Día de la Iglesia diocesana: Presencia sacramental en medio de la tempestad de la pandemia
Es verdad que una tragedia global como la pandemia de la COVID-19 despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos.
Por eso escribió el papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti que “la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades”.
Reflexionó también el Santo Padre que “con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos”.
En este sentido, el dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia.
Vida sacramental
La Iglesia, a través de sus sacerdotes, ha ejercido la cura de almas mediante la administración de los sacramentos durante la pandemia. Al respecto, Carlos Carrasco, párroco de Nuestra Señora del Rocío de Dos Hermanas y capellán de la Clínica Santa Ángela de la Cruz de Sevilla narra su experiencia de atención, cercanía y acompañamiento a los mayores de las residencias de ancianos, cimentado su servicio sobre un trípode: la Eucaristía, la formación espiritual a través de textos y reflexiones y la visita presencial a la residencia de ancianos.
“Celebrar la Eucaristía con el fin de llevar a todos los hogares una palabra de esperanza y un testimonio de amor en el sacrificio de Nuestro Señor en el altar, transmitir un camino de crecimiento, a través de pequeños vídeos, textos y reflexiones que pudiesen llevar a cada uno un rayo de luz para su camino y el acompañamiento al equipo de Cáritas de mi parroquia ha sido un enorme privilegio”.
El mandado expreso de Jesús en el Evangelio según san Mateo, capítulo 25 de visitar al enfermo se ha convertido para los sacerdotes “en una riqueza”, que se traduce en “poder prestar ayuda a tantas personas necesitadas”. Para Carlos Carrasco, en este tiempo ha descubierto “cómo todos, de alguna manera, estamos enfermos de esperanza, pero especialmente los damnificados por esta pandemia u otras enfermedades”.
La Iglesia de puertas abiertas
De esta manera “para todos es necesario una palabra de consuelo y, sobre todo, alguien que los escuche en los momentos en que nadie puede. Me he sentido un privilegiado bajo los trajes de protección al poder acercarme a tantos que estaban en las cunetas”, confiesa.
La Iglesia en Sevilla “ha estado siempre con sus puertas abiertas, eso es un regalo enorme”. Lo ha hecho a través de la Eucaristía, incluso las retransmitidas por redes sociales. “Pero también de mil formas distintas. El empeño de los pastores por no abandonar a nadie ha sido y es encomiable, nunca sabremos todo el bien que hemos brindado en los momentos en que tanta falta hacía la oración y la esperanza”, manifiesta.
“Hemos sido y seguimos siendo compromiso con nuestros hermanos. Y eso demuestra el gran talante del Clero diocesano, pero también del pueblo de Dios que se ha agarrado a su fe antes de ir a trabajar, que ha invocado oraciones ante cada enfermo, que ha amado a tantos necesitados”.
Carrasco expresa que “las puertas de Cáritas nunca han cerrado, mientras que los cristianos profesionales de la medicina han llevado curación donde había tantas heridas, todos hemos contribuido desde una fe honda en celebrar la presencia de Cristo en las circunstancias que nos rodeaban”.
´Somos una familia contigo´
Advierte que “la sociedad está descubriendo desgraciadamente hasta donde está llegando el narcisismo e individualismo, tristemente esta cultura actual está logrando que la palabra comunidad vaya perdiendo su fuerza, por eso el ejemplo de los cristianos ha de ser claro y nítido para demostrar no solo que es posible hablar de construir en común, sino que en ese proyecto común radica nuestro futuro”.
Para el capellán de la Clínica Santa Ángela de la Cruz de Sevilla “nada bueno es posible sino es compartido, por eso los cristianos tenemos un reto en este momento histórico. Demostrar que existe una gran verdad, que el hacer camino juntos es lo que nos da la auténtica vida, es más fácil si todos caminamos con Cristo, inevitablemente entonces todos estaremos andando juntos, aunque andemos desde distintos puntos”.