En camino hacia la Pascua (24/03/2024)
Hemos llegado a la celebración de la Semana Santa del año 2024, que comienza con el Domingo de Ramos; es un itinerario espiritual que estamos llamados a vivir con toda la profundidad, con toda la intensidad de nuestra fe. Lo iniciamos este domingo acompañando al Señor en su subida a Jerusalén; y le aclamaremos como aquella multitud que gritaba: “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel! ¡Hosanna en el cielo!” La bendición de las palmas y la procesión nos recuerda la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén y aquella acogida entusiasmada que tuvo por parte de la gente buena y sencilla. Nosotros actualizamos aquel evento y también aclamamos y acompañamos al Señor con sentimientos de entusiasmo y de alegría.
Jesús es aclamado como Mesías al entrar en Jerusalén, pero llevará a cabo su mesianismo por el camino del servicio, de la entrega, de la inmolación de sí mismo en la cruz. Así lo hemos contemplado desde el inicio de la Cuaresma. En el domingo de Ramos se armonizan los sentimientos de alegría rememorando su entrada triunfal en Jerusalén con el dramatismo de la lectura de la Pasión. En cuanto a la alegría de las palmas, hago desde aquí un llamamiento a que mantengamos vivas nuestras tradiciones religiosas, y por eso animo a los niños y jóvenes, a las familias enteras, a vivir ese momento de aclamación, de alabanza y agradecimiento al Señor.
El Martes Santo, a las 11 h., celebraremos en la Catedral la Misa Crismal, en la que se bendicen el santo Crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de los enfermos. Estos óleos se usarán para los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, las Ordenaciones sacerdotal y episcopal, y la Unción de los enfermos. Durante la Misa Crismal tiene lugar también la renovación de las promesas sacerdotales; cada sacerdote renueva los compromisos que asumió el día de su Ordenación, para consagrarse totalmente a Cristo en el ejercicio del sagrado ministerio al servicio de los hermanos. Es muy importante que el pueblo fiel y los miembros de la vida consagrada acompañen a los sacerdotes en esta celebración.
El Jueves Santo nos introduciremos en el Cenáculo, donde el Señor celebra la Cena pascual con sus discípulos. Es el día en que se conmemora la institución de la Eucaristía y del sacerdocio ministerial; también recordaremos el mandamiento del amor fraterno y la actitud de servicio a los hermanos. Repetir el gesto de Jesús de lavar los pies a los discípulos es para nosotros una invitación que nos ha de llevar al compromiso de vivir la actitud y la práctica del servicio, que ha de ser un distintivo del cristiano.
Siguiendo el itinerario, llegamos al Viernes Santo, y nos situamos junto a la cruz de Jesús. Conmemoraremos la Pasión y la Muerte del Señor y adoraremos a Cristo crucificado. Contemplamos cómo Jesús acepta la voluntad del Padre y se entrega por la salvación de todos los hombres; meditamos y agradecemos que Dios mismo ha asumido el dolor humano en su Hijo, haciéndolo instrumento de salvación. Adoramos la cruz, porque es nuestra única esperanza y porque sabemos que la cruz de Cristo y nuestra cruz, no son la última palabra de Dios sobre el mundo, porque la última palabra es la Resurrección, la victoria sobre la muerte y el pecado.
El Sábado Santo es un día para la contemplación y la oración, esperando la noticia gozosa que Jesús vive para siempre y está con nosotros para darnos vida y esperanza. Lo vivimos en la celebración gozosa de la Vigilia Pascual y de la Pascua de Resurrección. Queridos diocesanos: que viváis la Semana Santa con intensidad, con devoción, con amor, de la mano de María Santísima, para recibir todo el fruto que el Señor os quiere conceder.
+ José Ángel Saiz Meneses
Arzobispo de Sevilla