o para un matrimonio cristiano. No hay más forma de amar que con sangre. No hay pacto sin sangre, dicen. No hay alianza sin sangre. Puede parecer muy tétrico, pero sin olvidarse uno de sí mismo, no hay forma de amar, ni de servir. Eso quiere decir el lema.

¿Es más difícil ser obispo ahora que en otro momento en la Iglesia?

Recuerdo en esto al papa Francisco cuando en Evangeli Gaudium y también en algún otro momento, hablando de los mártires y de la persecución de cristianos en la Iglesia en comparación con otros tiempos ha dicho que ahora no es más difícil, es de otra manera. Yo creo que efectivamente es así. Hoy la vida cristiana tiene sus desafíos, la vida de la Iglesia tiene sus desafíos, pero siempre los ha tenido y hoy los tiene de otra manera.

En el primer saludo que ha hecho a su nueva Diócesis aclara que no lleva ningún programa determinado y que, haciéndose eco de unas palabras de san Juan Pablo II, “el programa es Jesucristo”. Imagino que en su mente ya habrá alguna estrategia primera para acercarse al pueblo, ¿no?

Cuando digo eso y, lo confieso sinceramente, que es lo primero que me viene a la cabeza, es porque creo que hay una tentación, a veces del pastor (puede ser del obispo, del sacerdote…): tener un prurito de esnobismo, de novedad. Y en los fieles, también a veces, puede estar la tentación de preguntarse a veces qué novedades trae, ya sea un obispo o un sacerdote. Creo que es mucho más importante en la Iglesia lo que continúa que lo que se innova. Lo importante y lo decisivo en la Iglesia, hoy y siempre, es Jesucristo. A eso se refiere Juan Pablo II. El programa ya existe, es Jesucristo. Y fíjate que verbos más bonitos emplea: al que hay que conocer, al que hay que amar, al que hay que imitar… Y él dice, con una profundidad impresionante, para vivir en la Trinidad, en Dios, ya, ahora, y para transformar la historia. El camino, también señalado por el papa Francisco, es el de la sinodalidad, de la participación, del discernimiento.

Su implicación en la elaboración y desarrollo de las orientaciones pastorales de nuestra Archidiócesis y el gran número de visitas pastorales que ha realizado durante estos años le habrán señalado algunas prioridades, que también puede llevar a la diócesis de Huelva. ¿Nos puede adelantar alguna?

Por lo que he visto en Sevilla, creo que hay una prioridad muy grande, que yo la experimento como una urgencia, y es fortalecer el tejido comunitario de la Iglesia.   Hoy, en la sociedad que vivimos, pluralista, a veces hostil con la Iglesia, al menos en la cultura dominante o que se publicita, hace falta un acompañamiento.

También es muy importante el anuncio. No podemos dar por sabido el Evangelio, ni dar por conocido a Jesucristo. Creo que hay que realmente anunciarlo. Y también una presencia pública de la Iglesia, de los laicos cristianos, asociados o ya sea personalmente cada uno en su familia, en el trabajo o donde esté implicado en la vida cotidiana.

En su rueda de prensa, donde se comunicó su elección, manifestó que su paso por Sevilla no había sido transitorio, sino que le había dejado huella. ¿En qué sentido?

Efectivamente ha dejado huella la creatividad que tiene la Iglesia de Sevilla, particularmente en la caridad. Pero también deja huella la vida sencilla de tantas personas y familias comprometidas en las parroquias (como catequistas, voluntarios de Cáritas, visitadores de enfermos…). Incluso, ese testimonio de fe impresionante de un anciano inmovilizado en su casa, que conocí durante una visita pastoral. Y sobre todo me ha dejado la huella de la alegría de la fe.

Como anécdota puedo contar que recién llegado a Sevilla de Obispo, quizá ante el cambio que suponía todo, tenía el semblante un poco serio, entonces mi secretario me vio y me dijo: «Señor Obispo, esto aquí no funciona así». Entonces le respondí: «Tú me dirás como funciona». «Aquí no se puede ir con esa cara, si usted pone una sonrisa, pues los problemas se solucionan». Y ahora veo que ese consejo sí que me ha ayudado, ese optimismo que veo en el pueblo de Dios en todos los estamentos en Sevilla me ha ayudado.

Tengo que decir que en mi experiencia en Sevilla, cuando he encontrado una presentación muy optimista de las cosas, y con respeto a lo mejor he tenido otra percepción, y lo he ido expresando y lo he ido preguntando, pues también hay capacidad para afrontar la realidad y verla con verdad.

¿Qué conoce de Huelva?

Pues muy poquito. Conozco Riotinto, de cuando era seminarista todavía, por una familia conocida de allí. He ido tres o cuatro veces de visita a Riotinto. Conozco también Lepe, que estuve en la conmemoración de la coronación de la Virgen de la Bella, en una celebración invitado por el párroco. Allí experimenté la acogida y la alegría. Un par de veces que he ido al Rocío, creo que el primer año de ser Obispo, acompañando a don Juan José en la misa del Domingo de Pentecostés y ahora recientemente en el centenario de la Coronación de la Virgen, que fuimos todos los obispos de Andalucía. Alguna vez he ido al Rocío solo. Algún día que necesitaba un poco de descanso, he ido allí y me he sentado en el Santuario, rezando a la Virgen o dando un paseo por la marisma.

¿Qué luces descubre en la devoción a la Santísima Virgen del Rocío?

No podría decir que conozco a fondo la espiritualidad del Rocío. Es verdad que hay zonas en la Diócesis de Sevilla que son muy rocieras y siempre que he tenido oportunidad, en las visitas pastorales, me he reunido con las hermandades y también con las del Rocío.  

Creo que la piedad popular sea en torno a la Virgen del Rocío, sea en otras advocaciones, sean marianas o en torno a un Cristo, es un potencial muy importante a valorar y que lo valoramos. Es un cauce, como dice el papa Francisco, de cómo un pueblo se evangeliza a sí mismo, de cómo se transmite la fe, y eso es muy importante. Pero eso lo debemos casar también con realismo.

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