Escuchar con el corazón | Carta dominical del Arzobispo de Sevilla
Escuchar con el corazón
Celebramos hoy la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y el papa Francisco, nos hace una llamada con toda firmeza: “¡Escuchen!”. Es que “la pandemia ha afectado y herido a todos, y todos necesitan ser escuchados y consolados” por lo que “escuchar también es fundamental para una buena información”.
La escucha es esencial para la comunicación, es condición indispensable para que pueda producirse un diálogo auténtico. Escuchar no es lo mismo que oír. Oír es un acto natural, inconsciente, que se realiza sin esfuerzo; es captar a través de los oídos una serie de sonidos que se producen a nuestro alrededor, que, cuando no tienen un significado previo, vienen a resultar simple ruido. En cambio, escuchar es la capacidad de dar sentido e interpretar lo que entra por los oídos; escuchar es algo que se hace intencionadamente, de forma selectiva, prestando atención a lo que nos interesa de verdad. Habitualmente no decidimos lo que nos toca oír, pero sí decidimos a quién queremos escuchar y lo que queremos escuchar.
Ahora bien, escuchar de verdad no es una tarea fácil. Significa atender íntegramente a la persona que nos habla, sin interrumpirla, sin juzgarla. Saber escuchar es una prueba de respeto y aprecio, es todo un arte. Aparentemente puede parecer pasividad, inacción, pero es justamente lo contrario; se trata de un ejercicio que conlleva un gran esfuerzo de autocontrol y que requiere mucha paciencia y constancia; porque comporta atender las razones del otro, sin alterarlas ni manipularlas, con una actitud receptiva, recibiendo y entendiendo sus gestos y palabras.
En la vida siempre es de agradecer una palabra conveniente o un detalle de afecto, pero se agradece más todavía que se nos escuche a fondo y sin prisas cuando necesitamos desahogarnos o consultar cuestiones importantes. Cuando el agobio nos atenaza o hemos de tomar una decisión trascendental para nuestro presente o para el futuro, necesitamos que se nos escuche en profundidad y en extensión. Vivimos en un mundo de prisas, de estrés, de competitividad extrema, en el que queda poco tiempo para el silencio, para la reflexión, para la escucha serena, para el diálogo fecundo. Resulta difícil en todos los ámbitos: en las familias, en los trabajos, en los diferentes ambientes. Como señaló el escritor y científico alemán Johann Wolfgang Goethe, “hablar es una necesidad, escuchar es un arte”.
Por eso, si consideramos que es muy importante saber hablar, más todavía lo es saber escuchar. Si existe el arte de la palabra, de la exposición de los argumentos, del debate de las ideas, y ciertamente tiene mucha importancia, más importante todavía es el arte de la escucha. El camino para conocer a fondo a las personas es saber escuchar en profundidad. Es entonces cuando, más allá de los datos externos, descubrimos las razones profundas y los caminos escondidos, porque llegamos a conocer el corazón de las personas.
Hemos de ejercitarnos en el arte de escuchar, ya sea en las relaciones humanas, ya sea en los procesos de acompañamiento. Y no hemos de olvidar una actitud muy importante, imprescindible para poder escuchar: la humildad, la discreción, la superación del protagonismo, de todo tipo de narcisismo que pueda desviar el foco del proceso. Si no se supera el egocentrismo, siempre acecha el peligro de acabar explicando la propia vida y escuchándose a uno mismo en lugar de escuchar al otro, y en lugar de mantener una actitud de escucha del Espíritu Santo, que, en definitiva, es quien ha de guiar nuestra vida y la vida de la Iglesia. Pidamos al Señor, como el rey Salomón, que nos conceda un corazón capaz de escuchar.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla