La Iglesia de Santa Clara de Sevilla (III): retablo de la Inmaculada Concepción
Además del retablo mayor, Martínez Montañés es el autor de los cuatro retablos laterales de la Iglesia de Santa Clara, dedicados a San Francisco de Asís, San Juan Bautista, San Juan Evangelista y la Inmaculada Concepción. Éste último es el que presentamos en esta ocasión.
Situado en el muro del Evangelio, en la zona más cercana al presbiterio encontramos este retablo presidido por la imagen en madera tallada y policromada de la Inmaculada Concepción de María, obra de Martínez Montañés realizada en 1623, anterior por tanto a la Cieguecita, tallada entre 1629 y 1631. La del Convento de las clarisas presenta mayor monumentalidad, si bien también adquiere facciones de menor dulzura que la que se venera en la Catedral, con la que comparte la mirada baja, llena de humildad y recogimiento, destacándose además la larga cabellera que le cae por ambos hombros. Aparece con las manos unidas en oración dirigidas levemente hacia su izquierda, bajo las cuales recoge el manto azul notándose su pierna izquierda adelantada bajo la túnica blanca. Bajo sus pies se descubre la media luna con las puntas hacia arriba sobre una nube con dos cabezas de angelitos. Como señalan los expertos, esta imagen tardomanierista deja entrever ya el estilo más naturalista propio de los primeros años del Barroco.
El altar por su parte presenta la tipología de retablo-tabernáculo rematado por un ático, siendo indudable obra del maestro de Alcalá la Real, y junto con los otros tres retablos laterales fue realizado entre 1621 y 1626. Presenta una bellísima composición arquitectónica con dos columnas de capitel corintio enmarcando la hornacina central donde se ubica la Inmaculada, en cuyo intradós aparecen representados los símbolos de la letanía lauretana, mientras que en su fondo están pintados los rayos de luz que parecen salir de la Virgen, en alusión al vestido de sol que viste la mujer del capítulo 12 del libro del Apocalipsis. Un frontón curvo partido, sobre el que se recuestan dos figuras femeninas alegóricas que simbolizan las virtudes, enmarca el relieve que representa la escena de los Tallos o los Lirios, obra de Francisco de Ocampo fechada en 1633. Representa a los padres de la Virgen, San Joaquín y Santa Ana de cuyos corazones brotan sendos tallos que se unen en una flor sobre la que aparece una delicada imagen de la Purísima Concepción que repite el modelo de la imagen que preside el retablo.
Fotografías de Carlos Roncero Mesa.
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