Virgen del Rosario, Iglesia de San Pablo y Santo Domingo, Écija.
Écija fue la primera ciudad del mundo que consagró el mes de octubre al Rosario, por iniciativa del dominico fray José María Peralta en 1867, idea que el papa León XIII extenderá a toda la Iglesia en 1883. Por ello, en este mes de octubre traemos hoy una de las más valiosas imágenes de esta advocación de cuantas se veneran en nuestra Archidiócesis: la del Convento de San Pablo y Santo Domingo.
Erigido en 1383, el Convento de San Pablo y Santo Domingo es la primera fundación dominica en la provincia de Sevilla, y existen noticias de que ya existía una cofradía del Rosario en 1518. La iglesia, de tres naves, data de finales del siglo XVI, aunque reformada en el XVII y en el XVIII.
A los pies de la nave del Evangelio de la iglesia de este convento se alza la Capilla del Rosario, finalizada en 1761, presidida por el magnífico retablo considerado como la obra cumbre del rococó astigitano, en cuyo camarín central se encuentra la imagen de la Virgen del Rosario, que data de principios del siglo XVI, relacionándose con el círculo de Pedro Millán, más concretamente con su hijo Juan Millán.
La Virgen del Rosario aparece de pie, sosteniendo en su brazo izquierdo al Niño Jesús a quien le acerca su mano derecha como entregándole un pequeño fruto que su Hijo recoge con su mano diestra, mientras en la izquierda sostiene un pajarillo, símbolo del alma cristiana. Ambos presentan los cabellos dorados, y el rostro de la Virgen, que aparece enmarcado por un velo blanco con el filo dorado anudado en el cuello, muestra serenidad y ensimismamiento, en contraste con el gesto risueño del Niño.
El conjunto presenta una acusada verticalidad y gran elegancia y viene caracterizado por el color dorado de las vestiduras que visten tanto la Virgen como Jesús, contrastando con los colores rojo y verde que presentan el envés del manto de la Madre y de la túnica del Hijo respectivamente. Ésta ultima se recoge en la cintura del Niño por medio de un cíngulo blanco decorado con rayas.
En esta obra se distingue el naturalismo propio del final del gótico, que deja vislumbrar ya la novedad del renacimiento, apareciendo como una evolución del modelo de esculturas como la Virgen del Pilar de la Catedral de Sevilla, obra en barro cocido y policromado de la que es autor Pedro Millán, cuya firma aparece en la peana.
La Virgen del Rosario ha sido restaurada recientemente por María del Valle Rodríguez Lucena, intervención que ha recuperado y consolidado la policromía original, que se encontraba oculta bajo repintes y repolicromías posteriores, y además se ha llevado a cabo la desinsectación y consolidación del soporte y limpieza de todo el conjunto, así como la eliminación de algunos elementos no originales como los zapatos del Niño, dejando a la vista sus pies policromados.
Antonio R. Babío
Delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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