“Dadles vosotros de comer»
Durante todo el mes de Septiembre estamos viendo, día a día, como grandes muchedumbres de refugiados van huyendo de la muerte, de la guerra, de la persecución y del hambre.
Familias enteras que lo han perdido todo: casa, trabajo y pan, que van buscando un futuro de libertad y seguridad para ellos y para sus hijos. Padres y madres cansados y extenuados con sus hijos en los brazos de la madre o en los hombros del padre, que tienen hambre y sed y que caminan de un lado para otro con frecuencia sin rumbo fijo. Son seres humanos con la misma dignidad que nosotros, como imágenes de Dios e hijos de Dios. Son hermanos nuestros.
Al ver esta dolorosa realidad descubrimos en sus rostros, en sus miradas el dolor, el sufrimiento, la angustia, la inseguridad y la desilusión. Y por otra parte la ilusión y la esperanza de muchos al ver la acogida y la solidaridad con que son recibidos por muchos, sobre todo los niños con su comida, juguetes, ropa……
Al ver éstas escenas no podemos menos de recordar las palabras del evangelio: y Jesús al ver aquella gran muchedumbre cansada y extenuada, caminando de un lado para otro y desorientada dijo: “me da compasión de ésta muchedumbre porque caminan de un lado para otro como ovejas sin pastor”.
Y en otros momentos vemos como Jesús al ver tanta gente que le seguía, cansada del camino y hambrienta, sintió compasión de ellos (Mateo 14, Marcos 6).
Los discípulos de Jesús, ante aquella situación, queriendo quitarse el problema de encima y desentenderse dijeron a Jesús: “el lugar está deshabitado y la hora es ya pasada. Despide pues a la gente para que vayan a los pueblos y se compren su comida”. Pero Jesús les dijo: “no tienen por qué marcharse. DADLES VOSOTROS DE COMER”.
Que actitudes tan distintas, la de Jesús que sintió compasión y la de sus discípulos que intentaban desentenderse del problema de aquella multitud hambrienta, quitarse de encima aquella situación.
Y ¿qué pasa hoy? Ante la situación dolorosa de miles y miles de refugiados que lo han perdido todo y buscan una vida mejor para ellos y para sus hijos. Hoy tenemos la tentación muchos discípulos de Jesús de hacer la vista gorda, de mirar para otro lado y buscar culpas y disculpas echando la culpa a los gobiernos y que sean los gobiernos los que den solución a estos problemas.
Jesús nos dice hoy a ti y a mí: “DADLES VOSOTROS DE COMER”.
Escuchemos y recojamos las palabras de San Pablo a los filipenses: “tened entre vosotros los mismos sentimientos, actitudes y comportamientos que Jesús”. Y en su carta a los romanos nos dice que todos los bautizados estamos llamados a reproducir en nosotros la imagen de Jesús, teniendo los mismos pensamientos, las mismas actitudes y comportamientos de Jesús.
Y por lo tanto llamados a hacer presente, visible y tangible la presencia de Jesús en el mundo de hoy. Y ¿cómo es posible todo esto? Haciendo lo que dijo y lo que hizo Jesús.
En la pasada semana hemos seguido con alegría los pasos del Papa por los caminos de Cuba y de Estados Unidos. Esos días hemos sido testigos de las oleadas de fe, de alegría y de esperanza que han despertado las palabras del Papa Francisco, sus gestos, sus actitudes y comportamientos en cosas y situaciones concretas.
Anunciando la misericordia de Dios, la dignidad e igualdad de todos los seres humanos y sus derechos, sobre todo de los más pobres y desprotegidos, abandonados y excluidos y todo esto con gran valentía y claridad, sin ambigüedades y sin rebajas.
¿Qué ha hecho el Papa estos días? Intentar decir y hacer lo que Jesús dijo e hizo.
Tú y yo también somos bautizados discípulos de Jesús, llamados a reproducir la imagen de Jesús hoy en el mundo.
Ojala que tú y yo podamos oír los labios de Jesús: «Yo tuve hambre y me distes de comer, tuve sed y me diste de beber, fui forastero y me acogiste, estaba desnudo y me vestiste, estuve en la cárcel y me visitaste. . .»
Seguiremos reflexionando. Con el cariño de PUBLIO ESCUDERO
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