Capellanes de hospital: “Hoy hay que transmitir más con la mirada que con las palabras”

Capellanes de hospital: “Hoy hay que transmitir más con la mirada que con las palabras”

Con motivo del Día de la Iglesia Diocesana, celebrado el pasado 8 de noviembre, la Archidiócesis hispalense ha querido compartir durante estos días diferentes historias que reflejen el servicio que presta la Iglesia en distintos campos: social, educativo, atención a la familia, empoderamiento de la mujer, asistencia al migrante, etc. Todo ello con el objetivo de hacer una llamada a colaborar con su sostenimiento, pues, como reza el lema del Día de la Iglesia Diocesana de este año, ‘Somos una gran familia contigo’.

Y como la familia, la Iglesia también acompañada a los fieles en sus momentos delicados, concretamente, durante la enfermedad. Lo hace a través de la Pastoral de la Salud y de los 28 capellanes que atienden los siguientes hospitales en toda la Archidiócesis: HUV del Rocío, HUV Macarena, HUV de Valme, San Lázaro, Tomillar, Sagrado Corazón, Sta. Ángela de la Cruz, Hospital de Fátima y Pabellón Vasco, todos en la capital; y dos en la provincia: H. Ntra. Sra. de la Merced, en Osuna; y San Juan de Dios, en Bormujos.

Estos sacerdotes hacen guardias de 24 horas “para que el servicio esté cubierto los 365 días del año”, destaca Manuel Sánchez de Heredia, delegado diocesano de Pastoral de la Salud y capellán del Virgen del Rocío.

“La función del capellán –explica- tiene varios aspectos. Tal vez el que más destaca es el de atención sacramental, pero también es muy importante la labor de acompañamiento y escucha a enfermos, familiares y personal sanitario, humanización del ambiente hospitalario, orientación moral bioética…”.  Además, son los capellanes los que celebran la Eucaristía en horarios fijos en los distintos centros hospitalarios y los que imparten bautismos de emergencia o unciones de enfermos cuando se les solicita.

Pese a que su amplia y consolidada presencia en el ámbito sanitario sevillano, Sánchez de Heredia reconoce que “nos sorprende que muchos desconocen todavía que tengamos capellanes en los hospitales públicos, porque piensan que esa figura había desaparecido”. Sin embargo, su papel y su presencia es ahora más necesaria que nunca.

“Los capellanes que asistimos el Servicio de Asistencia Religiosa Católica hospitalaria (SARCH) atendemos la dimensión trascendente de la persona y las necesidades espirituales de cualquier enfermo, incluso de otra confesión religiosa si nos precisa. No podemos perder de vista que una persona enferma tiene más necesidades que las meramente físicas. Por tanto, no se puede atender a un órgano enfermo, sino a una persona que sufre una enfermedad y a veces necesita respuestas a la búsqueda de sentido. La enfermedad nos sitúa frente a la propia vulnerabilidad”, reflexiona el delegado.

Un parroquia dinámica

Las personas a las que asisten los capellanes de hospital son muy diversas: “Hay de todo, desde quien es muy religioso y de participación diaria en la Eucaristía y no quiere que el ingreso afecte a su práctica diaria, a aquellos que se interrogan ante un diagnóstico con pronóstico incierto o ante una intervención quirúrgica importante. También encontramos quien sin tener una práctica religiosa fluida al entrar en el hospital entiende que se enfrenta a un cambio en su vida y necesita volverse hacia Dios”.

De esta forma, son muchos los enfermos que solicitan directamente el acompañamiento del sacerdote durante su estancia en el hospital. Otras veces es un familiar del paciente el que lo llama, o incluso acude a petición del personal sanitario que “detecta ciertas necesidades espirituales en el enfermo o la familia”. “También puede surgir espontáneamente al pasar por un pasillo o visitar a un enfermo que nuestra presencia sea bien recibida por otro que nos observa”, señala Manuel Sánchez de Heredia.

Y aunque este acompañamiento suele ser breve y ocupa únicamente los pocos días que dura un ingreso, en ocasiones “se crea algún vínculo por congeniar con el paciente o la familia”. También ocurre que, tras un acompañamiento largo, con ingresos recurrentes, si la enfermedad no se resuelve, “sentimos la pérdida y por iniciativa propia celebramos algunas misas por el difunto”, apunta el delegado de Pastoral de la Salud.

En otras ocasiones, en cambio, cuando se da el alta hospitalaria “hay casos en los que se mantiene el contacto durante un tiempo, aunque –matiza- lo deseable es que la persona vuelva a su vida cotidiana y se inserte en su comunidad parroquial de nuevo”.

Este es el objetivo, porque la capellanía del hospital se configura como una “parroquia dinámica en la que constantemente está cambiando la feligresía”.

Y estas relaciones o vínculos no solo se crean con los pacientes o sus familias, sino también con el personal sanitario. Al respecto, Sánchez de Heredia mantiene que este trato es “bastante bueno y cordial” con todos los profesionales del sector (médicos, personal de enfermería, auxiliares, celadores, personal de limpieza y de administración). En esta línea, “procuramos estar abiertos a cualquier necesidad que tengan y en la que podamos ser útiles”.

Acompañamiento en tiempos de COVID

La necesidad de escucha y acompañamiento se hace aún más imprescindible en pacientes con COVID, que permanecen completamente aislados el tiempo que están ingresados. Ante esta perspectiva, Manuel Sánchez de Heredia confiesa sentir “mucha tristeza, porque sabemos del sufrimiento de estos enfermos solos y de sus familiares que no pueden estar cuidándolos y acompañándolos. También tenemos muy en cuenta la presión y el estrés que soporta el personal sanitario”. Igualmente, en esta situación, lamenta que “por el alto riesgo que comporta, no siempre se nos permite acceder al enfermo para acompañarlo o asistirlo sacramentalmente”.

Pese a ello, no quiere dejar de lanzar un mensaje de esperanza entre tanta oscuridad: “Solo se puede transmitir esperanza cuando se confía en Dios y se pone la vida en sus manos. La oración con el enfermo, el silencio para escuchar sus inquietudes, la actitud de cercanía aún a metro y medio y sin tocar es fundamental. Hoy hay que transmitir con la mirada más que con las palabras”, concluye el capellán.


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