Archidiócesis de Sevilla

Todos queremos la excelencia de nuestras Hermandades, esa  calidad o bondad superior que las hace dignas de aprecio y estima; sin embargo las organizaciones humanas –las Hermandades también- no tienen una “vida propia” independiente de las personas que las gobiernan. La excelencia de las Hermandades dependerá, por tanto, de la excelencia del Hermano Mayor y de su Junta de Gobierno.

Por eso es oportuna una breve reflexión sobre las motivaciones que llevan a los  Hermanos Mayores y a sus juntas de Gobierno a hacerse responsables de la  dirección de una Hermandad.

Motivación es lo que  anima a una persona a actuar o a realizar algo. Las motivaciones siempre tienen implicaciones éticas, especialmente en el caso de unas organizaciones tan singulares como son las Hermandades.

Esas motivaciones se refieren a varios planos. Por una parte está el deseo de recibir una serie de bienes del exterior: reconocimiento social, respeto, relevancia publica. También de recibir la gracia de estado, ésa que se concede al Hermano Mayor -y su junta de gobierno- para el desempeño de su misión.

Junto a esas motivaciones, nobles si no se agotan en sí mismas, especialmente las que refieren al reconocimiento social,  está también el deseo de adquirir y mejorar una serie de cualidades personales: las capacidades de gestión y gobierno, o  ser más competente y eficaz como Hermano Mayor, haciendo de su tarea una ocasión de mejora personal.

Pero hay algo más: esas motivaciones, que llevan a desear recibir una serie de compensaciones y a adquirir competencias y mejora personal, han de tener una finalidad: deben culminarse en tratar de contribuir a la mejora de los demás –de los hermanos en primer lugar- y por extensión a la mejora de su entorno.

Todo esto, por  último,  ha de animar  al Hermano Mayor de una Hermandad a la mejora de su vida cristiana, a acercarse más a Dios, en una actitud permanente de darle gracias,  de  adoración y, en definitiva, de darle Gloria.

Todos los niveles de motivación son necesarios. Un Hermano Mayor que buscara únicamente satisfacer su vanidad o sus carencias afectivas, sería tan perjudicial para su Hermandad como aquél que sólo se ocupara del plano espiritual, mientras las tareas de administración ordinaria se descuidasen.  La clave está en saberlos  combinar adecuadamente. Una combinación que puede variar en sus proporciones en  cada momento y situación, pero en los que todos han de estar presentes siempre.