Huévar renueva su rostro mariano con la coronación de la Virgen de la Sangre

Huévar renueva su rostro mariano con la coronación de la Virgen de la Sangre

La plaza de España de Huévar se vistió de gala el pasado 8 de junio para un acto que ha entrado con pleno de derecho en la historia de esta localidad al Aljarafe sevillano. El arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz, impuso la corona que labró Fernando Marmolejo en las sienes de la titular de la de la Hermandad del Santo Cristo de la Vera Cruz, María Santísima de la Sangre y Santiago Apóstol, ante miles de fieles y devotos.

“Por su misión excepcional en la obra de la salvación, por ser la Madre de Jesucristo, porque ser verdaderamente Reina”. De esta manera justificaba el arzobispo la decisión de coronar canónicamente a la Virgen de la Sangre, referente devocional de miles de hervenses.

En su homilía, monseñor Saiz se detuvo en el trasfondo familiar de una devoción que ha pasado de padres a hijos. Recordó la misión que tenemos “en la vida, en el mundo, en la Iglesia”, y la ayuda que recibimos de María Santísima de la Sangre para “cumplirla con fidelidad”.

Más adelante señaló que con la coronación canónica “nos comprometemos a que reine en nuestros corazones, en nuestros hogares, en Huévar del Aljarafe, nuestra villa”. Pidió a la Virgen que “nos enseñe a responder con generosidad a la llamada de Dios, a caminar en la fe y la esperanza, a mostrar su amor de Madre especialmente a los que sufren, a los indefensos, a los más necesitados; a defender la vida humana, a servir a los más pobres, los enfermos, los ancianos que están solos; a los niños y jóvenes vulnerables, a las familias rotas; a los inmigrantes, a las personas que no tienen trabajo”.

“Por una sociedad más justa y fraterna”

Hizo también un llamamiento a la solidaridad, y a “trabajar por una sociedad más justa y fraterna”. En la parte final de su alocución, el arzobispo de Sevilla calificó de histórica la jornada, y explicó el significado de una coronación: “Coronar una imagen de María significa aceptarla como Reina de nuestra vida, y acogerla en nuestro corazón como Reina y Madre”.

Concluyó con una invitación a contemplar la imagen de la Virgen: “Ella os conoce, os entiende, os espera, os escucha; ella será vuestro consuelo y esperanza. Cuando estéis cansados y agobiados, ella os reconfortará; cuando el sufrimiento y la oscuridad se hagan presentes en el camino, ella será vuestra luz y guía; cuando estéis alegres y las cosas vayan bien, ella reforzará aún más el gozo y la esperanza”.


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