Eduardo M. Clemens, delegado diocesano de Misiones: “Para ser misionero hacen falta tres cosas: radicalismo de opción evangélica, discernimiento y una formación para la inculturación”
Eduardo Martín Clemens es el delegado diocesano de Misiones en Sevilla, una responsabilidad que le permite conocer de cerca la realidad en las tierras de misión, así como las iniciativas o las dificultades que viven los misioneros enviados desde nuestra diócesis.
De ellos, Martín Clemens destaca su ardor apostólico e invita a jóvenes, familias, laicos y consagrados a interrogarse sobre la posibilidad de entregar su vida a Dios como misioneros.
¿Es Sevilla una diócesis con muchos misioneros repartidos por el mundo?
Actualmente son alrededor de 130 los misioneros que han sido enviados de nuestra Archidiócesis y se encuentran sirviendo repartidos en los cinco continentes.
Si bien, los destinos principales son tierras de misión de América Latina y de África, que últimamente tienen un atractivo muy fuerte. Algunos están en Asia, porque han mostrado un especial interés por Japón y China. Y finalmente hay nuevas áreas y realidades de misión en lugares más escondidos por los que optan también algunos misioneros.
¿Qué perfil tienen estas personas?
La mayoría son religiosas y religiosos, aunque últimamente ha aumentado el número de familias tanto del Camino Neocatecumenal como de parroquias o movimientos que optan por pasar una temporada en tierras de misión.
En cuanto a las edades, en general es muy avanzada. Ciertamente, antes la edad media era entre 45 y 60 años, pero ahora ha subido.
Por su parte, los jóvenes suelen realizar misiones ad tempus.
Viendo estos perfiles, ¿cree que ser misionero es una vocación a la que todos estamos llamados o que está reservada solo a unos pocos?
Creo que esta vocación no está reservada solo a unas pocos, sino que la llamada a la misión es universal, porque como bautizados somos enviados; es la Iglesia la que envía.
Sin embargo, es cierto que hay una vocación específica de radicalidad; un momento en el que el ser humano se interroga dónde debe estar y qué le pide el Señor en estos momentos. Cuando uno se plantea la posibilidad de ser misionero, de dar el salto para cruzar a la otra orilla y trasladarse a otro continente, es porque antes ha estado comprometido en su parroquia. Es decir, quien no esté aquí comprometido con la evangelización, difícilmente se interrogará sobre esto, y si lo hace en un momento de euforia o de espiritualidad profunda, este salto le costará mucho o será poco perseverante.
Aunque todos estemos llamados a esta vocación, ¿para ser misionero es necesario disponer de una formación específica?
En mi opinión, hacen falta tres cosas: cierto radicalismo de opción evangélica, un discernimiento y una formación para la inculturación. En cuanto a esta última, es verdad que el Evangelio es el mismo para todos, pero el auditorio es distinto, su realidad comunitaria y cultural es diferente también.
Igualmente, hay que tener en cuenta que el que va evangelizar va a anunciar a Cristo con obras y con palabras. No puede haber dicotomía entre el compromiso social –enfermería, enseñanza, trabajo…- y la parte explícita del Evangelio. Es decir, el evangelizador no hace diferencia entre lo que es entregar la vida y gastarse las rodillas en el sagrario, rezando y animando a la comunidad.
Durante el año, los cristianos tenemos varias citas que nos recuerdan que debemos orar y colaborar económicamente con las misiones (Infancia Misionera, DOMUND, Día de las Vocaciones Nativas…). ¿Somos los sevillanos generosos en estas jornadas?
Sí, por supuesto que hay mucha generosidad, en especial en las campañas más fuertes: DOMUND y la Infancia Misionera. Otras como las vocaciones nativas o el día de los catequistas nativos y del IEME son más flojitas económicamente. Sin embargo, me gustaría destacar que cada vez son más los sacerdotes y parroquias que toman conciencia de lo que suponen estas jornadas de oración. Por ello, organizan vigilias y la liturgia se ve impregnada del esquema misionero.
Estas citas nos recuerdan el ora et labora y son importantes. Pero a veces necesitamos otros eventos que sirvan de revulsivo. En este sentido, recientemente hemos vivido la beatificación de Pauline Jaricot, una laica que da pie a la propaganda fide y ayuda con sus propios recursos a las tierras de misión.
Necesitamos más testimonios así porque hay una penuria de vocaciones misioneras. Los prelados se esfuerzan y hacen llamamientos de mil maneras y mil formas, pero sigue sin ser suficiente.
¿La Delegación diocesana de Misiones desarrolla algún proyecto propio en las tierras de misión?
Hay un proyecto propio en sueño, está casi aprobado, el problema es dónde y cuándo llevarlo a la práctica porque hace falta una inversión grande.
No obstante, yo estoy convencido que a nuestra diócesis le hace falta un revulsivo de la misión ad gentes. Esto reclama y requiere un compromiso y un proyecto propio de hermanamiento con otras diócesis más necesitadas.
La Diócesis de Toledo, por ejemplo, acompaña a prelaturas empobrecidas y sin clero; las sostiene económicamente y con sus propios sacerdotes. Para nosotros es un espejo donde mirarlos.
¿Podemos ser misioneros desde casa?
Claro que sí. Actualmente hay un plan muy bonito sobre los enfermos misioneros que desde el dolor y el sufrimiento ofrecen su situación por las misiones. También llevamos a cabo la campaña Reza un rosario diario por los misioneros. Te aseguro que esta oración se percibe y se nota en las tierras de misión, manifestándose en un gran ardor apostólico.
Además, comenzamos el año pasado el taller de formación, que da frutos lentamente. En él participa un grupito constante y fervoroso de personas y también algunos sacerdotes que colaboran en su formación.
Esta consiste, en primer lugar, en conocer el lugar donde se va y en la inculturación; también hay que ser consciente de que la misión conlleva un riesgo, pero este vale la pena. En definitiva, es una obra del Espíritu que transforma los corazones y los hace generosos.
Finalmente, tenemos otro proyecto de animación misionera en nuestra diócesis. Se trata de la obra de teatro ‘Misionero imposible’, que se ha estrenado hace poco y que ha tenido tanto impacto que nos han pedido representarla en Huesca y en una diócesis de Latinoamérica. Igualmente, ya están cerrándose algunas representaciones más en Sevilla de cara al próximo curso.