Archidiócesis de Sevilla, la casa de todos
10.501 bautizos, 14.338 confirmaciones, 12.901 primeras comuniones o 2.885 matrimonios celebrados el pasado año. Estas cifras son algunos de los argumentos que esbozan el rostro visible de una Iglesia, la local, la diocesana de Sevilla, que hace realidad la casa de puertas abiertas, el hospital de campaña al que tantas veces hace referencia el papa Francisco. El 12 de noviembre, la Iglesia ofrece las cifras y testimonios que hablan a las claras de una comunidad viva, que celebra la fe, está atenta a las necesidades de sus miembros…, y es alegre por vocación.
De la abundancia del corazón habla la boca, y ahí están los datos de una ingente actividad pastoral, una presencia imprescindible en la parcela educativa, la enorme aportación cultural que redunda en la sociedad y una actividad caritativa y asistencial que supone la tabla de salvación de una cifra cada vez más grande y preocupante de personas. Todo ello se concreta en miles de laicos comprometidos en diversos proyectos eclesiales, sacerdotes diocesanos, misioneros -muchas familias en misión-, catequistas, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas de vida activa y contemplativa.
Pero más allá de las cifras, que son elocuentes, la vitalidad de la Iglesia Diocesana queda patente en los testimonios de quienes se sienten parte de una gran familia que vive y comparte la fe. Al frente de la misma está el arzobispo, monseñor José Ángel Saiz, que desde el pasado 1 de abril cuenta con la ayuda inestimable de dos auxiliares, monseñor Teodoro León y monseñor Ramón Valdivia. En su carta con motivo de esta jornada, don José Ángel subraya una virtud, a su juicio decisiva, para explicar nuestra condición de hijo de la Iglesia: la alegría. Recuerda la importancia de un referente reciente, la Jornada Mundial de la Juventud, para marcar cuál debe ser la actitud de los fieles diocesanos en su relación con la Iglesia y la sociedad locales. “Allí donde damos testimonio de nuestra fe con alegría, crece el sentido de pertenencia y de familia”, afirma.
“Testimonio gozoso de nuestra fe”
De hecho, el lema de la jornada –‘Gozosos de nuestra fe’– remarca ese aspecto, y el arzobispo destaca que este día va más allá de una fecha importante en el calendario eclesial, es mucho más que una ocasión para recordar la necesaria coherencia de le fe profesada. “El día de la Iglesia Diocesana -añade- nos invita a vivir y compartir como familia el testimonio gozoso de nuestra fe”.
Esa alegría que se deriva de una fe comprometida se traduce en obras, en una predisposición, en una actitud. Constantino Rodríguez, seglar claretiano y secretario del Consejo Diocesano de Pastoral, percibe esa actitud, una actitud contagiosa, a su alrededor. Afirma que se siente Iglesia Diocesana cuando descubre a su alrededor “personas, rostros muy concretos, quizás con una sensibilidad diferente a la mía pero que viven apasionadamente el anuncio del Evangelio”.
“Unidos en el mismo ideal”
“La Iglesia Diocesana es el espacio en el que puedo caminar con otros hermanos”. Este es el testimonio de Encarnación Espinosa, miembro del Movimiento de los Focolares. A su juicio, todos, cada uno con su carisma y su forma de ver la vida, “todos están unidos en el mismo ideal”, que no es otro que “llevar el Evangelio al mayor número posible de personas”. Encarnación se refiere concretamente a la Archidiócesis, a la que denomina “casa de todos”, y “el lugar concreto donde Jesús me sigue llamando para que le diga mi sí”, un sí que trata de concretar diariamente con todas las personas con las que se relaciona.
Fernando Parra ha sido presidente diocesano del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, partícipe de muchas iniciativas diocesanas. Quizás por ello, tiene una visión amplia de lo que significa la diócesis, la Iglesia local, en la vida de tanta gente. Siente la Iglesia Diocesana como una familia, “hermanos que caminamos juntos y vamos hacia una misma meta”. Reitera que “la fe en Jesucristo sólo es posible cuando caminamos juntos”. A lo largo de su vida ha comprobado que “esta comunidad está compuesta por hombres y mujeres, pecadores como yo, de toda condición”, y que todos tenemos “un don y una tarea que hacer”.
“He sentido su maternidad”
Una parcela no tan conocida de la vida diocesana es la que se ubica en el interior del Palacio Arzobispal. Allí se ubica la curia diocesana, una instancia que Ana Capote conoce bien. Colaboradora de la Delegación de Medios de Comunicación Social, ha podido conocer dentro y fuera del Arzobispado a “sacerdotes generosos y entregados que nos ayudan a crecer en la fe, como una gran familia -subraya- donde cada uno aporta lo que tiene”. Para ella, las distintas instancias de la curia que se ocupan de la gestión de áreas concretas (pastoral familiar, catequesis, apostolado seglar, pastoral juvenil, penitenciaria, etc) son “como esa madre que siempre está ahí, dispuesta a tender la mano a quien lo necesite sin dejar a nadie atrás, contando con laicos generosos con su tiempo”. Se siente Iglesia Diocesana “porque he sentido su maternidad”, resume.
Responder a la llamada del Señor es asumida por muchos fieles como un privilegio. Es la respuesta de Rocío del Nido, coordinadora provincial de los Salesianos Cooperadores, a la pregunta de por qué se siente miembro de la comunidad diocesana. Desde su carisma salesiano sirve a la juventud y a las personas necesitadas, y le llama la atención “la cantidad de carismas y la riqueza de matices que se desbordan en una religiosidad popular increíble”.
Monseñor Saiz alude a la JMJ como vivo ejemplo de lo que significa “caminar juntos”. La alegría que la transmitieron los jóvenes durante aquellos días en Lisboa son una viva expresión del “trabajo callado y constante” de “cuantos abren cada día las puertas de sus parroquias, salones y templos de nuestra Archidiócesis”. A todos ellos les agradece su dedicación y entrega, y a los fieles les recuerda que nada sería posible sin la aportación, también económica, de cada uno en la medida de sus posibilidades.