XXX Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A)
Amarás al Señor, tu Dios, y a tu prójimo como a ti mismo
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en un lugar y uno de ellos, un doctor de la ley, le preguntó para ponerlo a
prueba:
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la ley?».
Él le dijo:
«“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente”.
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él:
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas».
Mt 22, 34-40
Comentario bíblico de Pablo Díez
Ex 22,20-26; Sal 17,2-3a.3bc-4.47.51ab; 1Tes 1,5c-10; Mt 22,34-40
La respuesta de Jesús a los fariseos es doble. Por un lado, está el Shema (Dt 6,4-9). Aquí el amor a Dios se manifiesta, ante todo, en los actos de obediencia, piedad y fidelidad a la Torá. Amar a Yahvé significa dedicar la vida a sus mandamientos. En la expresión “con todo el corazón”, Jesús asume el sentido judío de la indivisibilidad de la obediencia. Lo que traducimos por alma, designa en el ámbito semita la fuerza vital, que ha de ponerse plenamente en juego en el amar a Dios. Finalmente, se exige también un pleno asentimiento intelectual. El hecho de que Jesús añada un segundo precepto sin haber sido interrogado al respecto, indica la importancia que este tiene. De hecho, al exigir que se equipare el amor al prójimo con el amor propio, se eleva de tal modo su intensidad que se convierte en el cauce más adecuado de expresión del amor a Dios, como dirá también el apóstol Juan (1Jn 4,20). Jesús termina afirmando que el cumplimiento de ambos preceptos al unísono es la clave de bóveda de la comprensión y aplicación vital de la Escritura, que aparece aquí bajo el binomio: Ley – profetas.
Orar con la Palabra
- El doble precepto mayor.
- El amor a Dios que se pone en acto amando al prójimo.
- El Amor, núcleo y soporte de la Escritura.