Intervención en las III Jornadas Católicos y Vida Pública de Sevilla (13-02-10)

Intervención en las III Jornadas Católicos y Vida Pública de Sevilla (13-02-10)

 

1. Comienzo mi intervención agradeciendo a la Fundación San Pablo CEU Andalucía y a la Asociación Católica de Propagandistas la organización de estas III Jornadas «Católicos y Vida Pública». La Asociación, que desde su fundación por D. Ángel Herrera lleva en el alma el anhelo de ser en el mundo «testigos del Dios vivo», en los últimos años está recordando con insistencia a los católicos españoles que la vocación propia de los laicos es la realización de la misión general de la Iglesia a través de su participación en las instituciones y tareas de la sociedad civil.   

2. Como bien sabéis, una preocupación muy compartida por los Obispos españoles desde hace casi cuatro décadas es el deslizamiento progresivo de muchos cristianos seglares hacia una especie de privatización de la religiosidad, que en consecuencia tiene escasas repercusiones en la vida pública. En la sociedad española de hoy hay una tendencia cada vez más acentuada a considerar la vida religiosa como un asunto privado, que afecta únicamente a la vida individual y a la propia intimidad y que no tiene por qué traslucirse en las actuaciones públicas de los cristianos laicos. Esta tendencia aflora cada día en el mundo de la política, de la cultura, de la enseñanza, de la economía, del trabajo o de los MCS. En todos estos ámbitos hay cristianos, pero que no actúan como tales y si lo hacen es como a hurtadillas, procurando que no se les note demasiado, dejando el campo libre a quienes no tienen ningún pudor en hacer profesión pública de agnosticismo o de ateísmo militante.

3. Hace unos años, una importante personalidad eclesiástica de América Latina, que conoce muy bien la Iglesia española y nuestra cultura dominante, me comentaba que desde Centroamérica veía con cierta perplejidad la creciente secularización de la vida pública en España y el laicismo de cultura y de los MCS, que no guarda proporción con las raíces y el rescoldo cristiano de un país en el que todavía cerca del 80% de los ciudadanos se declaran católicos. Me decía en concreto que desde América Latina daba la impresión como si una minoría influyente se hubiera apoderado de estos ámbitos y la mayoría que se confiesa católica se hubiera quedado inerme, adormecida y sin iniciativa para reaccionar.

4. En ese sentido yo tengo una cierta envidia del catolicismo italiano contemporáneo, destilado en el alambique de la confrontación con el laicismo de la segunda mitad del siglo XIX y con una mayor tradición de militancia católica. En Italia existen políticos católicos, artistas católicos, profesores universitarios católicos y periodistas católicos, que actúan en la vida pública como tales, es decir de modo confesante, desde su pertenencia a los distintas organizaciones, movimientos y grupos apostólicos, coordinados e interconectados entre sí. En líneas generales no es ese nuestro caso por desgracia. Las causas son muchas y complejas y vienen de lejos. No es este el momento de enumerarlas. Para quien quiera profundizar en esta cuestión, le recomiendo un pequeño folleto publicado por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar en el año 2000, titulado «Presencia pública de los laicos y espiritualidad cristiana».

5. En la Iglesia española ? ha escrito recientemente D. Olegario González de Cardedal- tenemos una saturación de enunciados episcopales, pero nos falta la voz de los seglares, individual y colectivamente organizados, que desde sus saberes profesionales proyecten luz sobre las situaciones concretísimas a la vez que propongan soluciones que den cauce al deber y a la capacidad de los católicos. Nos sobran principios generales y nos faltan imperativos particulares?. Uno recuerda lo que fue la iglesia francesa en el siglo XX, con seglares como Blondel, Maritain, Mounier, Claudel, Riviere, Mauriac, James, Bernanos…, y sus grandes instituciones educativas, culturales y sociales. En aquella iglesia, seglares y jerarquía formaron una admirable conjunción de esperanzas y de empeños, de acción y de santidad. En España estamos ante una nueva época en la que los seglares asuman como propias la formación primero, la palabra a la vez y la acción después. De ellos son los imperativos mientras que de la jerarquía son los principios. Solo cuando estos se conjuguen con aquellos, sonará plenamente armónica la sinfonía católica?

6. Esto quiere decir que la Iglesia en España necesita imperiosamente cultivar un catolicismo seglar militante, no en un sentido bélico y agresivo, sino en el sentido más noble de la expresión, es decir un catolicismo activo, con una implantación fuerte, significativa y evangelizadora en la vida pública, sin vergüenza ni complejos; unos laicos con una fuerte experiencia de Dios, bien formados, alimentados y estimulados desde las Diócesis y parroquias, desde los grupos y movimientos apostólicos. La promoción de un laicado bien preparado, que participe en las tareas eclesiales, dinámico, con empuje apostólico y presente en todos los ámbitos de la sociedad es hoy una prioridad. El catolicismo español necesita hoy más que nunca hombres y mujeres confesantes, hombres y mujeres de fe honda y de una vida espiritual recia y profunda que lleven su compromiso cristiano al mundo de la cultura y del arte, al mundo universitario, al mundo de los partidos y de la acción política, de la economía, de la acción sindical, al mundo del ocio y de los Medios de comunicación social para orientar estas realidades temporales según el corazón de Dios. Es lo mismo que ha pedido el Papa Benedicto XVI el pasado viernes, día 5, a los Obispos escoceses en visita ad limina. En este sentido os sugiero releer dos grandes documentos de nuestra Conferencia Episcopal, que probablemente pasaron en su momento bastante desapercibidos y que son enormemente sugerentes. Me refiero a «Católicos en la vida pública» (1985) y «Cristianos laicos, Iglesia en el mundo» (1991).

7. Por todo ello, hay que juzgar como una especial providencia de Dios la puesta en marcha de los Congresos Católicos y Vida Pública, organizados desde hace doce años cada otoño por la Fundación San Pablo-CEU y la Asociación Católica de Propagandistas, y las Jornadas en formato reducido que se organizan cada año en las Diócesis, y que en Sevilla llegan este año a su tercera edición. Congreso y Jornadas están siendo un aldabonazo en la conciencia de muchos católicos preocupados por la avalancha laicista que nos invade y que no quieren permanecer impasibles ante la pérdida de unos valores que han dado consistencia a la vida de nuestro pueblo y que hoy son más necesarios que nunca.

8. He dicho hace unos momentos que no iba a enumerar las causas de la escasa presencia de los católicos en la vida pública en España. Voy a aludir, sin embargo, a una causa sobre la que los Obispos hemos reflexionado en más de ocasión. Me refiero a la atomización excesiva de los grupos de apostolado seglar en España y a su desconexión entre sí. Lo negativo no es que estos grupos sean numerosos. Todo lo contrario, pues cada uno de ellos es un don del Espíritu a su Iglesia. Lo negativo es que trabajando cada uno en su propia parcela, nos conocemos poco, nos miramos a veces con recelo y somos a veces reacios, probablemente no por mala voluntad, a anudar lazos de comunión, comunicación y colaboración, con lo cual nuestra presencia pública se debilita, siendo en ocasiones casi inaparente. En la EA Pastores Gregis nos encarecía el Papa Juan Pablo II a los Obispos el deber apoyar a todas las realidades asociativas de nuestras Diócesis, «favoreciendo la complementariedad entre los movimientos de diversa inspiración» (n. 51). Porque son complementarias, porque en su pluralidad son una riqueza para la Iglesia, porque en la Iglesia y en el anuncio de Jesucristo no sobra nadie y todos somos necesarios, el Obispo debe acogerlas a todas y favorecer la comunión y el conocimiento entre los diversos grupos y asignándoles tareas comunes, especialmente a través de los Planes Pastorales Diocesanos.

9. Por mi experiencia anterior, y por lo que yo escucho a otros hermanos Obispos, estas Jornadas, junto con otras iniciativas de carácter diocesano, a las que son convocados todos los grupos y movimientos apostólicos, están sirviendo para conocernos, para estimarnos y apreciarnos, para unirnos y colaborar en acciones comunes, para estrechar la comunión entre los diversos grupos, organizaciones y movimientos, sin olvidar a nuestras Hermandades y Cofradías, que tanta importancia tienen en la vida de la Iglesia en Sevilla y en Andalucía. En ocasiones como estas reconocemos que es mucho más lo que nos une que lo que nos separa, que el otro, cualesquiera que sean su procedencia, sus acentos o su carisma, es alguien de mi familia, alguien que me pertenece. En suma estas Jornadas están sirviendo para fortalecer nuestra conciencia de familia diocesana, y también la convicción de que no podemos esconder la luz que nosotros hemos recibido, por miedo, por pusilanimidad o por cálculos humanos egoístas. Hemos de ponerla sobre el candelero para que alumbre a todos, los de casa y los de fuera, para que también ellos se sientan invitados  a sentarse en la mesa cálida u familiar de la Iglesia.

10. En PG el Papa nos pedía a los Obispos que estemos cerca de los grupos y movimientos de apostolado seglar, que apoyemos, alentemos y ayudemos a los laicos para que desarrollen el apostolado según su propia índole secular, a partir de la gracia de los sacramentos del bautismo y de la confirmación (n. 51), que es el auténtico venero de nuestro compromiso apostólico. En el mismo documento precisaba Juan Pablo II cuál es el campo de acción del apostolado de los laicos que el Obispo les debe alentar: «la evangelización de las culturas, la inserción de la fuerza del Evangelio en la familia, el trabajo, los medios de comunicación social, el deporte y el tiempo libre, así como la animación cristiana del orden social y de la vida pública nacional e internacional» (n. 51). Ese es nuestro compromiso y el tajo de vuestro trabajo apostólico.
  
11. El título de estas Jornadas es ?Testimonio cristiano en una sociedad laicista?, un tema mayor en esta hora.  Me parece sumamente interesante el título de la conferencia del Prof. Velarde, la respuesta ética a una crisis económica, cuyas raíces son eminentemente morales. Me parecen también muy interesantes las ponencias de D. Miguel A. Velasco sobre la trasmisión de la fe a través de los Medios de comunicación, y la de D. Benigno Blanco sobre la trasmisión de la fe en la familia, hoy grandemente debilitada, puesto que son legión los padres que han dimitido de esta obligación fundamental: ser los primeros educadores de la fe de sus hijos, un verdadero drama para la Iglesia, como reconocía el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Ecclesia in Europa.

12. Debo terminar agradeciendo de nuevo la oferta espléndida que nos hace en estas dos jornadas la Asociación Católica de Propagandistas. Agradezco también la disponibilidad de los ponentes y la presencia de todos vosotros, queridos laicos de nuestra Diócesis, que renunciando al descanso del fin de semana, habéis entendido que esto es lo mejor que podíais hacer, acudir a esta cita. En el anuncio de Jesucristo, el Obispo no sería nada sin los sacerdotes y sin vosotros, los militantes laicos comprometidos. En la hora que nos ha tocado vivir es más importante que nunca el testimonio explícito de Jesucristo. Por ello, os animo a confesar con valentía al Señor delante de los hombres, a no esconder la luz de vuestra fe y de vuestra esperanza, a compartir con nuestros hermanos nuestro mejor tesoro, Jesucristo vivo en su Iglesia, ?centro de la humanidad, gozo del corazón del hombre y plenitud total de sus aspiraciones?, en frase feliz del Concilio Vaticano II.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla


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