Seminarista Julio Sánchez: “El arte es un camino hacia Dios”

Seminarista Julio Sánchez: “El arte es un camino hacia Dios”

Julio Sánchez Ortega (48) sintió “el abrazo de Dios”, cuando huyendo del calor subió al coro alto del convento de las clarisas, en Zafra, Badajoz, mientras participaba de una campaña de restauración organizadas por un profesor de la Facultad.  “A partir de ahí, nada fue lo mismo”, reconoce este seminarista sevillano.

Admite que a su familia no le sorprendió demasiado su decisión de entrar al Seminario y emprender su formación y discernimiento vocacional, “siempre fui – según ellos – un poco místico”.  Aunque no tenía una vida de Iglesia precisamente, “ser sacerdote no entraba en mis planes ni de lejos”, confiesa Julio, estudiante del cuarto curso.

En principio me matriculé en primer curso de teología, posteriormente empecé a asistir a encuentros vocacionales organizados por el Seminario, y ya en segundo curso, me decidí a formar parte del Seminario después de una etapa de discernimiento con ayuda del rector y los formadores. Realmente no renunciamos a nada, solo elegimos entregar la vida por Cristo, y realmente merece la pena. Jesucristo te da ciento por uno.

Vía pulchritudinis

Pertenece a la hermandad de la Vera Cruz de Sevilla, corporación que le ha apoyado desde mis comienzos en el Seminario “en todos los sentidos”.

Al margen de eso, solía ir a Misa de vez en cuando, “sin más compromisos”. Julio estudió Bellas Artes en la Universidad de Sevilla y se especializó en Conservación y Restauración de Patrimonio. “Todo formaba parte de los planes de Dios, Él nos habla por la Belleza, el arte es un camino hacia Dios. A mi parecer, el patrimonio artístico debe ser custodiado y conservado con esmero, porque es testigo y portador de la historia de nuestra Iglesia, y sigue siendo un puente hacia la Verdad del Evangelio y nos ayuda en el camino de la fe”, expresa.

Vida en el Seminario

Con respecto a su vida en el Seminario Mayor, Julio ha descubierto que ese período puede ser vivido “como oportunidad y como una riqueza”.

Sostiene que cuando un joven entra en el Seminario “se vienen abajo muchos prejuicios. El Seminario está habitado por personas de carne y hueso, personas que tienen la valentía de seguir los pasos del Señor, esto ya es un milagro”.

En este sentido, “las dificultades pueden ser las mismas que en una familia, cada persona tiene su propio proceso vocacional, su propio carácter y sus particularidades; esto puede ser vivido como oportunidad y como una riqueza”, afirma.

Este seminarista sevillano se siente especialmente conmovido por el pasaje de María de Magdala el día de la Resurrección, narrado por el evangelista Juan (20, 11-17). “Esta discípula aparece como ejemplo de valentía, y seguimiento incondicional, el amor a Cristo hace que superemos todos los miedos. María de Magdala no teme atravesar los caminos en la noche para encontrarse con Cristo, es un ejemplo de seguimiento hasta la Cruz, y a pesar de las incertidumbres, se mantiene fiel hasta el final; cuando parece que todo ha llegado su fin”, profundiza.

También confiesa su especialmente predilección por la vida “de un santo que me interpela poderosamente. Maximiliano Kolbe: es un ejemplo de amar hasta el extremo. Gran enamorado de María Inmaculada, se ofreció para sustituir a un padre de familia que iba a ser condenado a morir de hambre, en un campo de exterminio nazi”.

Principales desafíos

Vivimos unos tiempos en que los que a Dios intentan desterrarlo de la vida pública – afirma- no vivimos en una cultura cristiana. El reto es presentar con entusiasmo el Evangelio, como mensaje de liberación y esperanza. Estoy profundamente convencido de que el hombre está más sediento que nunca, y esa sed solo la sacia Jesucristo”.

El mes de marzo es el mes del Seminario y Julio considera que ahora más que nunca el hombre contemporáneo debo edificar su vida sobre lo eterno.

Por tanto, “en este tiempo de incertidumbres, Cristo se presenta para ofrecernos un mensaje de Salvación, quiere salir a nuestro encuentro y nos llama por nuestro nombre, para ser nuestro compañero de viaje. Es una oferta sin letra pequeña, nos quiere a pesar de nuestras debilidades, y se nos ofrece a través de la Iglesia en sus sacramentos. Cristo está vivo y quiere ser el centro de nuestra vida para hacernos felices. Sólo por amor, un amor incondicional.  Al joven que se plantea la vocación sacerdotal le diría sin dudar que le diga SÍ, que se fíe de Dios”, acentúa.


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