Homilía ordenación de sacerdote de los Sagrados Corazones

Homilía ordenación de sacerdote de los Sagrados Corazones

Homilía de Mons. José Ángel Saiz Meneses en la ordenación presbiteral del P. Pablo Bernal Rubio.

Parroquia de los Sagrados Corazones de Sevilla, 22 de junio de 2024.

Lecturas: Is 61, 1-3a; Sal 22; 2 Cor 4, 1-2.5-7; Jn 10, 11-16.

 

  1. Hoy es un día de júbilo grande para la Congregación de los Sagrados Corazones y para nuestra Iglesia diocesana, porque conferiré el Orden del Presbiterado a nuestro hermano Pablo Bernal, miembro de la Congregación, Diácono. Configurado con Jesucristo Buen Pastor, entregará su vida para que las personas que le sean encomendadas en su ministerio lleguen al conocimiento de la verdad, y tengan vida abundante. Queridos hermanos y hermanas que participáis en esta celebración: Padre Provincial; superiores, miembros de la Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y María; sacerdotes concelebrantes, diáconos; querido Pablo, queridos padres y familiares que te acompañan; amigos, feligreses de esta parroquia y de diferentes lugares.

 

  1. Tal como ha sido proclamado en la lectura del profeta Isaías, serás ungido y enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, para curar los corazones desgarrados, para proclamar la libertad a los prisioneros, para consolar a los afligidos (cf. Is 61, 1-2), con las mismas actitudes del Apóstol san Pablo, porque “no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos vuestros por Jesús” (2 Cor 4, 5), porque “llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros” (2 Cor 4, 7). Por eso, también nosotros vivimos contentos en medio de las debilidades, los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque cuando somos débiles, entonces somos Fuertes, porque se manifiesta en nosotros la fuerza de Cristo (cf. 2 Co 12, 10). La conciencia de esta debilidad nos abre a la humildad y a la intimidad de Dios, y es fuente de alegria y esperanza.

 

  1. El evangelio que hemos escuchado forma parte del discurso de Jesús sobre los pastores, y señala tres aspectos del verdadero pastor: da su vida por las ovejas, las conoce y ellas lo conocen a él, y está al servicio de la unidad. En primer lugar, el pastor da su vida por las ovejas. El misterio de la cruz está en el centro del servicio de Jesús como pastor, y constituye el gran servicio que él lleva a cabo, la entrega de sí mismo, y no sólo en un pasado lejano, porque en la Eucaristía se actualiza cada día, y se entrega a nosotros y a todos los fieles. Por eso, la vida sacerdotal ha de estar centrada en la Eucaristía, por la que el sacrificio de Cristo en la cruz se hace presente.

 

  1. Hemos de vivir la celebración de la Eucaristía con toda la intensidad, con toda la fe, con todo el amor, porque nos encontramos con el Señor, que se deja humillar hasta la muerte en la cruz y se entrega a cada uno de nosotros. Es muy importante para el sacerdote la Eucaristía diaria, en la que nos ponemos en manos de Dios y experimentamos que él está presente, nos acoge, nos conforta, nos impulsa. La Eucaristía es la principal escuela en la que aprendemos a dar la vida. Hemos de dar la vida en el día a día, aprender a desprendernos de nosotros mismos, estar a disposición del Señor y de los hermanos.

 

  1. El Señor habla después del conocimiento de sus ovejas: «conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre» (Jn 10, 14-15). En esta frase hay dos relaciones en apariencia diversas, que aquí están entrelazadas: la relación entre Jesús y el Padre, y la relación entre Jesús y las personas encomendadas a él. En nuestro interior debemos vivir la relación con Cristo y, por medio de él, con el Padre.

 

  1. El Buen Pastor es Jesucristo, él es el Pastor verdadero; conoce a sus ovejas una por una, en su situación concreta, las llama por su nombre, y las ovejas reconocen su voz y le siguen. Un conocimiento que libera y suscita la confianza. El conocer del Señor no se refiere sólo a nuestros actos, sino que penetra hasta el fondo del corazón y de las actitudes profundas. Conocer el interior y llamar por el nombre. Nuestro conocimiento de las ovejas no las ha de vincular tanto nuestro pequeño yo privado, sino que las ha de llevar al corazón de Jesús y a crear una verdadera comunidad.

 

  1. Por último, el Señor se refiere a la unidad, que es misión del pastor: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor” (Jn 10, 16). Jesucristo Buen Pastor conoce a cada ser humano y conduce a cada persona a su plena realización. Las guía y conduce por caminos seguros. Él camina delante de las ovejas para mostrarles el camino, para prevenir los peligros, para defenderlas del lobo o del salteador. Él las conduce a verdes praderas donde encuentran alimento, seguridad, vida en abundancia. Su misión concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia tiene una responsabilidad con respecto a toda la humanidad, porque Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).

 

  1. El Señor también escoge a algunos para se ocupen de cuidar de sus ovejas, con corazón de Buen Pastor. En el sacramento de la Ordenación se expresa que el sacerdote es insertado totalmente en Cristo para que en comunión con él lleve a cabo su servicio de pastor. En este ministerio son fundamentales la unión con el Padre y la entrega a las ovejas. Contemplar la oración de Cristo, que vivía totalmente unido al Padre y rezaba larga y asiduamente. Los apóstoles sintieron deseos de rezar al ver a Jesús. Por lo mismo, todo sacerdote està llamado a ser un maestro de oración; y està llamado a una entreega total a las ovejas, conociendo, congregando en la unidad, conduciendo y dando la vida, especialmente a las más pobres y pequeñas, a las más vulnerables, a las que son invisibles a los ojos del mundo.

 

  1. Querido Pablo, hoy es un día muy importante en tu vida, en el camino de amor y de gracia de Dios que te ha llevado a la ordenación sacerdotal. Sigue el ejemplo de Cristo Buen Pastor, que no vino a ser servido, sino a servir hasta dar la vida. Confía plenamente en el Señor y en su palabra. Sin miedo a las propias debilidades o a las dificultades ambientales, porque Cristo resucitado camina junto a tí, porque reside en tí la fuerza del Espíritu Santo, porque María te lleva de la mano, porque hacemos camino en familia, en Iglesia, en congregación, en comunidad

 

10. Has dejado las redes de posibles proyectos humanos, profesionales y familiares para seguir al Señor. Como hicieron Pedro y Andrés, Santiago y Juan, Pablo y, tantos otros que nos han precedido; como hicieron Joseph-Marie Coudrin, Henriette Aymer de la Chevalerie, o Damián de Molokai, el apóstol de los leprosos. Como recoge el articulo 2º de las Constituciones “La Consagración a los Sagrados Corazones de Jesús y María es el fundamento de nuestro Instituto” (Buen Padre).  De esta consagración tiene su origen nuestra misión: contemplar, vivir y anunciar al mundo el amor de Dios, que se hizo carne en Jesús. María ha sido asociada de manera singular al misterio de Dios hecho hombre y a su obra salvadora: esto es lo que se expresa en la unión del corazón de Jesús y el corazón de María.  Nuestra consagración nos llama a vivir el dinamismo del amor salvador y nos llena de celo por nuestra misión”.   Así sea.

 

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