VISITA AD LIMINA

VISITA AD LIMINA

La Iglesia, una, santa católica y apostólica, tiene como cabeza invisible a Cristo el Señor, piedra angular de la Iglesia. Pero la Iglesia tiene también una cabeza visible, Pedro, Vicario de Jesucristo, a quien el Señor confirió la suprema autoridad sobre ella al decirle: "Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia… Te daré las llaves del Reino de los cielos. Lo que atares en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desatares en la tierra, quedará desatado en el cielo" (Mt 16,18-19). A Pedro y sus sucesores, los Obispos de Roma, confió el Señor el servicio de confirmar a sus hermanos en la fe (Lc 22,32), de apacentarlos y guiarlos a la salvación (Jn 21,15-17). El Papa es, por tanto, el principio y fundamento, perpetuo y visible de la unidad de fe y de comunión (LG 18).

 

Pero los Apóstoles, después de Pentecostés, cumpliendo el mandato de Jesús, dejan Jerusalén para anunciar el Evangelio en el mundo entonces conocido. Surgen así a lo largo de toda la antigüedad cristiana las iglesias particulares o diócesis, presididas por un Obispo, sucesor de los Apóstoles, que junto con sus presbíteros y diáconos, hace presente a Jesucristo, sirve a los fieles el pan de la Palabra y de la Eucaristía y cumple en un territorio determinado el ministerio de la salvación.

 

Las Diócesis, presentes en todas las partes del mundo han de vivir la comunión eclesial, que hace de ellas la única Iglesia de Jesucristo. Para manifestar y robustecer esa comunión, la ley de la Iglesia establece que cada cinco años los Obispos residenciales han de venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, visitar al Santo Padre y los organismos de la Curia Romana y presentar un informe sobre la situación de su Diócesis.

 

En mi caso, se puede decir que es la primera vez que realizo la Visita ad Limina como Obispo residencial. Cuando me disponía a hacerla en abril de 2005 como Obispo de Córdoba, el Papa Juan Pablo II era ingresado en la clínica Gemelli  muriendo pocos días después. Si la hice como Obispo auxiliar de Toledo en noviembre de 1997, acompañando a mi Arzobispo. La recuerdo como una verdadera gracia de Dios, una auténtica inmersión en las raíces apostólicas de nuestra fe y una experiencia fuerte de catolicidad, que en ningún sitio se percibe con tanta intensidad como en Roma. En las vísperas de esta Visita, os confieso mi alegría por esta nueva gracia que el Señor me concede. Estoy seguro de que va a ser una ocasión privilegiada para sentir muy a lo vivo la unidad de la Iglesia y la colegialidad episcopal.

 

Como es natural me acompañará el Sr. Obispo auxiliar. El corazón de la Visita será la entrevista que mantendremos con el Papa. En ella, los dos Obispos expresaremos al Santo Padre nuestra comunión profunda con su persona, que es tanto como decir con el Señor al que representa, y con su Magisterio. Le agradeceremos también su testimonio de amor a Jesucristo y servicio y entrega a la Iglesia. Dejaremos constancia de la situación de nuestra Diócesis, de las muchas razones que tenemos para la esperanza, los buenos sacerdotes sevillanos, los consagrados, los Seminarios, nuestros laicos comprometidos, los jóvenes, la pastoral familiar, la piedad popular y sus deseos de renovación… Hablaremos al Papa también de la secularización creciente, de las dificultades que encontramos para la penetración del Evangelio en esta cultura y de tantos hermanos nuestros que han abandonado la fe o la práctica religiosa, y recibiremos del Papa una palabra orientadora.

 

Visitaremos también con los demás Obispos los organismos de la Curia Romana y participaremos en la audiencia que el Papa nos concederá a todos y en la que escucharemos su mensaje. En él se referirá muy probablemente al momento presente de la Iglesia en España y nos dará orientaciones valiosas para seguir anunciando a Jesucristo en nuestras Diócesis.

 

No vamos solos a Roma. Venís con nosotros todos los hijos e hijas de la Archidiócesis, sacerdotes, seminaristas, consagrados y laicos. Por todos rezaremos ante los sepulcros de los Apóstoles para que seamos fieles a nuestras raíces cristianas, al Sucesor de Pedro y a la fe que nos transmitieron los Apóstoles. Sé que muchos de vosotros rezáis cada día por los Obispos y por la Archidiócesis. Así nos lo decís cuando visitamos vuestras parroquias. Hacedlo especialmente en estos días, para que la Visita ad Limina sea para la Iglesia en Sevilla una gracia de Dios, ocasión para renovar nuestra fe y nuestro compromiso apostólico y robustecer la comunión con el Papa.

 

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

 

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla


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