Félix Quijada, delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria: «Condenamos el pecado, pero amamos al pecador»

Félix Quijada, delegado diocesano de Pastoral Penitenciaria: «Condenamos el pecado, pero amamos al pecador»

La comunidad diocesana se ha actualizado recientemente con la renovación al frente de la Delegación de Pastoral Penitenciaria. Félix Quijada es diácono permanente y sustituye al trinitario Ángel García en una responsabilidad que no supone un reto desconocido dentro de una larga trayectoria de servicio a la Iglesia y la sociedad. Destaca el papel que desempeñan los voluntarios en este ámbito tan especial, y se daría por satisfecho si consiguiera aumentar este contingente humano, implicar a más instituciones y lograr que esta pastoral fuera más conocida dentro de la propia Iglesia.

¿Cómo se presenta el nuevo delegado de Pastoral Penitenciaria?

Soy diácono de la Iglesia, cristiano, y trabajo sirviendo a las personas necesitadas, sobre todo a las que la Iglesia me encomienda.

Acaba de hacerse cargo de la Pastoral Penitenciaria en Sevilla, una responsabilidad que no le resulta desconocida ni mucho menos.

No. Los diáconos, y yo en concreto, llevamos bastante tiempo trabajando en nuestra principal vocación, en el servicio a las personas más pobres y necesitadas. Durante muchos años trabajé en Cáritas Diocesana, en Cáritas parroquial, y desde hace unos cinco años estoy implicado en la Delegación de Pastoral Penitenciaria.

¿Qué le llevó en su día a colaborar en esta pastoral tan específica?

Fue un descubrimiento a raíz de una invitación que me hizo un sacerdote. Yo no lo esperaba, pero, como dice la Escritura, me invitó, fui, conocí, me enamoré de ella y me quedé.

Da la impresión de que se trata de un ámbito que la sociedad relega en ese trastero donde mandamos lo que molesta, lo que no queremos.

Sí. Realmente las prisiones están lejos de las ciudades, están en un sitio apartado, un poco fuera, y por eso para la Iglesia es prioritario trabajar con estas personas que están necesitadas de conocer la alegría de Cristo resucitado y la ayuda de los hermanos. Es una realidad que está de alguna forma relegada, pero para nosotros son Iglesia, porque hay muchos bautizados, muchas personas que quieren conocer a Jesucristo. Aquí también está la Iglesia.

La diócesis cuenta con un importante contingente humano que hace suyo aquello de ‘estuve preso y me visitaste’.

Los voluntarios, hombres y mujeres cristianos, son imprescindibles. Hacen un trabajo diario tanto en los patios, donde les es posible entrar, como en las celebraciones, ayudando en aquello que las Instituciones Penitenciarias consideran que podemos ayudar. También sensibilizando desde fuera.

¿Cuál es el perfil de los voluntarios de Pastoral Penitencia? ¿Necesitan una formación específica?

Sí, estamos tratando con personas que tienen un cariz especial, por eso es bueno que nos preparemos a través de un conocimiento tanto teológico como de las instituciones en las que estamos. Cómo escuchar, cómo atender mejor a estas personas…

¿Hay una rutina de actos religiosos dentro de las prisiones o solo hay misas coincidiendo con las jornadas más señaladas, por ejemplo en Navidad o Semana Santa?

Para nosotros las prisiones son como las parroquias, por hacer una comparación. Eucaristías, reuniones donde se están preparando en la iniciación cristiana, el sacramento de la reconciliación… En fin, los tiempos fuertes se tienen también, y este año queremos hacer la procesión del Santísimo en el Corpus, y hay un montón de celebraciones religiosas. Pero también hay una evangelización que se hace tratando con las personas, con grupos de oración, de catequesis, formación, etc.

Se antoja muy importante la virtud de la escucha…

Sí, muchas veces necesitan ser escuchados. Es muy duro, cuando entra una persona por primera vez en un centro penitenciario, y se da cuenta de la dureza que es vivir en un patio 24 horas al día, 365 días al año. Es importante que escuches a la persona, que seas su amigo, que te pongas a su lado. Porque nosotros, como Iglesia, condenamos el pecado pero amamos al pecador.

¿Ahí entra la labor de enlace que suelen hacer entre el interno y su familia?

Exactamente. Es muy normal que nos pidan que llamemos a su madre o esposa. Pero siempre hay que saber dónde estamos. Es un centro penitenciario, a lo mejor tiene -por eso hay que prepararse- una orden de alejamiento. Pero sí, la familia también es un soporte. Y no solamente la familia. Pensemos en personas que no tienen recursos y a las que la delegación ayuda en sus necesidades más básicas.

¿Qué tipo de relación mantienen con los funcionarios de prisiones?

En líneas generales son muy buenos y colaboradores. Sabemos que hay unas normas que tenemos que cumplir, y si en un momento dado tenemos algún pequeño fallo, que no suele ocurrir, naturalmente nos lo dicen, y lo acogemos. Vemos la situación en la que se encuentra también el trabajador, el funcionario, charlamos de su vida personal, de sus problemas.

¿Con qué ayudas institucionales, dentro y fuera de la Iglesia, cuenta la Pastoral Penitenciaria de Sevilla?

Tenemos la ayuda de Cáritas Diocesana. Y como Iglesia, trabajamos sinodalmente y en relación con las demás delegaciones diocesanas. También hay muchas hermandades que están colaborando, empresas, entidades, fundaciones que ofrecen la gran ayuda de acoger cuando salen, de buscar puestos de trabajo, de preparar espectáculos con los que darles una alegría, etc.

¿Con qué objetivo cumplido daría por bueno su paso por este departamento?

Con que aumentara el número de voluntarios, con que se conociera bien en toda la diócesis y con que hubiera más asociaciones y entidades que se comprometieran en eso tan importante que es ayudar a estas personas a salir de la situación en la que se encuentran.

 


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