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HERMANDADES Y FAMILIA

Dos ideas previas: la primera es que el hombre es sociable por naturaleza, esto quiere decir que se perfecciona y alcanza su plenitud como persona mediante su relación con los demás. La segunda idea es que el ámbito natural donde la persona se socializa, se perfecciona, es la familia, el ámbito en el que cada uno es aceptado simplemente por ser, por existir. En consecuencia, si la familia se deteriora, el desarrollo de la persona también se deteriorará. En los últimos años estamos viviendo un deterioro progresivo del concepto de familia y, en consecuencia, un empobrecimiento de las personas y de la sociedad.

 

¿Y qué tienen que decir o hacer aquí las hermandades? Partiendo de la idea clara de que mejorar la familia es mejorar a los hermanos y a la sociedad, puede hacer varias cosas:

 

-La primera preocuparse activamente de mejorar a las familias de las personas que integran la nómina de la Hermandad. Es frecuente que familias, más o menos completas formen parte de una hermandad y que esta pertenencia se extienda en distintas generaciones: abuelos, hijos, nietos,… Esto puede facilitar las cosas a la hora de plantear la organización de charlas, cursos o, en el supuesto más ambicioso, un Centro de Orientación Familiar.

 

– Proporcionar desde la Hermandad a todos los hermanos relaciones afectivas de calidad. Una Hermandad nunca suple a la familia; pero al menos, ante la actual fragilidad afectiva, puede ofrecer a sus hermanos un ambiente de cordialidad e interés hacia las personas.

 

– Especial atención a los más pequeños. En algunas hermandades organizan actividades para los hermanos más jóvenes -desde los cinco años, por ejemplo-. Bien enfocadas suponen no sólo que los niños vayan integrándose en  su Hermandad, sino que  en ella reciban cariño, sentirse queridos por sí mismos. En algunos casos esta atención complementará la que reciben en sus casas, en otros (¡ay!) será la única que reciban.

 

– Una última reflexión: no confundir una Hermandad con un club social, todo lo que en ella se organice ha de tener una dimensión formativa, en el caso que comentamos hoy orientada a la mejora familiar. En las organizaciones sólo caben las actividades alineadas con su misión, lo demás las desvirtúa.

 

Esas actividades han de estar basadas en el esfuerzo y la oración de los responsables de la Hermandad, la Junta de Gobierno, y del resto de los hermanos -recordamos aquí lo que decíamos el otro día sobre la Comunión de los Santos (vid. “La Hermandad en Versión Completa”)-. Cuando una hermandad es "éticamente débil" es una hermandad enferma que  empobrece y deteriora a sus componentes y a quienes se acercan a ella. Por eso ha de ser tarea prioritaria de sus responsables conducir a la Hermandad hacia un modelo de organización "éticamente sano" capaces de sacar lo mejor de cada uno de sus hermanos, de cada una de sus hermanas.

 

Es una tarea lenta, que no puede estar condicionada a su rentabilidad inmediata; pero el horizonte de una Hermandad no lo limita  el fin del mandato de la actual Junta de Gobierno, se extiende en el tiempo, más allá de lo que abarca nuestra vida. 

 


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