La Virgen del Amparo. Parroquia de Sta. Mª Magdalena (Sevilla)
Atribuida al insigne escultor flamenco Roque de Balduque, el simulacro mariano es un paradigma del modelo artístico desarrollado en la ciudad de Sevilla en el siglo XVI. Patrona y Protectora de la feligresía de la Magdalena desde el siglo XVIII, el papel milagroso de la imagen hizo consagrar un Voto anual tras el terremoto de Lisboa el 1 de noviembre de 1755.
Nuestra Señora de la Amparo es una imagen de bulto redondo, de 1,53 metros de altura, que representa a María en pie, portando a Cristo en su regazo. Como conductora de Cristo, este modelo prosigue las formas de la iconografía y modelos de raíces bizantinas de la Hodegetría, intrincados en la devoción popular que suscitaba este tipo de imágenes al pueblo. La talla viste túnica color jacinto, con una toca que la cubre color marfil y un manto que envuelve la figura color azul de ligeras tonalidades verdosas. Estofada en su totalidad, se observa una riqueza decorativa que inundan los pliegues de todas sus vestimentas, advirtiéndose elementos vegetales, con distintas estampaciones florales, cenefas doradas y cinceladas. Sobre el brazo izquierdo la imagen del divino infante busca la mirada de su madre, en aptitud bendiciente, envuelto únicamente por unos pañales donde predominan las tonalidades rojas, símbolo de la pasión. Con el brazo izquierdo la imagen recoge su manto del que sobresalen ampulosos plegados, y su mano cerrada, sujeta el corazón alado, uno de sus atributos más significativos. El rostro de la imagen corresponde a un ideal de belleza cercano a los arquetipos renacentistas, donde se atisba un incipiente naturalismo. Sobresale en él, la rectitud de sus facciones, con una mirada baja y el acrecentamiento de una tímida sonrisa que dulcifica su semblante notablemente.
La atribución al escultor Roque de Balduque, viene respaldada por opiniones como la del profesor José Hernández Díaz, uno de los primeros que avala esta autoría en su publicación Imaginería hispalense del Bajo Renacimiento (publicada en 1951). Los trabajos de Juan Miguel González para la exposición de 1992, “Los Esplendores de Sevilla”, evidencian de nuevo este acercamiento al escultor flamenco, así como los últimos trabajos del profesor José Roda Peña. Este último, tras un meticuloso estudio de la documentación que atestigua la procedencia de “una imajen de nuestra señora pintada de pinzel que sea la dicha imajen del tamaño que la que agora está” que existía en la antigua parroquia de la Magdalena. Esto provoca la cercanía con la autoría a Roque de Balduque por la documentación de otros trabajos que acomente. Incluso justifica la probabilidad de la participación conjunta con el pintor Antonio de Alfián para la policromía de la imagen hacia 1545 (“Estudio preliminar” en Noticias sevillanas del siglo XVIII. La Virgen del Amparo y el terremoto de Lisboa de 1755).
La imagen no es otra cosa que, un interesante testimonio del panorama artístico sevillano del siglo XVI. En ella puede verse el influjo tradición flamenca que impera en las artes en la primera mitad de la centuria, y a su vez, características cercanas al espíritu italiano. Dos conceptos distintos que entroncarían con el gusto y la formalidad de la Sevilla del momento. La preponderancia de características formales, como la estética de lo monumental o el estudio pormenorizado de detalles y pliegues, avalan la revelación del naturalismo nórdico. A su vez, la imagen rompe con la frontalidad establecida, advirtiéndose un contraposto en su rodilla izquierda que se acentúa por el gesto de la cabeza, mostrando una composición moderna que denota la influencia italiana. Estas particularidades formales son paralelas al ámbito pictórico, imbuido por artistas como Pedro de Campaña, evidenciando en su obra el sintetismo flamenco e italiano.
Unida a su iconografía, las piezas más destacables que porta la imagen son el corazón alado, que lleva en su mano derecha, fechable en la segunda mitad del siglo XVIII y la inconfundible ráfaga “de ocho”. El imperante gusto dieciochesco hizo que multitud de imágenes optaran por este modelo, documentado como obra de Tomás Jerónimo de Pedrajas entre 1760 – 1766. Otra de las piezas históricas que porta la imagen son el juego de coronas de plata sobredorada, que ya aparece en primitivas representaciones como la de 1750. Las dos piezas fueron realizadas a principios del siglo XVIII según la profesora María Jesús Sanz. Así mismo, las obras textiles que posee la imagen gozan de una trascendencia relevante, ya que la imagen era revestida íntegramente, contribuyendo a la lectura de la visión barroca del simulacro. Posee multitud de mantos y sayas, entre los que destaca el terno de salida realizado por Manuel Ariza en 1851, de una calidad excepcional. Tras los trabajos de restauración que se acometieron en la imagen entre 1986 y 1987 por José Rodríguez Rivero-Carrera, la imagen recuperó gran parte de los antiguos estofados de la talla. Esto hizo despojarla de la vestimenta que la caracterizaba, relegando estas piezas a recuperaciones puntuales en algunos cultos, donde se ha tenido la oportunidad de ver a la imagen con alguna de estas piezas, recuperando la extraordinaria visión.
La Hermandad dedica a lo largo del año distintos cultos en honor a su imagen titular, como los que se celebran en los meses de mayo o en noviembre, para la festividad del Patrocinio de María. El despliegue litúrgico que acompaña, con piezas musicales reseñables, como la “Plegaria de la Virgen del Amparo”, compuesta por el célebre Joaquín Turina. Así como el paso procesional, estrenado en 1927 y realizado en el taller de Antonio Corrales, con talla también de Rafael y Luis Domínguez, sobre proyecto de Montenegro.
Jesús Sánchez Gil, colaborador de la Delegación diocesana de Patrimonio Cultural
0 comentarios
dejar un comentario