El convento del Santo Ángel acoge la muestra ‘La Cuaresma en clausura’
El tiempo de Cuaresma es el más intenso en la vida de la Iglesia, no solo se vive en los templos y en las calles de nuestras ciudades, sino también en el silencio de las clausuras conventuales. Esta muestra que organiza el Museo del Santo Ángel quiere mostrar al público las prácticas penitenciales y las devociones que recorrían los claustros y los tránsitos de los espacios conventuales durante la Cuaresma y la Semana Santa.
El salmo De profundis, Desde lo hondo a ti grito Señor, Señor escucha mi voz da título a esta muestra en la que se puede ver en torno a sesenta obras proceden de clausuras de las carmelitas descalzas y se muestran por primera vez al público. La exposición estará abierta al público hasta el 27 de marzo.
Entre las piezas destacan imágenes de pequeño tamaño, “nacidas para la devoción en el oratorio o en las hornacinas de los claustros”, señala el comisario Juan Dobado, OCD. Resalta también un Calvario de escuela castellana del siglo XVIII, la pequeña imagen de Jesús Caído o el Cristo de la Humildad, de la escuela de Malinas, de finales del siglo XV o comienzos del XVI.
En esta línea, aludiendo a la cruz, “símbolo de la Cuaresma”, presentan obras como un Cristo de escuela italiana del siglo XVIII o un crucifico en marfil filipino del segundo tercio del siglo XVII, con cruz de ébano donde aparecen tallados racimos de uvas.
Por otra parte, se exponen ejemplos de Dolorosas, de estética castellana, que “aportan el dramatismo del dolor en la Virgen, así como algunas pinturas, donde destaca la tabla de la Piedad, de escuela flamenca del quinientos, nueva donación al Museo del Santo Ángel. La Virgen sostiene al Hijo en sus brazos, ayudado por San Agustín y San Nicolás de Tolentino”, explica el comisario.
Otras piezas ponen de relieve “la piedad sencilla” son las cruces pintadas o el original Viacrucis pintado sobre tabla del siglo XVIII, “destinado a los tránsitos del convento, donde las religiosas podían hacer en privado las estaciones como ejercicio de piedad individual”. Del catálogo se centra también en “las entrañables imágenes de los Niños de Pasión, como el Buen Pastor, el Nazareno o Niño en Meditación, obras de los siglos XVI al XVIII”. Al respecto, añade Dobado, “las pequeñas tallas de los Niños pasionarios poblaban los conventos cargando con la cruz o con los instrumentos de la pasión, o sentados en meditación en la roca del Calvario”.
La exposición se completa con elementos y ornamentos litúrgicos propios de este tiempo y con pequeños objetos relacionados con las penitencias como las disciplinas, de cuerdas o de pinchos, así como los cilicios que los religiosos y religiosas podían llevar siempre con permiso del prior o de la priora.
En este sentido, matiza el comisario de la muestra, “las disciplinas en comunidad eran los lunes, miércoles y viernes, en el De profundis o en el antecoro. Las penitencias eran comunes igualmente a las cofradías que llevaban sus disciplinantes o flagelantes. Los ayunos marcaban también el tiempo de Cuaresma, aunque algunas órdenes, como el Carmelo Descalzo, ayunaba desde la Exaltación de la Cruz hasta la Pascua de Resurrección, así como la abstinencia de carne durante todo el año”.