Ordenaciones diaconales y presbiterales: “La felicidad que se siente al decir sí a Dios es incomparable”

Ordenaciones diaconales y presbiterales: “La felicidad que se siente al decir sí a Dios es incomparable”

El comienzo del curso a la vuelta del verano trae consigo una cita muy esperada en la agenda diocesana. Nos referimos a las ordenaciones sacerdotales, que venían a coincidir con el ingreso de los nuevos seminaristas. Este año se ha hecho coincidir la ordenación de cuatro sacerdotes con la de otros cuatro diáconos, dos de ellos procedentes del Seminario Redemptoris Mater. Son savia nueva para el clero diocesano, ocho jóvenes que han recibido una formación adecuada durante seis y cinco años, respectivamente, y que suponen un motivo para la esperanza en medio de una sociedad necesitada de un testimonio creíble de fe, entrega y servicio.

La Catedral de Sevilla se llenará la mañana del 16 de septiembre para recibir, a partir de las once de la mañana, a los ocho jóvenes que serán ordenados presbíteros y diáconos. Los precedentes así lo aseguran. Se trata de una de las ceremonias más esperadas del año, con una rica liturgia cargada de simbolismo, como corresponde a la bienvenida que la Iglesia ofrece a los nuevos ordenados.

Los nuevos diáconos son Fernando Martín, Andrés Rodríguez, Camilo Castillo y Moisés Benavides. Los dos últimos han recibido su formación en el Seminario Redemptoris Mater. Por otro lado, Germán Carrasco, Manuel Franco, José Pablo Hoyo y Julio Sánchez, serán ordenados sacerdotes por el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz.

Todos ellos tienen muy claro cuándo fue el sí definitivo a esa vocación que les rondaba con compañeros de viaje que nunca les soltaron de la mano. Alguno, como es el caso del futuro diácono Fernando Martín, concreta ese momento en una fecha exacta: “En el grupo joven de mi parroquia fui descubriendo la vocación sacerdotal, y en una misa de inicio de curso pastoral, el 4 de octubre del 2012, durante la consagración, sentí que todo encajaba y tenía sentido”, recuerda. Germán Carrasco será ordenado sacerdote y, como tantos otros, relaciona el crecimiento vocacional en el seno de su hermandad, la de la Esperanza Macarena. Ve un filón en las hermandades y le gustaría que “sigan incidiendo en el primer anuncio de Cristo y sean verdaderos hogares donde cada hermano persevere en el seguimiento al Señor”.

Pero la llamada llega cuando, cómo y dónde Dios quiere. Andrés Rodríguez, futuro diácono, reconoce que “Dios me llamaba, pero no me daba cuenta o no quería. Un día, mientras visitaba a un familiar hospitalizado, vi a un capellán repartiendo la comunión a enfermos, y me pregunté: «¿por qué no acercar a Dios a los demás, como sacerdote?» Y así comenzó esta aventura”. En el caso del próximo sacerdote Julio Sánchez, todo comenzó en un convento de clarisas, en Zafra (Badajoz). Participaba en una campaña de restauración de obras de arte, y tras el almuerzo solía subir al coro alto: “Uno de esos días sentí el abrazo de Dios. A partir de ahí, nada fue lo mismo”.

Vocaciones surgidas del Camino Neocatecumenal

El almeriense Moisés Benavides ha recibido, junto a Camilo Castillo, la formación previa a su ordenación diaconal en el Seminario Redemptoris Mater. Creció en la fe en el seno de una familia del Camino Neocatecumenal y sintió que Dios le llamaba a seguirlo “de una forma diferente” en la JMJ de Río de Janeiro. Ahora que encara los últimos días previos a la cita en la Catedral, afirma que “ser sacerdote es el mayor don que Dios nos puede regalar, es algo que nos supera por su grandiosidad”.

 

El itinerario de Camilo en su proceso de formación da para una guía de viajes. Estuvo un año entero en Jordania, un mes en Bahréin (Emiratos Árabes), cuatro meses en Panamá y algún tiempo en Israel sirviendo a la evangelización de las iglesias locales en comunión con el Patriarcado Latino de Jerusalén. En Sevilla ha participado en la dinámica pastoral de las parroquias de La Sagrada Familia y La Inmaculada Concepción.

Incertidumbre, ilusión, alegría…

La cercanía de la fecha de la ordenación acrecienta los nervios. José Pablo Hoyo, seminarista de último curso, siente “una mezcla de incertidumbre y respeto, ilusión y alegría, sobre todo por el gran bien que se puede hacer desde las diferentes tareas pastorales”. Por su parte, Manuel Franco, que será ordenado presbítero, se detiene en “una especie de vértigo por el don tan grande e inmerecido que el Señor va a poner en mis manos, para servir a su Iglesia”. Aunque tiene profunda confianza “en el amor y gracia de Dios”, está seguro de que “Él no me dejará sólo e irá por delante en esta hermosa aventura”.

Julio Sánchez admite que “vivimos unos tiempos en que los que Dios intenta ser desterrado de la vida pública; no vivimos en una cultura cristiana”. El reto, a su juicio, pasa por “presentar con entusiasmo el Evangelio, como mensaje de liberación y esperanza”. De hecho, está profundamente convencido de que el hombre está más sediento que nunca, “y esa sed -afirma- solo la sacia Jesucristo”.

La etapa del Seminario

Los años vividos en el Seminario han dejado una profunda huella en todos ellos. Andrés fue descubriendo lo que Dios quería para él a través del estudio, la formación espiritual, las pastorales, teniendo como centro de su vida la Eucaristía diaria. Fernando, por su parte, valora especialmente “la transparencia, cercanía y paternal preocupación de los sacerdotes encargados de la formación”. Julio, por su parte, subraya que la experiencia diaria en este centro diocesano sirve para, de momento, “que se vengan abajo muchos prejuicios”. “El Seminario está habitado por personas de carne y hueso, personas que tienen la valentía de seguir los pasos del Señor, esto ya es un milagro”, subraya.

Muy importante para los futuros sacerdotes ha sido la experiencia pastoral del último año. La de Andrés fue en la parroquia de El Pedroso, donde “pude conocer cómo es la vida de un sacerdote donde es enviado, y las realidades que puedo encontrar en una parroquia”. En el caso de José Pablo, su experiencia como diácono le ha enriquecido la administración de los sacramentos, colaborar desde la pastoral la salud, el servicio a los más necesitados a través de Cáritas parroquial y la atención a grupos apostólicos y hermandades. “Me llena de ilusión poder servir y realizarlas a través del ministerio sacerdotal”, afirma. La visita a los enfermos ha sido uno de los descubrimientos del ecijano Manuel Franco en su etapa diaconal. Reconoce que esta visita es “propicia ocasión para el anuncio del Evangelio en un momento de fragilidad para ellos”. Además, valora el servicio que se presta a los familiares del enfermo, “y hasta puede cambiarles la percepción negativa de la Iglesia que a veces tienen”.

“No estamos solos”

En el ejercicio del sacerdocio, Germán subraya otro aspecto quizás menos recordado: la fraternidad presbiteral. “No estamos solos -afirma-, entramos a formar parte de un ‘colegio’, el de los presbíteros, y todos, pese a nuestras diferencias, compartimos el ser uno en Cristo. Compartimos una misión, realizada en diferentes realidades de la Archidiócesis”, señala.

La Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) es una ocasión muy propicia para el florecimiento de nuevas vocaciones. Andrés, señala aquí otro desafío no menor para los sacerdotes: “Ayudar a los jóvenes a descubrir a Dios en sus vidas”. Para Camilo, “ser sacerdote es estar disponible”. Una disponibilidad que va desde la actividad sacramental hasta la guía espiritual, cuidando de forma especial la celebración de la Eucaristía.

A nadie se le escapan las dificultades de una vida entregada de lleno a Dios y a los hombres. Pero el futuro no tiene por qué escrutarse en clave de riesgo. Manuel Franco anima a los jóvenes que sienten esta llamada “a ver como normal el miedo a perder familia, amistades, comodidades, etc”. Y les asegura que “la felicidad que se siente al decir sí a Dios es incomparable”. “Los llamados al sacerdocio vemos cómo el Señor recompensa con el ciento por uno, sin dejarse ganar en generosidad”, concluye, convencido de que la etapa que comienza el próximo 16 de septiembre supone la aceptación esperanzada del plan de Dios en él. Como afirma Camilo Castillo (asienten todos), “para Dios nada es imposible”.


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