Goyescas
Un día al borde de la muerte, y las redes se llenan de improperios contra un hombre que expuso su vida en una fiesta, la de los Toros, que conforma, se quiera o no, la realidad cultural de nuestro país. No puedo posicionarme realmente, en este foro, sobre el debate animalista pro-taurino o contra-taurino. No puedo posicionarme porque aprendí la fiesta de los toros de la mano de una abuela que le cosía las medias a los toreros en las postrimerías de Montesión, la misma que me explicaba una chicuelina o un pase de pecho de la misma manera que contaba cómo las madres o las esposas de los toreros no iban a la Maestranza y casi se quedaban en casa rezando hasta que terminaba la Feria de San Miguel. No quiero posicionarme porque realmente creo que el debate en torno a esta fiesta atávica y tan española se desarrolla en torno a otras cuestiones de mayor calado, al amparo de la defensa de los animales, siempre tan loable. En estos días estamos viendo como una caterva de injuriosos pro-animalistas despachan su antología del disparate goyesco y muy español, desbrozando toda una serie de ataques injuriosos y maledicentes contra Paquirri, al rebufo y desamparo de la impunidad que se vive en las redes sociales.
El debate en este caso no es toros sí, toros no, sino humanidad sí por contraposición a la visión de una serie de personas desquiciadas cuya escala de valores está pervertida por una perspectiva muy deformada y degenerada de la realidad. Verdaderamente ese es el mal principal de la sociedad española en estos tiempos de corren. Lo mismo perturba un desequilibrio de un animalista antitaurino, que el de un nacionalista exaltado que utiliza el fraude de ley como mecanismo antisocial que pueda romper la piel de toro de la fisonomía de un país. En el mismo saco pueden meterse los antisistema, los antitaurinos, los antidesahucios o los anticualquier otra cosa, el mecanismo es siempre el mismo: se utilizan los resortes legales para deformar y defraudar a favor de sus intereses o principios, intereses o principios los cuales no son del apoyo generalizado de la sociedad, sino que la dividen y enfrentan para regocijo de aquellos que nadan en agua de borrajas, para esos que viven a gusto en la confrontación y en la violencia, porque la degradación de la sociedad les beneficia. En el fondo, peque yo de reductista, pero lo que existe es un interesado posicionamiento a favor de la destrucción de la sociedad y de los equilibrios principales sobre los que se sustenta. Lo mismo interesa la promoción del aborto, como igualar al ser humano con el animal, pues en el fondo lo que se busca con denuedo es la desestructuración de la sociedad, la devaluación de unos básicos principios morales y la reducción del concepto de persona, favoreciendo con ello, siempre, los intereses de quienes están detrás de toda esa patraña animalista. Metan en ese saco la enfermiza promoción del veganismo o la promoción y defensa de los «derechos» de los animales, cuando en puro concepto el animal jamás puede ni podrá ser sujeto de derecho realmente; cosa distinta es que el ordenamiento los someta a una debida e innegable protección.
Piensen ustedes: si hacemos a los animales sujetos de derecho, estamos degradando realmente el derecho mismo. De ahí a los postulados del movimiento de liberación animal hay menos de un paso. El movimiento de liberación animal, o movimiento abolicionista de liberación animal, es un movimiento global de activistas, académicos, artistas y campañas y grupos organizados que se oponen al uso de animales para investigación, alimento, entretenimiento y textiles. Su objetivo es erradicar el especismo, que consideran antropocéntrico, es decir, en la discriminación negativa de los animales, generada por el hecho de que pertenecen a especies diferentes a la humana. El problema de toda esta gente es que no saben, más bien no les interesa entender la diferencia entre un mono y un hombre, y para convencernos a todos los demás, lo mejor es promover la degradación del hombre hasta convertirlo en mono, dado que hasta hoy, a salvo de los tres capítulos y medio del Planeta de los Simios, es imposible convertir a un mono en hombre. Como siempre, se encamina la cosa a igualar por abajo, porque igualar por arriba es muy complicado o imposible. En realidad, es el mismo mecanismo de socialización de cualquier gobierno populachero, por ejemplo, o el mismo que se ha venido aplicando en nuestra Educación en las LOGSE, LOMCE, LOE y toda la experimentación educativa que ha sufrido España en los últimos 35 años. Es más cómodo agradar degradando que engrandeciendo… y también más barato.
Sumen ustedes corrientes anarquistas, mediomabientalistas radicales, ecofeminismo, vegoanarquismo, especismo, y al final el coctel resulta más que explosivo: hay quien nos recomienda y defiende un regreso al primitivismo. La Humanidad ha recorrido un camino interminable desde la primera pintura de Altamira hasta el último tuit de Twitter, para que acabemos necesariamente sometidos a esta degradación. Parece lógico que los animales sean objeto de la debida protección en Derecho, pero no sujetos mismos de Derecho, aun cuando haya quien defienda posiciones sin suficiente fundamento filosófico y jurídico para ello, por no profundizar más en que si eres sujeto de derecho, también debes ser sujeto de deberes, y a ver cómo convencen ustedes al gato de mi vecina para que respete el umbral de mi despacho y no llegue a desordenarme los expedientes de mi mesa…
En su reciente y recomendable encíclica «Laudato si«, su Santidad el Papa Francisco hace una defensa innegable de la Naturaleza que implica igualmente un tratamiento coherente y razonable de lo que atañe a los animales, como seres de la Creación. El Papa Francisco se declara contra la experimentación biológica con personas y animales, recordándonos que el Catecismo no niega la experimentación con animales siempre que se realice dentro de unos límites y contribuya a salvar vidas humanas. Particularmente, hay que rescatar esta declaración: «Es preocupante el hecho de que algunos movimientos ecologistas defiendan la integridad del ambiente, y con razón reclamen límites a la investigación científica, mientras a la vez no se aplican estos mismos principios para la vida humana. A menudo se justifica que se pasen todos los límites cuando se hacen experimentos con embriones humanos vivos. Se olvida que el valor inalienable de un ser humano va mucho más allá de su grado de desarrollo«.
Desde aquí deseamos una pronta y perfecta recuperación a don Francisco Rivera Ordóñez, como no puede ser de otra manera. Igualmente, deseamos una pronta recuperación a sus detractores animalistas, rezando para que Dios les insufle el criterio suficiente para saber distinguir donde hay distinción y donde existe un ser humano y un animal. Entre tanto, vayamos volviendo a ver la serie de El Planeta de los Simios, por si fuera urgente tomar algunas ideas de cara a un futuro previsiblemente inesperado…
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