La discapacidad: un tesoro para compartir
Las comunidades de Fe y Luz nacieron del deseo de ayudar a la persona con discapacidad mental o capacidades diferentes y a su familia a encontrar su sitio en el seno de la Iglesia y de la sociedad. Fue el objetivo de la primera peregrinación organizada al Santuario Nuestra Señora de Lourdes, durante las fiestas de Pascua de 1971.
Fe y Luz está organizada en comunidades de encuentro que reúne a personas con discapacidad mental, sus familias, amigos, especialmente a jóvenes. Los miembros de cada comunidad se congregan con regularidad para vivir momentos de acogida e intercambio, de oración y celebración, de merienda y fiesta. Actualmente el movimiento tiene más de 1800 comunidades distribuidas en 52 provincias en los cinco continentes, y está presente en 90 países con 38 idiomas diferentes. Dos terceras partes de los países en los que está presente Fe y Luz se enfrentan a grandes dificultades económicas o a inestabilidad política. Sin distinción de edad, estamento social, ni cultura., los miembros de las comunidades Fe y Luz pertenecen a diferentes tradiciones cristianas: católica, protestante, anglicana y ortodoxa.
Don y belleza
La misión de cada integrante dentro de la comunidad consiste en crear lazos de amistad, que revelen a cada uno su don único y su belleza. Estos lazos permiten crecer humana y espiritualmente, además de encontrar un nuevo sentido a la vida. “Estamos llamados a ser testigos, en el corazón del mundo, del amor de Cristo hacia los más pequeños de sus hijos”, refieren fuentes de Fe y Luz.
En el corazón de las parroquias
Fe y Luz es un movimiento comunitario nacido en el corazón de la Iglesia Católica. Se fundó con la convicción de que las personas que tienen una capacidad diferente han sido elegidas por Dios para confundir a los sabios y a los fuertes. Su espíritu es el del Evangelio, el espíritu de compasión y de acogida del sufrimiento humano. Fe y Luz da testimonio de que las personas más pobres, y a menudo más rechazadas, están en el corazón de la Iglesia.
En Sevilla, la comunidad conformada por diez personas con discapacidad intelectual, familias, amigos y un sacerdote consiliario se reúnen un sábado al mes, en la Parroquia de los Redentoristas, situada en el barrio de Nervión en la calle Espinosa y Cárcel.
Las fechas de los encuentros se programan en octubre, coincidiendo con el curso escolar. La responsable es María José Espigares.
Un tesoro para compartir
Este año es el gran jubileo de Fe y Luz en todo el mundo y lo celebran con el tema: «Un tesoro para compartir”.
El movimiento ha acumulado muchísimos tesoros durante el camino recorrido a lo largo de cinco décadas. “Debemos dar a conocer el secreto de nuestra alegría, la fuente de la que extraemos nuestra alegría. Para eso, vamos a llamar, llamar y volver a llamar. Hay tantas familias que todavía están demasiado aisladas y que esperan salir de su aislamiento. ¡Unirse a una comunidad Fe y Luz se siente tan bien! ¡Las vidas se transforman! Y después de este jubileo, continuaremos incansablemente”, refieren sus miembros.
Fe y Luz cree que la persona débil y con discapacidad puede convertirse en fuente de unidad en la sociedad y en cada Iglesia, lo mismo que entre las Iglesias y las naciones.
Edificar la casa sobre la roca de la “inclusión”
La Iglesia en Sevilla celebra el sábado 4 de diciembre el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, una jornada después de la fecha instaurada por la Organización de las Naciones Unidas. Al respecto de esta celebración, el papa Francisco ha reflexionado que “las personas con discapacidad, tanto en la sociedad como en la Iglesia, piden convertirse en sujetos activos de la pastoral y no sólo en destinatarios”. En efecto, “la participación activa de las personas con discapacidad en la catequesis constituye una gran riqueza para la vida de toda la parroquia”, ha reiterado el Santo Padre.
Empleando como base la parábola evangélica de la casa construida sobre la roca, el papa Francisco afirma que, se tiene que edificar esta “casa” sobre la roca de la “inclusión”. Para así, hacer frente a las disparidades y diferencias que se han acentuado aún más en este tiempo de pandemia. Y siguiendo con la parábola evangélica del Buen Samaritano, Francisco afirma que, a menudo nos encontramos en el camino de la vida con personas heridas, que en ocasiones llevan precisamente los rasgos de la discapacidad y la fragilidad. Por ello, la inclusión debería ser la “roca” sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad. “La fuerza de una cadena depende del cuidado que se dé a los eslabones más débiles”, reiteró.
En este sentido, la Archidiócesis de Sevilla se suma a la celebración del Día Internacional de las Personas con Discapacidad, con una Eucaristía en la Capilla Real de la Catedral hispalense, el sábado 4 de diciembre a las cinco y media de la tarde, presidida por Gumersindo Melo, director de la Pastoral del Sordo.
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