Conoce la historia vocacional de los futuros diáconos de la Archidiócesis (I)
El próximo sábado 21 de septiembre, el arzobispo de Sevilla, monseñor José Ángel Saiz Meneses, presidirá la ordenación diaconal de once seminaristas. Entre ellos, Alberto Campos, Manuel Carrasco y Javier Llorente del Seminario Metropolitano de Sevilla; y Manuel Camacho, del Redemptoris Mater . Durante este año previo al diaconado, los seminaristas han ejercido distintas pastorales, principalmente en parroquias. A continuación, las historias vocacionales de los futuros diáconos.
Corazón de Pastor
Alberto Jesús Campos Torres (Villaverde del Río, Sevilla. 1996), estuvo en las parroquias de Nuestra Señora de la Candelaria y de la Blanca Paloma, en el barrio de los Pajaritos. Su labor pastoral se ha centrado “en acompañar a los jóvenes de la parroquia, donde ha trabajado mediante lectura orante de la Palabra de Dios junto con los últimos documentos del papa Francisco”. Además, al colaborar en estas parroquias, “he podido contemplar cómo el rostro de Dios está presente con más intensidad en nuestros hermanos necesitados”.
Alberto ha podido comprobar que en el barrio Los Pajaritos “te encuentras con Dios en cada esquina”. Realmente, este año “he comprendido qué es tener un corazón de pastor”. En primer lugar, “por el ejemplo de los sacerdotes que allí ejercen su ministerio, y en segundo lugar y, derivado de ese ejemplo, vivir constantemente en presencia de Dios con el único objetivo de anunciar su Reino y buscar la salvación de todos, sin distinción de raza, lengua, lugar de procedencia. Es un barrio donde se vive realmente la catolicidad de la Iglesia”, afirma.
Sus santos ‘’de cabecera’’ son santa Faustina Kowalska y san Juan Pablo II. También tiene muy presentes a santos sevillanos, especialmente a Santa Ángela de la Cruz, Santa María de la Purísima, y el próximo beato padre Torres Padilla.
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Jesús, el único Salvador
Manuel Carrasco García-Moreno (Badajoz, 1982). Fue destinado este último año a la Pastoral Vocacional. Eso significa que ha estado pasando por distintas parroquias de toda la diócesis, además de colegios, hermandades de Semana Santa, tanto de la capital como de distintos pueblos. “Para mí ha sido una experiencia muy enriquecedora porque, aunque he pasado poco tiempo en cada uno de esos sitios, he podido descubrir la realidad de distintas comunidades en nuestra diócesis, así como la tarea de los párrocos y de los sacerdotes”.
Consultado sobre algún fragmento que le encamine y oriente en su vida sacerdotal, Manuel se ha referido a Hechos de los Apóstoles (4,12). “En este pasaje bíblico en el que Pedro, con mucha valentía, hablando de Jesús a las autoridades judías, les dice: ‘No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos’. Para mí es muy significativo lo que sucede en ese episodio y la manera en que Pedro afronta el anuncio de quién es Jesús, el único Salvador”.
Finalmente, su oración de gratitud nace de una profunda sensación de inmerecimiento por este don tan grande. “También surge en mi corazón dar gracias a Dios porque tengo la fuerte confianza en que el Señor quiere regalarme las gracias necesarias para poder predicar su Evangelio con valentía y con convencimiento, para poder acercarme a servir a los pobres y alejados con un corazón semejante al suyo y para poder administrar los sacramentos por medio de los cuales él quiere dar a todos su gracia y su fuerza salvadora”.
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«Nada pedir, nada rehusar»
Javier Llorente Gutiérrez (Sevilla, 1995) durante sus años de formación en el Seminario Metropolitano de Sevilla ha servido en su parroquia de origen, Real Parroquia Santa María Magdalena, “Una comunidad muy viva, con mucha vida litúrgica y un buen equipo de sacerdotes para atender tantos sacramentos y grupos parroquiales. Una maravilla conocer por dentro la parroquia que me vio nacer, donde me crie y donde desempeñé responsabilidades en la junta de gobierno de mi hermandad de la Quinta Angustia”.
También ha formado parte de la Pastoral Vocacional en tiempos de pandemia. “Todo un reto hacer promoción de la vida vocacional con las restricciones del Covid”. En esta coyuntura destacó la gran sinergia de trabajo en equipo y la apertura del Seminario a las redes y medios digitales para llegar a los jóvenes de otra forma. “Fruto de ello fue la apertura de la cuenta de Instagram y el Buzón de Oraciones Rezamos por Ti, que salió del esfuerzo de aquel equipo”.
De su estancia en las distintas parroquias de la Archidiócesis subraya también su presencia en Nuestra Señora de Consolación, de El Pedroso. “La experiencia con un sacerdote joven de profunda oración, aprender mucho de liturgia y de vida en solitario de un cura. Testimonio de gente buena que no entiende su vida fuera de la Iglesia y que llevan años de entrega a la comunidad”.
De Nuestra Señora de la Oliva, de Salteras, resalta la presencia de “un pueblo mucho más grande, en el Aljarafe, pero con señas de identidad muy marcadas”. Cuenta con cinco hermandades, más de diez grupos parroquiales, 300 niños en catequesis. “Aprendí la generosidad de un párroco hacia su seminarista, y cómo la Iglesia tiene que estar siempre creciendo en acogida y diocesaneidad”.
Finalmente, en Burguillos y San Ignacio del Viar vivió la experiencia de un sacerdote con dos parroquias. “La bicefalia hacia la que avanzamos irremediablemente y que en unos años casi todos los sacerdotes tendremos que vivir”.
Ante su inminente ordenación diaconal, admite que no sabe a dónde irá. En todo caso, “nada pedir, nada rehusar; es la oración que más repito durante estos meses previos a la ordenación”.
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Un pequeño Sí
Manuel Camacho Quijano (San Fernando, Cádiz. 1998)
Del surgimiento de su vocación fue consciente en el verano de 2027. “El Señor se fue ‘insinuando’ poco a poco, aprovechando las dos peregrinaciones que viví en esos meses: Roma y Santiago de Compostela.
En Roma, durante una eucaristía en la tumba de san Juan Pablo II, visualizó que todo en mi vida era don de Dios (familia, estudios, trabajo, amigos, deporte…) “Todo lo había recibido de Él, todo era suyo. Apareció en mi una fuerte certeza de agradecimiento, aunque no sabía bien en qué debía concretarla”, afirma.
Pero, “la respuesta llegó semanas después, peregrinando a Santiago de Compostela con mi comunidad del camino Neocatecumenal. Coincidió que, mientras yo me preguntaba qué quería Dios de mí, en aquel viaje se comenzó a hablar de la llamada de Dios al presbiterado y el grupo pre-vocacional que comenzaría ese mismo año. Esas palabras, potenciadas por las experiencias vividas, calaron hondo en mí y me dieron el impulso para dar un pequeño ‘sí ‘, una oportunidad al Señor”.
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