Cristo atado a la columna. Parroquia de Santa María la Blanca (La Campana)
Las parroquias, conventos y templos de nuestra Archidiócesis guardan auténticos tesoros como esta puerta del Sagrario del retablo mayor de la Parroquia de Santa María la Blanca de la localidad de La Campana, obra documentada del genial y polifacético Alonso Cano.
Se trata de un óleo sobre tabla de pequeñas dimensiones, 38 x 18 cm, que forma parte de la puerta del Sagrario del retablo mayor de esta Iglesia. Está documentada la presencia de Alonso Cano trabajando en la talla del Sagrario en torno a 1629, mientras que algunos estudiosos datan esta pintura en su etapa sevillana que va de 1624 y 1638, debido a las características estilísticas de la obra que dejan ver que se trata de una obra de los primeros años de actividad del pintor granadino en Sevilla, en torno a 1631-1632. Como señala la historiadora Alexandra García Pérez, autora de una tesis sobre este artista, la marcada influencia clasicista de la figura del Cristo denota la técnica incipiente de Cano. Otros estudiosos, como el prestigioso catedrático Enrique Valdivieso, apuntan la influencia en esta obra de las pinturas que de este tema realiza Juan del Castillo, así como de los grabados conocidos en la época.
El centro de la composición lo ocupa la columna clásica que divide en dos el espacio, ante la cual aparece Cristo ocupando prácticamente toda la tabla. Su cuerpo se recorta sobre el fondo oscuro que lo enmarca, utilizando el pintor el recurso de la iluminación tenebrista que añade dramatismo a la obra. A los pies del Señor, en el ángulo inferior izquierdo, vislumbramos sus vestiduras.
Destaca el modelado de la anatomía del Cristo, con un marcado tratamiento escultórico, recordando al Resucitado que aparece en la Aparición de Cristo Salvador a Santa Teresa de Jesús, obra de Alonso Cano fechada en 1629, que se encuentra en el Museo del Prado y que puede proceder del retablo de Santa Teresa del Convento carmelita de San Alberto de Sevilla, cuya decoración fue contratada con este artista en 1628.
Este Cristo de la Campana presenta su cuerpo sin llagas, heridas ni sangre, como prefigurando el cuerpo glorioso del Resucitado, a lo que contribuyen los tres rayos de luz que salen de su cabeza. No hay que olvidar que esta tabla forma parte de la puerta del Sagrario, donde se guarda la Eucaristía, verdadero cuerpo de Cristo vivo. En este sentido, el profesor Jorge Bernales Ballesteros señala que Cano evita representar la escena con crudo realismo ya que pretende mostrar la imagen idealizada de Jesús lleno de mansedumbre y humildad, consiguiendo así una obra de gran emotividad, intimista y monumental al mismo tiempo.
La representación de la flagelación de Cristo
La iconografía de Jesús atado a la columna tiene su base en los evangelios canónicos que refieren simplemente que fue azotado (cf. Mt 27,26; Mc 15,15; Lc 23,16.22; Jn 19,1). Igualmente, los apócrifos, como el Evangelio de Nicodemo o Actas de Pilato, refieren este episodio especialmente sangriento de la Pasión del Señor. En la difusión de este tema tuvieron gran influencia las reliquias de la columna en que fue azotado según la tradición, entre las que destacan las que se encuentran en Jerusalén y en Roma, en la iglesia de Santa Prassede. De la misma manera, la literatura devocional medieval se detendrá especialmente en este momento dramático para mover a la devoción ante la contemplación del cuerpo herido y ensangrentado de Cristo, como podemos encontrar en el Speculum Humanae Salvationis o las revelaciones de Santa Brígida, ambas obras del siglo XIV.
Las primera representaciones de la flagelación de Cristo quizás sean las que aparecen en el Salterio de Utrech (816-834) y en el Salterio de Stuttgart (820-830). En España, podemos encontrar ya esta escena representada en la puerta de las Platerías de la Catedral de Santiago, finalizada en 1103, si bien se difundirá ampliamente a partir del siglo XVI debido a la influencia de Santa Teresa de Jesús, quien tenía gran devoción a Cristo atado a la columna, como ella misma refiere en sus escritos.
La iconografía en la Archidiócesis de Sevilla
En nuestra Archidiócesis, hay que resaltar el Cristo atado a la columna obra de Pedro Millán que se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, procedente de la Parroquia de la Señora Santa Ana de Triana, de la segunda mitad del siglo XV. A Millán igualmente se atribuye otra imagen de esta iconografía que se encuentra en el Convento de Santo Domingo de Écija y también se le atribuía el Cristo de la Misericordia de Arahal, perdido en 1936. También hay que citar la escena de la Flagelación que aparece en el retablo mayor de la Catedral, obra adscribible al taller de Alejo y Jorge Fernández Alemán, del primer cuarto del siglo XVI, así como el segundo titular que tuvo la Hermandad de la Columna y Azotes, conocida popularmente como las Cigarreras, que se encuentra en la Basílica de María Auxiliadora de la Trinidad (en la imagen) y es obra datada en 1565, de Juan de Giralte, de quien se conserva en el ya citado Museo de Bellas Artes el retablo llamado de la Redención, fechado en 1562 y proveniente del Convento de Santa Catalina de Aracena, que contiene una representación del Señor en la columna con San Pedro y San Juan.
Como curiosidad, es interesante señalar que el primer grabado figurativo de la imprenta en Sevilla es un Cristo atado a la columna que aparece en un sello de una bula de indulgencias fechada entre 1478 y 1480.
En este tiempo de Cuaresma, la contemplación de Cristo flagelado nos ha de llevar a descubrir su gran amor por cada uno de nosotros, amor hasta el extremo que le lleva a soportar los sufrimientos de la Pasión. Como decía Santa Teresa en su Camino de perfección, “miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por los mucho que nos ama”. De igual manera, en su Libro de la Vida nos invita a “pensar en Cristo a la columna; es bueno discurrir un rato, y pensar las penas que allí tuvo, y por qué las tuvo, y quién es el que las tuvo, y el amor con que las pasó”.
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