Isacio Siguero, secretario general y canciller: “Los que trabajamos en la Curia formamos una familia grande”
La Archidiócesis de Sevilla cuenta con 435 sacerdotes, 4.200 catequistas, 264 parroquias, 115 misioneros repartidos por el mundo… Estas son sólo algunas cifras que hablan de la magnitud de la Iglesia Diocesana. Una importante red de servicio para atender a una población que ronda los dos millones de habitantes. Personas que en algún momento de sus vidas acuden a las parroquias demandando sacramentos, orientación y ayudas de cualquier tipo, y que encuentran en la Iglesia local, en la Iglesia más cercana, una disponibilidad absoluta, una mano tendida y un mensaje de salvación. Todos estos servicios son posibles gracias a unas instancias agrupadas en la Curia diocesana y centralizadas en el Arzobispado. El secretario general y canciller es el sacerdote sevillano Isacio Siguero.
Dígame que de verdad no siente el peso de lo que supone venir cada día a trabajar al Arzobispado…
Pues la verdad es que sí, pero es un peso llevadero. Llevo ya más de diez años trabajando en el Arzobispado y puedo decir que vengo cada día con muy buen ánimo a desarrollar aquí mis tareas. Los que trabajamos en la Curia formamos una familia grande, y en ella se respira un buen ambiente de responsabilidad y servicio a la Iglesia.
Qué formación habría que exigir a quien lleve a cabo su tarea.
A la Secretaría General llegan multitud de asuntos, y de lo más variado. Tengo que decir que mi formación jurídica, civil y canónica, ha resultado ser de mucha utilidad para el desarrollo de esta encomienda. Además, cuento con un excelente equipo de colaboradores, muy cualificado profesionalmente e inquebrantable en su amor a la Iglesia, con los que trabajo en un clima de grata armonía y confianza.
¿Nos equivocamos si le imaginamos permanentemente reunido?
No. Gran parte de mi tiempo lo dedico a reunirme con muchas personas, de muy diferentes ámbitos y, por supuesto, con los órganos de gobierno de la Curia, párrocos, hermandades… Pero también hay momentos para el estudio sereno y detenido de los asuntos, redactar informes o responder correspondencia.
Una cosa es ayudar al Arzobispo en la gestión de la red diocesana con criterios profesionales, y otra la vocación por la que se hizo sacerdote ¿Cómo se compatibilizan ambas esferas?
Mi vocación sacerdotal es el gran regalo de Dios en mi vida, y centra toda mi existencia. Mi trabajo al servicio de la Archidiócesis en esta esfera de la gestión y de los asuntos jurídicos es algo coyuntural, un servicio más a la Iglesia, que tuvo su inicio y que tendrá también su final. Cuando entré en el Seminario dejé apartadas las cuestiones jurídicas, y nunca pensé que volvería a ocuparme de ellas, pero así son las cosas de Dios.
Isacio Siguero es sacerdote…, y párroco. Por las mañanas atiende a compañeros sacerdotes, con diversas cuestiones, y por la tarde se convierte en uno más ¿Es una saludable combinación?
Solicité al Arzobispo cuando me propuso el nombramiento compatibilizar este oficio con la vida pastoral. Él me lo permitió, y yo se lo agradezco. Han pasado los años y aunque suponga a veces un esfuerzo considerable, sigo creyendo que es bueno y necesario para mi vida sacerdotal. Para tratar algunas cuestiones en el gobierno de la Archidiócesis creo que es bueno palpar el día a día de la vida parroquial, la celebración de los sacramentos, el trabajo con Cáritas o la pastoral familiar.
La Iglesia Diocesana no es una empresa al uso, pero tiene los mimbres adecuados para que la gestión no sea un problema ¿Cuántas personas trabajan directamente en los organismos de la Curia?
En los distintos departamentos y delegaciones trabaja un numeroso grupo de personas, sacerdotes y laicos, que dedican su esfuerzo diario a esta tarea al servicio de toda la Iglesia diocesana, además de un considerable número de voluntarios que prestan su tiempo y dedicación en los más variados flancos de la vida pastoral.
Todo ello implica una inversión, y hasta ahora hemos tenido una Iglesia moderadamente saneada teniendo en cuenta sus necesidades. Sin embargo, esta pandemia también se ha hecho sentir en las cuentas diocesanas ¿En qué medida?
La pandemia nos afecta a todos y en todos los órdenes de la vida, y también incide en la situación económica de la Archidiócesis. La buena gestión llevada a cabo por la Administración diocesana, con la colaboración del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos y otros organismos diocesanos, permite afrontar la crisis con serenidad, pero es evidente que hay que actuar con criterios de prudencia, austeridad y optimización de los recursos, y esto implica renuncia, esfuerzo y sacrifico por parte de todos.
La pandemia también ha supuesto un reto para la Archidiócesis ¿Qué previsiones maneja? ¿Tenemos que hacernos a la idea de un futuro tan aséptico y virtual también en la Iglesia?
La Archidiócesis ha asumido, yo diría que de manera ejemplar, las medidas sanitarias y protocolos necesarios de contención de la pandemia. Confiemos que, en un futuro no muy lejano, vayan desapareciendo, pues aunque algunas de estas medidas quedarán incorporadas a nuestra vida diaria, la tarea evangelizadora de la Iglesia se desarrolla en el ámbito de la cercanía, las relaciones sociales y el encuentro entre las personas.
La Iglesia en Sevilla cuenta con instituciones que mantienen una gestión autónoma, pero a las que también se atiende desde los organismos diocesanos. Congregaciones religiosas, hermandades, movimientos laicales…
Ciertamente nuestra Archidiócesis atesora un valiosísimo entramado de instituciones, asociaciones de fieles y movimientos que dan buena cuenta de la vitalidad de la misma y de la amplia y rica tarea de evangelización, fruto también de una historia fecunda, que desarrollan sacerdotes y laicos. No exagero si digo que difícilmente encontraremos una Diócesis con tantas y tan variadas instituciones, y todas cumpliendo con sus fines. Al servicio de todos, en mayor o menor medida y de diversos modos, según la institución de que se trate, están los organismos de la Curia.
¿Alguna vez ha llegado a lamentar que Sevilla cuente con un patrimonio religioso tan importante…, y a cuyo mantenimiento hay que destinar tantos esfuerzos?
No, nunca. El patrimonio eclesiástico, a todos sus niveles, es siempre una riqueza que debe servir a la misión pastoral de la Iglesia. Nuestra Archidiócesis custodia también un inmenso acervo espiritual y cultural, que hemos heredado y que debemos transmitir sin escatimar ni ahorrar esfuerzos en su mantenimiento, por el bien de los fieles y de la sociedad en su conjunto.
Para finalizar, ¿cree que realmente va afianzándose entre los fieles una conciencia de pertenencia diocesana, de ser parte activa de esta Iglesia más cercana?
Estoy convencido de ello. A lo largo de estos años he podido constatar un progresivo crecimiento en el sentido de pertenencia a la Archidiócesis en los fieles y en las instituciones, expresión del amor a la Iglesia, que se identifica con el Obispo diocesano y la vida de la Iglesia particular.