LAS ESTACIONES DE PENITENCIA, EXPRESIÓN DE LA FE DE NUESTRO PUEBLO Y CAMINO DE EVANGELIZACIÓN
De cualquier forma, felicito y agradezco al Consejo de Hermandades de Sevilla por su trabajo generoso de estos meses. Mi gratitud y reconocimiento a las corporaciones que estuvieron dispuestas a prestar las imágenes de sus sagrados titulares. Estoy seguro de que para todos los que hemos participado en el piadoso ejercicio dentro de la catedral y para todos los que lo han seguido a través de la televisión, el Viacrucis ha sido un acontecimiento de gracia,
Cuando faltan quince días para que las sagradas imágenes de las Hermandades de la Archidiócesis salgan a la calle en una peregrinación de fe de una belleza insuperable, quiero reflexionar en voz alta sobre estas manifestaciones que son una expresión hermosísima de la fe de nuestro pueblo y al mismo tiempo un singular camino de evangelización.
Os confieso que, hace diez años, recién llegado a Andalucía, una de las cosas que más me deslumbraron fue su sin igual Semana Santa y la belleza de sus estaciones de penitencia, que como todas las realidades eclesiales están sometidas hoy a la lluvia ácida de la secularización envolvente. En más de una ocasión me he referido al peligro, si no reflejo y consciente, sí al menos involuntario e inconsciente, de subrayar y poner en primer plano la dimensión cultural de la vida de las Hermandades, con menoscabo de la entraña religiosa que les es propia. Es el peligro de la secularización interna, que conlleva el desvanecimiento de la propia identidad, que es la forma más sutil y menos repulsiva de vaciar de contenido la piedad popular. Esto sucede, sobre todo, con las estaciones de penitencia, que ciertamente encierran valores culturales, que nadie puede negar ni despreciar. Sin embargo, en muchos casos, la secularización las ha despojado del atuendo espiritual que les es propio, como expresión de la fe de la Iglesia y como acto de culto. Las ha situado en clave cultural, como espectáculo tradicional, con connotaciones sentimentales, folclóricas, estéticas o costumbristas, susceptible incluso de ser declarado de interés turístico.
Esta nueva perspectiva supone una mutación no pequeña en su identidad originaria. Desde esta clave, nuestras hermosísimas estaciones de penitencia, despojadas del misterio, quedan vaciadas del contenido original que está en su origen y que es lo que las acredita y legitima. De ahí mi llamada a todos los miembros de las Hermandades a cuidar especialmente este aspecto. Hemos de procurar que nada ni nadie solape con otras perspectivas o intereses lo que primariamente es un acto de piedad, de penitencia e invitación a la conversión, pues la contemplación de un Cristo barroco, descoyuntado, lacerado y exangüe, en el silencio de la noche del Viernes Santo, sólo entrecortado por la plegaria de una saeta, nos interpela, conmueve, toca el corazón y suscita en nosotros el arrepentimiento y la compunción del corazón.
Análogamente, nuestras estaciones de penitencia, que certeramente han sido calificadas como el Evangelio en la calle, encierran unas virtualidades catequéticas y evangelizadoras indudables, que hemos de aprovechar en el marco de la Nueva Evangelización a la que todos estamos convocados. Estas manifestaciones de la piedad popular, llenas de hermosura plástica y sobresalientes valores estéticos, nos remiten al autor de la suprema belleza que es Dios. Su contemplación, por otra parte, nos ayuda a penetrar en el hondón del misterio de la redención, mostrando a los niños, y también a los no creyentes o alejados los acontecimientos cimeros de la historia de nuestra salvación. No podemos dejar que todo esto se pierda o se desvirtúe.
Antes de concluir quisiera hacer una última consideración sobre el vínculo que existe entre piedad popular y liturgia. Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno han de tener claro que los actos propios de la piedad popular no sustituyen a la celebración litúrgica. Por su propia naturaleza, la piedad popular ha de conducir a los fieles hacia una mejor participación en la eucaristía, a una vida sacramental más consciente, amplia y profunda y hacia un mejor conocimiento de la Palabra de Dios. Las estaciones de penitencia, siendo importantes, no suplen la riqueza y la hondura espiritual de la hermosa liturgia de los días de Semana Santa, que actualiza los acontecimientos redentores. Por ello, invito a todos los cofrades a cuidar con mimo la belleza de sus estaciones de penitencia y a participar en ellas con sincera emoción, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual, que son el memorial de la Pascua del Señor.
Deseándoos a todos, especialmente a los cofrades y a sus familias, una celebración fructuosa de los días santos que se acercan, recibid mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz y santa Pascua.
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
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