EN APOYO DE LA ADORACIÓN PERPETUA EN SAN ONOFRE (21-09-14)

EN APOYO DE LA ADORACIÓN PERPETUA EN SAN ONOFRE (21-09-14)

Dos años y medio después ratifico íntegramente este juicio. Como es bien sabido, la Adoración Perpetua nació hace ocho años como fruto del amor a la Eucaristía de un grupo de laicos, guiados por un benemérito sacerdote, con la bendición del Cardenal Amigo Vallejo, y la colaboración entusiasta de la Hermandad de San Onofre, titular del oratorio.

Desde entonces, este pequeño templo restaurado hace tres años, se ha convertido en las 24 horas del día y los 365 días del año, en el corazón de nuestra Archidiócesis. Son centenares las personas que en estos años se han comprometido a acompañar al Señor una o dos horas a la semana, de día o de noche. Personalmente soy testigo de los centenares de sevillanos que al ir o volver de sus quehaceres entran unos minutos en San Onofre para saludar al Señor.

No puede ser de otro modo. La Eucaristía es nuestro más venerable y preciado tesoro. En él se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, Cristo mismo, nuestra Pascua. Ella es el compendio y la suma de nuestra fe, el sacramento en el que el Señor resucitado vivifica a su Iglesia con el don de su amor. Ella, además de sacrificio y alimento, necesario para vivir fiel y santamente nuestros compromisos cristianos, es presencia real de Cristo. El Señor permanece en las especies sacramentales después de la comunión. La presencia del Señor en la eucaristía no es estática, sino profundamente dinámica, y reclama nuestra adoración. En la adoración eucarística el Señor nos fortalece, nos diviniza, nos aferra para hacernos suyos, para cristificarnos, transformarnos y asimilarnos a Él. La adoración eucarística es venero de santidad, alambique de fidelidad, de vigor espiritual y temple apostólico.

La adoración eucarística debe ser el punto de referencia de todas las actividades diocesanas, el motor que nos ayude a cumplir nuestros planes pastorales y el apoyo más firme de la Nueva Evangelización a la que nos han convocado los tres últimos Papas. La adoración eucarística es el ambiente propicio para que nuestros jóvenes escuchen la llamada de Dios a seguirle en el sacerdocio o en la vida religiosa. Es también el manantial en el que siguen surgiendo jóvenes cristianos, limpios, alegres y generosos, capaces de vivir una vida nueva y de construir la nueva civilización del amor.

La Eucaristía debe ser el horizonte último de la vida cristiana, el secreto del vigor y del renacimiento espiritual de nuestras parroquias. La adoración eucarística es el ámbito ideal para que nuestra existencia se vaya impregnando poco a poco de los sentimientos y actitudes de Jesús convirtiéndose en una existencia eucaristica, modelada y configurada por este augusto sacramento.

La Asociación de la Adoración Perpetua de Sevilla me pide que les ayude a cubrir todos los turnos, pues hay dos noches a la semana en las que existen huecos. Quienes dispongan de una hora al menos, pueden acercarse a la capilla de San Onofre para dar su nombre. Dirijo mi llamamiento a los laicos vinculados al Apostolado Seglar de la Archidiócesis y a los jóvenes integrados en la pastoral juvenil diocesana. ¡Ojalá se impliquen también las Hermandades como asociaciones públicas de fieles que son, muchas de ellas con un innegable marchamo eucarístico en sus orígenes! Pocas Diócesis tienen unas raíces eucarísticas tan fuertes y hondas como Sevilla. Basta conocer el número sorprendente de hermandades sacramentales surgidas a partir del siglo XV, que sería preciso revitalizar, y las alhajas eucarísticas, custodias, cálices, copones y sagrarios de nuestra catedral y de nuestras parroquias, seguramente de las más hermosas de toda la Cristiandad. Todo ello es una llamada apremiante a reavivar nuestras raíces eucarísticas para estar a la  altura de nuestra historia. San Onofre, sin duda, es el camino.

Allí es posible encontrar a determinadas horas un confesor dispuesto a administrar el sacramento de la penitencia, un sacramento precioso, encuentro personal con la misericordia de Dios, que se nos da en Cristo y que se nos hace cercano  mediante el ministerio de la Iglesia, con el amor tierno del padre de la parábola del hijo pródigo. En este sacramento del perdón, de la paz, de la alegría y del reencuentro con Dios, se nos ofrece el rostro del Padre bueno que conoce nuestra condición humana y se acerca a nuestra debilidad.

Me atrevo a pedir a los actuales adoradores de San Onofre que sean ellos los primeros propagandistas de este remanso de paz y de gracia en el corazón de nuestra ciudad; que refieran a los demás lo que a ellos les ha acontecido junto al Señor, que Él les ha devuelto la paz, la alegría y la esperanza.

Para ellos y para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina

Arzobispo de Sevilla

 

 

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