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No caigáis en la tentación de convertiros en una ONG

aco-irisEl Papa Francisco recibía el pasado viernes a los participantes en la Asamblea General de las Obras Misionales Pontificias, en la Sala Clementina del Vaticano, y les dirigía unas palabras antes del rezo del ángelus:

“Queridos hermanos y hermanas,

Con gusto me encuentro con todos vosotros comprometidos en las Obras Misionales Pontificias, al servicio de la Iglesia para llevar a cabo el mandato misionero de evangelizar a las gentes hasta los confines de la Tierra. Agradezco al cardenal Filoni sus amables palabras.

La humanidad tiene tanta necesidad del Evangelio, fuente de la alegría, la esperanza y la paz. La misión evangelizadora tiene prioridad, porque la actividad misionera sigue siendo todavía hoy el mayor desafío para la Iglesia. Y “¡cómo quisiera encontrar – también para vosotros – las palabras para alentar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa!” (Exhortación ap. Evangelii gaudium, 261).

El anuncio del Evangelio es la primera y constante preocupación de la Iglesia,

es su tarea esencial, su mayor reto, y la fuente de su renovación. El Beato Pablo VI añadía: “y su vocación”. De hecho, de la misión evangelizadora, de su intensidad y eficacia deriva también la verdadera renovación de la Iglesia, de sus estructuras y de su actividad pastoral. Sin la inquietud y el ansia de evangelización no es posible desarrollar una pastoral creíble y eficaz, que una anuncio y promoción humana. “La salida misionera es el paradigma de toda obra de la Iglesia” (Evangelii Gaudium, 15).

A vosotros, miembros de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias, por vocación y por ministerio, os corresponde una tarea difícil y privilegiada: vuestra mirada y vuestro interés se extienden a los amplios y universales horizontes de la humanidad, a sus fronteras geográficas y, sobre todo, humanas. Con aprecio y cariño acompañáis la vida de las Iglesias jóvenes esparcidas por el mundo, y animáis al Pueblo de Dios para que viva plenamente la misión universal. Conocéis las maravillas que el Espíritu Santo, a través de estas iglesias, a menudo pobres en recursos, está operando en la humanidad, incluso a través de las dificultades y de las persecuciones que sufren por su fidelidad y su testimonio de la Palabra de Dios y en defensa del hombre. En estas periferias humanas la Iglesia está llamada a salir por las calles y llegar a nuestros hermanos y hermanas que viven sin la fuerza, la luz y el consuelo de Jesucristo, sin una comunidad de fe que los acoja, sin un horizonte de sentido y de vida (cf. Evangelii Gaudium, 49).

La Congregación para la Evangelización y las Obras Misionales Pontificias son, por tanto, protagonistas de una renovada evangelización, dirigida a todos y, en especial a los pobres, a los últimos, a los marginados (cf. n. 198).

Las Obras Misionales Pontificias, por el carisma que las caracteriza, están atentas y son sensibles a las necesidades de los territorios de misión y, en particular, a los grupos humanos más pobres. Son instrumentos de comunión entre las Iglesias, favoreciendo y poniendo en práctica el intercambio de personas y recursos económicos. Están comprometidas en el apoyo a los seminaristas, presbíteros y religiosas de las jóvenes Iglesias de los territorios de misión en los Colegios Pontificios. Frente a esta tarea tan hermosa e importante que tenemos ante nosotros, la fe y el amor de Cristo tienen la capacidad de empujarnos a todas partes para anunciar el Evangelio del amor, de la fraternidad y de la justicia. Y esto se hace con la oración, con la valentía evangélica y con el testimonio de las bienaventuranzas. Por favor, estad atentos para no caer en la tentación de convertiros en una ONG, una oficina de distribución de subsidios ordinarios y extraordinarios. El dinero ayuda – ¡lo sabemos! – pero puede convertirse también en la ruina de la Misión. El funcionalismo, cuando se pone en el centro u ocupa un espacio grande, casi como si fuera la cosa más importante, os llevará a la ruina; porque el primer modo de morir es dar por supuestas las “fuentes”, es decir, Quién mueve la Misión. Por favor, con tantos planes y programas, no dejéis a Jesucristo fuera de la Obra Misionera, que es su obra. Una Iglesia que se reduzca al eficientismo de los aparatos de partido está ya muerta, aunque las estructuras y los programas en beneficio de clérigos y laicos “auto-ocupados” llegaran a durar incluso siglos.

No es posible una verdadera evangelización a no ser en la energía santificante del Espíritu Santo, el único capaz de renovar, sacudir, dar impulso a la Iglesia en una salida audaz fuera de sí para evangelizar a todos los pueblos (cfr. ibid., n. 261).

La Virgen María, estrella de la Evangelización, nos obtenga siempre la pasión por el Reino de Dios, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la Tierra y ninguna periferia se vea privada de su luz. Os bendigo a todos con afecto. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí”.

 


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