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Evangelio del II Domingo de Adviento- ciclo B

Enderezad los senderos del Señor

Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.

Como está escrito en el profeta Isaías: «Yo envío a mi mensajero delante de ti, el cual preparará tu camino; una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”»; se presentó Juan en el desierto bautizando y predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados.

Acudía a él toda la región de Judea y toda la gente de Jerusalén. Él los bautizaba en el río Jordán y confesaban sus pecados.

Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».

Marcos 1, 1-8

 

Comentario de Antonio J. Guerra

Is 40,1-5.9-11; Sal 84; 2Pe 3,8-14; Mc 1,1-8

La lectura de Isaías forma parte de una profecía proclamada en tiempos del retorno del exilio de Babilonia, cuando el edicto del rey persa Ciro permitió a los hebreos volver a su patria. El mensaje de consuelo se fundamenta porque “aquí está el Señor” (Is 49,8) que elimina la esclavitud de sus hijos ejerciendo de Buen Pastor al reunir todo su rebaño y guiarlo a través del desierto hacia Jerusalén. Por eso es menester preparar el camino, eliminando todos los obstáculos.

Juan Bautista realiza en el evangelio de un modo nuevo lo que ya había anunciado Isaías. Él es la voz que grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”. Marcos al presentar al Bautista con la misma apariencia que el profeta Elías (2Re 1,8), lo está identificando como el precursor del Mesías. La actuación de Juan es doble, por un lado dice a sus oyentes lo que deben hacer ante la venida del “hijo de Dios”, y por otro anuncia cómo actuará el que viene después de él. Ante la venida del Señor, Juan exhorta a la conversión, ya que ésta reconduce a Dios, permitiendo buscar su voluntad y reordenar nuestro comportamiento. La conversión conduce al reconocimiento de la necesidad del perdón y a la confesión de los pecados, y el bautismo con agua expresa esta impureza que quiere ser purificada. Por otro lado, el Bautista prepara a los oyentes con la descripción del que viene: es alguien más fuerte que él y trae consigo al Espíritu Santo, es el que conseguirá la comunión con Dios. La acción de Juan tiene la función de anunciar provocando nuestra respuesta de conversión hacia Dios, en nuestra mano está el que respondamos o no.

Para reflexionar:

  1. La invitación a la conversión es una llamada a reflexionar si Dios ocupa el centro de nuestras vidas. ¿Cómo colocaré a Dios en el centro de nuestro corazón?
  2. Preparad el camino del Señor, enderezad sus senderos”: ¿cómo eliminaré los obstáculos que ponemos a nuestra unión con el Señor?
  3. El Salvador que esperamos es un salvador poderoso, capaz de transformar toda nuestra vida con la fuerza del amor: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.

CARTA DOMINICAL

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