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COMUNICACIÓN Y HERMANDADES (III) GESTIÓN DE CRISIS

Las hermandades son un conjunto de relaciones humanas estructuradas en torno a una finalidad o misión, articuladas por conocimientos teóricos y prácticos y, de manera significativa, por elementos emotivos. Un sistema en un equilibrio relativamente  delicado en el que pueden  provocarse situaciones que lo  pongan en riesgo.

 

 

Crisis son amenazas graves a las relaciones de una Hermandad con su "públicos prioritarios": los hermanos, la Jerarquía, o su entorno social. Conviene distinguir entre crisis  reales y anécdotas magnificadas por los interesados. El cambio de un capataz, o el estreno, más o menos polémico, de una marcha, no pasan de ser anécdotas o problemas de gestión, por mucho que se quieran sacar de contexto. Los verdaderos problemas para una Hermandad son las amenazas a la comunión con la Iglesia y con los hermanos.


El modo más eficaz para evitar las crisis es prevenirlas. Cuanto más sólido es el vínculo que une a la Hermandad con la sociedad menos vulnerable es a sufrir una crisis. Por tanto la mejor prevención es favorecer  el fortalecimiento de esos vínculos mediante una adecuada política de comunicación.  Vivir en armonía con la sociedad en la que se inserta se convierte en una fortaleza para cualquier institución.

 

Las crisis se caracterizan porque son inesperadas y complejas, y requieren respuestas urgentes que no sólo no deterioren la imagen de la Hermandad sino que, incluso, sean ocasión de mejorarla; para salir reforzada de ellas.

 

No me atrevo poner ningún ejemplo de posibles situaciones de crisis porque, aunque sea ficticio, alguien podría identificarlo con algún caso real. Lo que sí se pueden establecer son criterios de actuación comunes a todas ellas.

 

– No ignorar el problema. Mirar para otro lado como si no pasara nada no es la mejor manera de resolver un problema, sino de agravarlo. Tampoco soluciona nada mentir o dar una información deliberadamente parcial o falsa.

 

– Explicar la situación, con el formato informativo más acorde a la situación generada, de tal modo que se informe sobre la cuestión y, al mismo tiempo, se expongan los medios que se han puesto para resolver el problema.

 

– Cuidar de modo especial la comunicación con los hermanos y, si el caso lo requiere, con los responsables de la Diócesis, nuestros interlocutores más cualificados. 

 
– En el supuesto de que la crisis haya sido provocada por un agente externo –un periodista mal documentado- ofrecerle personalmente información completa y veraz. La utilizará o no, pero ya no podrá alegar desconocimiento o falta de información. A partir de ahí no entrar en polémicas. Aquí se pone de manifiesto la importancia de lo que decíamos anteriormente sobre tener amigos sinceros y leales en los medios. La instrumentalización de los medios y de quienes trabajan en ellos genera relaciones son tan frágiles como peligrosas.   

 

 

Cerramos aquí el tema de la Comunicación en la Hermandades. No hemos pretendido elaborar un Manual de Comunicación, sólo dar algunas ideas básicas sobre la necesidad de dedicar tiempo y atención a un tema tan decisivo como éste.

 


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