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La comunión de doña Dolores

Recuerdo.Primera.Comunion.Civil

Tal vez consideren ustedes que esta noticia, circulante por el papel estos días, resulta algo trillada y, por su apariencia descabellada, innecesaria de mayor comentario que el que se lee por las redes sociales o en tantos otros medios de comunicación. Sí, ya saben, me refiero a la iniciativa promovida por el muy excelentísimo Ayuntamiento de Rincón de la Victoria, un pueblito de Málaga, que anuncia una “reforma social» de sus Ordenanzas Fiscales e inventa una tasa, en torno a sesentaytantos euros, para celebrar comuniones civiles en las dependencias del propio consistorio municipal. La noticia surgió en esta pasada semana y vino prologada por la justificación argüida por la alcaldesa arrinconada, arrinconada no por ser de Rincón de la Victoria, sino por gobernar gracias a una amalgama de siglas electorales contradictorias, coalición de PSOE con Podemos de Rincón de la Victoria (se hacen llamar por su sigla ARINCON, «Ahora Rincón«, sin permiso de tan egregio apellido), y parece ser que algún que otro concejal de Izquierda Unida e incluso del Partido Andalucista. La cosa es que la nueva tasa impositiva establecida por el consistorio arrinconado ha venido seguida por la petición de su vecina Doña, mire usted, María de los Dolores, veterinaria de Rincón, que esplendorosa y sublime hace ostentación de esta iniciativa como la primera señora del pueblo dispuesta a sufragar la tasa municipal para darle a su hija esta maravillosa comunión civilizada, como si las otras comuniones lo fueran menos, quién sabe, tal vez por lo militar o por lo mercantil. Cuestión baladí si la tomamos a la sorna y al sonrojo. La verdad es que causa su mijita de vergüenza ajena, sobre todo leer algunas frases con las que se despacha la vecina, Doña María de los Dolores, bautizada así con este nombre tan andaluz, tan de esta tierra de María Santísima, y se presenta a sí misma como «atea que da a su hija, de 8 años, una educación laica«, de este ateísmo de ahora militante y energúmeno que ha dejado de creer en Dios no tanto porque no crean que existe, cuanto más bien por plantar batalla a la Santa Madre Iglesia y a los curas de toda la vida, a esos curas que tanto daño hacen con Cáritas parroquial, con la atención a las necesidades de sus barrios y cosas de esas, esos curas tan peligrosos que lo más que te sueltan cuando les dices un improperio es una oración y un Dios te perdone.

Doña Dolores, sin embargo, ataja su razonamiento para la comunión laica, con más perlas que conviene repasar: «La niña ha asistido en dos ocasiones a la celebración de una Primera Comunión y cuando su madre le ha preguntado si ella quería hacerla, le ha confesado que lo que le atrae es la fiesta«; «La pequeña, ahora, podrá vestirse de princesa si lo desea y disfrutar de un día especial sin asistir a catequesis ni a una ceremonia religiosa…«; la comunión civil, dice,  «me encantaría al aire libre, familiares, amigos, un ambiente muy festivo. No está planeado, es algo nuevo y no está planeado. Va a ser la primera… Entonces un poco de imaginación, hasta donde se pueda…» La señora parece muy amable, de rostro sereno y tranquilo diciendo estas cosas. En la breve entrevista que le permite la Agencia EFE, poco más o menos que está descubriendo la fiesta de cumpleaños, una cosa que en España se celebraba ya desde antiguo, vaya, resulta que la Navidad es una fiesta de cumpleaños, Doña Dolores… Ay caray, caray, cómo le explico yo esto a su hija de ocho años que lo que quiere es una fiesta de cumpleaños como los demás niños, vestidita de princesa. Ay no sé. Mire usted, le aplicamos una tasa municipal y con eso le decimos que ya es una cosa del Ayuntamiento… una Comunión Civil con todos su avíos, pero sin velas, que aquí no hay que soplar ni 8 ni 10, sino sesentaytantos lereles. Claro, la chiquilla le ha confesado a su madre que «lo que le atrae es la fiesta«, obvio, más que nada porque si nadie le ha descubierto a Jesús, va a ser complicado que comprenda lo que es una comunión. Y eso sin asistir a catequesis ni a una ceremonia religiosa, que vaya a ser que sepa la verdad y la chiquilla nos salga cristiana, qué por Dios, monja, aún peor, ¡¡santa!!

Lejos de la sorna, la chanza o la broma, lo más cierto, a mi modesto entender, es que deberíamos preocuparnos gravemente por cosas así. Es la evidencia de la sinrazón llevada a extremos dogmáticos sublimes. Esa muestra de una sociedad que niega una parte de la religión, la del compromiso y la implicación, y se queda sólo con la parafernalia, con lo estético, con la parte fácil y acomodada. Es fácil criticar a Doña Dolores, pero lo que mucho me temo es que su actitud, su criterio, su reacción con este esperpento de las comuniones civiles, no sea más que una manifestación descarnada de algo que se está viviendo en no pocas celebraciones religiosas de nuestros días: esa parte de los cristianos que asumen sólo la porción festiva o estética de cualquier acto litúrgico, y no tienen ni remota idea de la trascendencia del mismo.

Paseen por las calles estos días, con ese Halloween multicultural que corre por las ciudades, y probablemente comprenderán a qué me refiero: de esta fiesta ajena y catetorra, en nuestra ciudad, en nuestros colegios, prolifera su parte de celebración como si se tratara de una mera fiestecilla de disfraces con la que jalonar el primer trimestre lectivo del curso, despreciando sin embargo su significado vertiginoso y hasta arriesgado. En un titular de no sé qué medio se lee hasta un recetario para saber «cómo crear un zombi perfecto«, como si no fuera cosa que en algunos centros educativos se viene haciendo desde hace tiempo; y ello, en colaboración con cierta programación televisiva que ustedes ya imaginan, esa que en estos días dice retransmitir incluso un exorcismo. De esta fiesta macabra, se toma la parte que interesa a quienes la organizan, los comerciantes y todo ese merchandising horrendo, para hacer caja y venta, transmitiendo un ideario banal y vacío de la muerte, de la trascendencia e incluso del sufrimiento. Se trivializa la violencia y todo lo que surge en torno a ella, mientras se les pinta a los críos las caras ensangrentadas, huesos dislocados, ojos sobresaltados y tragedias varias como si todo eso fuera una pura banalidad estética sin consecuencia. Me cuesta entender una sociedad tan desmadejada y desequilibrada que trivializa todas esas cosas, y luego se escandaliza ante la violencia contra la mujer, ante tantas vidas rotas por agresividades intrafamiliares o incluso ante esas imágenes que tanto nos acongojan con gente asesinada por los militantes del DAESH: explíquele a su hijo la diferencia entre lo malo de un video del ISIS mientras le maquilla para una noche de parranda «jalouinera«. Y cuidado, que hablo de Halloween porque lo tenemos reciente, pero habría que revisar tanto algunas “procesiones civiles”, como ciertas celebraciones religiosas que convertimos en puramente civiles por la falta de vivencia real de los propios cristianos, e incluso como parece estar sucediendo en Valencia, hasta casi la muerte por lo civil, exenta de cualquier símbolo religioso porque así lo ha decidido anticonstitucionalmente el muy laicista Ayuntamiento para el cementerio local.

Y sobre todo, me asusta la cantidad de familias que llevan a sus hijos al Sacramento con las ideas equívocas y fantasiosas de Doña Dolores. Me consta, porque es evidencia que se vive en las parroquias, la cantidad de padres que llevan a sus hijos a las catequesis para la primera comunión, primera y última, porque muchos niños no vuelven a celebrar una misa en sus vidas, a no ser que tenga que asistir a esos sepelios tristérrimos en los que se debe compadecer a la familia del fallecido con la misma cara que se pone en Halloween pero sin maquillaje. Muchos padres que llevan a sus hijos a esas comuniones en las que se les llena de oropel, regalos, playstations y trajes de princesitas con todo su organdí, sin que la criatura tenga la más mínima idea de lo esencial, que no es precisamente el chocolate: la fiesta de verdad que se celebra en esa su primera eucaristía en la que Cristo se hace parte con él. Entre tanto, se induce al menor al absurdo, más que nada porque los mismos padres desconocen en profundidad el misterio de la Fe que se hace patente en cada Comunión, algo que, obviamente, es y será siempre imposible en una celebración civil de ninguna clase, pero que será también imposible si antes los padres no acogen ese misterio de la Fe en sus propios corazones. Preocúpense por eso, antes que por la comunión civil de doña Dolores que, como todo lo civil, tendrá sus días de gloria y de bochorno, y luego pasará porque sencillamente, cuesta mucho dinero y para eso mejor lo invierte usted en princesitas…


1 comentario

  1. miguel 21:16, Nov 21, 2015

    Muy interesante lo que comentas en el artículo, he descubierto el blog y estoy encontrando muchísimo contenido de calidad. ¡Saludos y gracias!

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