XIV Domingo de tiempo ordinario
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡
Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: '¡Que descienda la paz sobre esta casa!'.
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan;
curen a sus enfermos y digan a la gente: 'El Reino de Dios está cerca de ustedes'.
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca'.
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
Comentario de Pablo Díez
La importancia de la misión se pone de manifiesto en el detallado relato que hace Lucas de las instrucciones previas que Jesús da a los enviados. Cuando el evangelista dice “otros”, debe entenderse, aparte de los Doce.
Ambos grupos, participan de la misma misión. El número 72 (o 70 como leen bastantes manuscritos) tiene un marcado carácter simbólico en la literatura bíblica. Puede verse en él una alusión a los setenta ancianos escogidos por Moisés como asistentes suyos (Ex 24,1; Nm11, 16.24), o quizás una referencia al número de los descendiente directos de Jacob (Ex 1,5; Dt 10,22), incluso puede asociarse con el catálogo de pueblos recogido en Gn 10, 2-31 (en el texto hebreo son setenta, pero en la biblia griega son 72), lo cual apuntaría a la futura misión universal a la que son enviados los Doce (Lc 24,47).
Esta universalidad parece expresarse también en lo ingente de la tarea: “la mies es abundante ”, y su objetivo final es expresado en la antífona del salmo: “aclama al Señor tierra entera”.
El hecho de ir de dos en dos alude a la fuerza del testimonio, ya que en el ámbito jurídico se requería la declaración de dos testigos para su validez (Dt 19,15; Nm 33,50). Otro rasgo de la misión es su carácter apremiante, que lleva a ir ligeros de equipaje. La imagen de los animales irreconciliables (cordero y lobo) expresa la precariedad en la que se encuentran los misioneros, que vienen a proclamar la paz, expuestos a múltiples peligros, con la esperanza de que acepten este don salvífico.
La misión de los discípulos, al igual que la de Jesús, está bajo el signo de la providencia divina, por eso la actuación de los discípulos va haciendo presente el Reino. Dios está en el origen de esta nueva fase del anuncio de la salvación, ahí reside el poder de los enviados, y la respuesta que reciban (positiva o negativa) quedará sometida al juicio inapelable de Dios.
El éxito de la misión radica en presentar el Reino en su ambivalencia, es decir, que el júbilo del que nos habla el profeta Isaías, no llega sino tras la experiencia de la cruz, que no puede ser escamoteada, sino esgrimida como título de gloria, tal como hace el Apóstol (Gal 6,14), pues es imprescindible para configurarse con Cristo y convertirse en criatura nueva.
