Los sevillanos rinden homenaje al pastor que gobernó la diócesis hispalense durante tres décadas

Los sevillanos rinden homenaje al pastor que gobernó la diócesis hispalense durante tres décadas

El cardenal Amigo deja huérfanas a varias generaciones de sevillanos que han reconocido a este franciscano de Medina de Rioseco como pastor y referente en la fe. Se ha ido a la Casa del Padre su arzobispo , el arzobispo de sus padres, el prelado que gobernó con criterio y habilidad, una diócesis de casi dos millones de habitantes abierta a los mismos aires de cambio de moldearon una nueva sociedad.

Muchos de ellos han hecho cola esta noche para rendir un último tributo al cardenal Amigo, cuyos restos mortales llegaron al Arzobispado de Sevilla a las siete de la tarde. Mientras el arzobispo, monseñor Saiz Meneses, oficiaba en la capilla del Palacio Arzobispal una Misa para los familiares y miembros de la curia diocesana, los fieles comenzaron a formar una fila que rodeó el Arzobispado. Vinieron de la capital, del resto de la provincia e incluso de diócesis vecinas. Tampoco faltó una representación de la localidad natal de fray Carlos, con su alcalde, David Esteban, a la cabeza. Jóvenes y coetáneos de aquel fraile que llegó a Sevilla en 1982 procedente de Tánger, familias enteras, juntas de gobierno de hermandades, representaciones de congregaciones religiosas, sacerdotes, seminaristas…

Las primeras oraciones, aún en el patio principal, corrieron a cargo de un nutrido grupo de frailes franciscanos de Cruz Blanca, instituto religioso que tenía en el cardenal a un «pastor, padre y guía espiritual». Uno de sus miembros es el hermano Pablo Noguera, secretario, fiel y eficaz donde los haya, que, visiblemente afectado, se ha mantenido junto al féretro del cardenal en todo momento. A su lado estuvieron el arzobispo y el sucesor de don Carlos en la Archidiócesis, monseñor Asenjo.

A las ocho y media se abrió paso a los fieles en la capilla ardiente que se instaló en el Salón del trono del Arzobispado. Bajo el escudo del actual titular de la diócesis de San Isidoro, presidido por un gran crucifijo dorado y flanqueado por cuatro hachones, se instaló el féretro con los restos mortales del cardenal revestido de pontifical. Entre las autoridades que desfilaron ante el féretro destaca la ministra de Justicia, Pilar Llop, que departió varios minutos con el arzobispo y el hermano Pablo.

Tanto el Salón del Trono como la amplia sala de Cuadros acogieron las incontables coronas y ramos de flores que fueron llegando al Arzobispado durante toda la tarde y bien entrada la noche. Entre ellas las de los ayuntamientos de Sevilla, Guadalajara y Medina de Rioseco, instituciones de la provincia, hermandades, instituciones civiles y religiosas. En esta estancia, que contiene una pinacoteca de incalculable valor, atendió monseñor Saiz Meneses a los periodistas, a quienes relató los últimos instantes de vida del cardenal, que pudo vivir en primera persona en una habitación del Hospital Universitario de Guadalajara, junto al hermano Pablo y al hermano Luis Miguel, este último superior general de los Franciscanos de Cruz Blanca. «Se fue apagando poco apoco, se fue en paz», subrayó el arzobispo.

Mañana viernes se volverá a abrir la capilla ardiente a las ocho de la mañana. Una hora después se espera la visita del Cabildo Catedral, cuyos miembros orarán ante el féretro del cardenal antes de la Misa de Coro.

 


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