Año de la Oración: dos representaciones de Santa Teresa de Jesús orando, Convento de San José del Carmen, Sanlúcar la Mayor.
Santa Teresa de Jesús es sin duda un maestra de oración aún hoy para toda la Iglesia que tiene que aprender a llevar a la vida su definición de oración: “tratar de amistad, estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama” (Libro de la Vida, 8,5). Así se refleja en estas dos obras del convento carmelita de Sanlúcar la Mayor.
La primera obra forma parte del retablo mayor del convento, obra contratada en 1676 con el maestro arquitecto y ensamblador de retablos Fernando de Barahona. En el segundo cuerpo, en la calle correspondiente al lado del Evangelio, se halla esta pintura que representa a la santa abulense orando ante Cristo atado a la columna. En efecto, como ella misma relata en el capítulo 9 del Libro de la Vida, la contemplación en la fiesta de Pentecostés del año 1556 de “una imagen de Cristo muy llagado” suscita en ella lo que se denomina su “segunda conversión”, de manera que comienza a superar sus dudas de fe y sus cansancios espirituales. Así ella misma relata: “Pues ya andaba mi alma cansada y, aunque quería, no le dejaban descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen (…). Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe Él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle”. Así podemos ver en esta pintura, en la que hallamos a la santa arrodillada ante la imagen de Jesús atado a la columna, al que mira con devoción, enseñándonos a nosotros a encontrarnos con Cristo transcendiendo las imágenes en nuestra oración.
La otra pintura, se encuentra en el retablo de la Virgen del Carmen, realizado en 1678 y atribuible al ya citado Fernando de Barahona, y enriquece la escena anterior al añadirle otro episodio de la vida de Teresa: el relatado en el capítulo 31 del Libro de la Vida en el que narra las tentaciones que sufría cuando se ponía a orar. Así, contemplamos a la mística carmelita arrodillada con la mirada fija en una pintura de un Ecce Homo que preside una especie de altar con un pabellón con cortinas, mientras parece que se está disciplinando. En segundo término, se distingue un demonio que parece huir espantado ante la imagen de Cristo y otro que se aleja volando de la escena, quedando de relieve de esta manera el poder de la oración ante las seducciones del maligno, de manera que ante la tentación del egoísmo, la soberbia y la indiferencia, la oración nos ayuda a poner a Dios en el centro de nuestra vida.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural
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