Proyecto Nazaret, “llegar donde no llega nadie”
La situación que sufren miles de refugiados sirios, que llegan a Europa huyendo de un país sumido en una guerra cuyo final no se atisba, ha provocado la reacción de instituciones internacionales y países sensibles a este drama humanitario. A la escalofriante fotografía del policía turco recogiendo el cadáver del pequeño Aylan Kurdi le han seguido las escenas de miles de personas hacinadas en las fronteras de Hungría, estaciones ferroviarias y playas del sureste de Europa, como una evidencia palmaria de la lentitud, cuando no fracaso, de la diplomacia occidental.
La Iglesia, con el papa Francisco a la cabeza, ha puesto sus medios al servicio de una causa cuyo referente más aproximado nos devuelve a los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Conferencias Episcopales, diócesis, instituciones eclesiales, hermandades y fieles a título individual se han movilizado para organizar una acogida acorde con la dignidad inherente a todo ser humano. En un reciente comunicado, mons. Asenjo ha puesto los recursos diocesanos al servicio del contingente de refugiados que llegue a Sevilla, un operativo en el que destaca la disponibilidad del Proyecto Nazaret y el aumento de las viviendas tutelas para familias de refugiados.
Casa Nazaret, antecedente del proyecto actual
Mamen es una de las educadoras sociales de Cáritas que trabaja en un centro de la entidad católica compartido con la congregación de San Felipe Neri. En él se desarrolla el Proyecto Nazaret desde hace siete años, “una iniciativa que surgió de la necesidad de atender a la población inmigrante en situación de vulnerabilidad”, señala Mamen. Aquí se atiende a hombres, mujeres y familias, sin distinción, ya que la filosofía de Cáritas es “llegar donde no llega nadie”. El programa tuvo su origen en otro proyecto dirigido sólo a mujeres y niños, Casa Nazaret, que se puso en marcha en 2001 en un local de la calle Doña María Coronel. Al comprobar las realidades de vulnerabilidad de muchos hombres, se decidió ampliar su ámbito de trabajo y, desde 2008 Proyecto Nazaret se encuentra en Sevilla Este, su ubicación actual.
El objetivo del programa es orientar a los inmigrantes y –más recientemente- refugiados, en la adquisición de habilidades sociales necesarias para desenvolverse en el nuevo contexto de la sociedad receptora. “El aprendizaje del idioma, el conocimiento del entorno inmediato, la convivencia, actividades domésticas y una estabilidad emocional” son algunas de estas habilidades que tanto el equipo técnico como los voluntarios y voluntarias de Cáritas ayudan a conseguir. Según la educadora social, se ofrece una atención “integral e individual” a todas las personas que participan en el programa. Por tanto, la ayuda se extiende a los planos psicológico y jurídico.
Aunque el proyecto está dirigido a cualquier persona migrante en situación de vulnerabilidad, los que llegan a Proyecto Nazaret suelen ser varones jóvenes con una edad media de los veinticinco años, de procedencia africana o latinoamericana y con bajo nivel educativo, “aunque también tenemos algunas mujeres rumanas o ucranianas que vienen buscando nuestra ayuda”, matiza Mamen. Llegan derivados de las parroquias, de otras organizaciones o, incluso, “por el boca a boca”. La mayoría de ellos tienen conocimientos básicos de inglés o francés, aunque no saben escribirlo ni leerlo, por eso la adquisición del idioma, una necesidad fundamental, suele ser dificultosa y lenta. Pero el tiempo no es un problema para los que llevan adelante este proyecto, ya que no hay periodo de estancia máxima, “trabajamos por procesos personales y cada uno avanza según sus posibilidades, aunque lo ideal es que no estén con nosotros más de un año”.
Proceso de admisión
Cuando el director y la trabajadora social estiman que el candidato es apto para entrar a formar parte del proyecto, le dan la posibilidad de ir sólo al centro de día o de quedarse en régimen de residencia. Por ahora el proyecto cuenta con 22 plazas de acogida y cuatro pisos semitutelados, una cifra de viviendas que se verá doblada para atender las previsibles demandas de refugiados. Todos los meses hay una reunión de seguimiento y se comprueba si la persona ha cumplido con sus objetivos. Una vez superada esta fase y adquiridas todas las competencias necesarias, salen del programa y empiezan con la búsqueda de empleo. Para ello, muchos de los usuarios se forman en mantenimiento, limpieza o albañilería en los talleres de Cáritas y, según los datos que ofrece Cáritas, acaban consiguiendo trabajo en estos sectores. Una vez fuera del programa, se hace un seguimiento de la persona mediante llamadas o citas informales, “pero ellos siempre tienen las puertas abiertas para volver”, asegura Mamen.
“Sin embargo –señala- ahora mismo estamos reestructurando el proyecto y puede que cambien algunas cosas en el nuevo curso”. Por ejemplo, a partir de septiembre se quiere ampliar la jornada de trabajo hasta las ocho de la tarde, así como aumentar la oferta de talleres y los horarios de los mismos. Incluso está en estudio la apertura de un comedor para servir los platos que se elaboran en el taller de cocina. Todo ello pensando siempre en ofrecer un mejor servicio a las personas migrantes e intentando siempre que su acompañamiento no sea “ni fiscalizado ni policiaco”.
Un trabajo “emocionante y satisfactorio”
La relación entre el equipo técnico –formado por el director, dos educadoras sociales, una abogada, una trabajadora social y el personal administrativo- y los internos es muy cercana. Mamen recuerda una familia de Mongolia: “su caso fue muy emocionante e impactante, ya que se notaba mucho el choque cultural, sobre todo en la comida. El acompañamiento educativo fue muy difícil, y ahora mismo ellos viven en Torreblanca. Ella está trabajando como interna de hogar y él sigue formándose en los talleres de Cáritas”. Visiblemente emocionada admite que se siente “encantada” con su trabajo y que es “muy gratificante” trabajar para Cáritas en un proyecto como este.
Igualmente, la educadora social destaca el papel fundamental de los treinta voluntarios que colaboran en el proyecto, ya que “sin ellos no sería posible llevar a cabo los talleres ni las labores de atención y acompañamiento de los inmigrantes”. Destaca también el papel de las hermanas filipenses que prestan su tiempo en formar a los jóvenes que llegan del Proyecto Nazaret. Gracias a ellas muchos han conseguido el graduado.
Proyecto Nazaret es una experiencia que evidencia cómo muchos cristianos se hacen eco de la llamada del Papa Francisco, que nos insta a poner en el centro de nuestras vidas a ‘los descartados’. Tomando las palabras del Santo Padre, “Dios no tiene miedo de las periferias. Por eso, si ustedes van a las periferias lo encontraran allí”.