En apoyo de ‘Vida Ascendente’
Queridos hermanos y hermanas:
Hace algunos meses me visitaron en el despacho los responsables de Vida Ascendente de nuestra archidiócesis. Después de explicarme los rasgos fundamentales de su institución, me comprometí a dedicarles una de mis cartas semanales para dar a conocer su carisma. Lo hago con gusto, con el deseo de que el movimiento crezca y se desarrolle en Sevilla, pues es mucho el bien que puede hacer.
Vida Ascendente es un movimiento aprobado por la Conferencia Episcopal Española. Actualmente está establecido en todas las diócesis españolas, contando con cerca de 30.000 miembros repartidos en 1.800 grupos en parroquias urbanas y rurales y en residencias de mayores.
La mejor definición de Vida Ascendente la dio el papa san Juan Pablo II en Roma en 1987 ante los representantes del movimiento: «Sois un auténtico movimiento de Iglesia, un movimiento de laicos que trabaja en colaboración con sacerdotes y religiosos, en comunión muy fiel con el Papa y los obispos…». De acuerdo con estas palabras del Papa y con la explicación que me dieron los responsables en nuestra archidiócesis, Vida Ascendente es un movimiento eclesial de apostolado seglar, integrado por personas jubiladas y mayores. Por ser un movimiento, no es algo estático y rígido, sino dinámico y flexible. Porque es movimiento, permanece atento a la realidad cambiante del ambiente que ha de cristianizar. Por ser un movimiento apostólico fomenta la vida interior, el crecimiento espiritual y la formación integral de sus miembros para después anunciar a Jesucristo en la ciudad secular.
A diferencia de las asociaciones, no tiene obras ni actividades propias. Sus miembros se comprometen libremente en el apostolado asumiendo su responsabilidad y encarnados en su entorno, tratando de humanizar y cristianizar las estructuras sociales y de ser luz, sal y levadura en los lugares en los que se entreteje su vida.
Por ser un movimiento eclesial, sus miembros acentúan su sentido de pertenencia a la Iglesia y su conciencia de que han recibido de Cristo la misión de ser evangelizadores, misión que deben llevar a cabo en comunión estrecha con el ministerio jerárquico, con los obispos y los sacerdotes, pues su implantación es diocesana y parroquial. El lugar propio del desarrollo del movimiento es la diócesis y la parroquia. Por ello, deberá estar siempre dispuesto a colaborar en los proyectos y planes pastorales de la diócesis y en las actividades apostólicas de la parroquia.
Figura importante en Vida Ascendente es el sacerdote consiliario encargado del acompañamiento de los grupos. Los responsables del movimiento deben trabajar en estrecha colaboración y comunión con los consiliarios. La “Guía del animador” lo expresa claramente: “Laicos y sacerdotes solos no podemos nada. Laicos y sacerdotes juntos, lo podemos todo. Juntos somos el Pueblo de Dios al servicio del mundo”.
Los miembros de Vida Ascendente son personas jubiladas y mayores. El movimiento quiere ser un medio para que estas personas descubran su lugar en la Iglesia y encuentren nuevos espacios y modos de apostolado. El movimiento acoge a hombres y mujeres a partir de los sesenta años, bien jubilados o a punto de jubilarse, cuando los hijos se han casado o se han emancipado y el matrimonio se encuentra en una situación nueva, solos, con lo que podríamos llamar el síndrome del “nido vacío” y un modo nuevo de vida, muy diferente al que han llevado hasta entonces.
Puesto que la jubilación y las circunstancias descritas no pueden significar una dimisión en el cultivo de la vida interior y en el apostolado, Vida Ascendente ayuda a estas personas a seguir creciendo en la fe y a continuar aportando toda su riqueza espiritual y humana a la Iglesia y a la sociedad.
El carisma de Vida Ascendente descansa sobre tres pilares fundamentales: la espiritualidad, el apostolado y la amistad. Sus miembros se reúnen periódicamente en pequeños grupos para compartir la fe, formarse, rezar juntos y cultivar la comunión con el Señor, conscientes de que “sin Él, nada podemos hacer”. Desde una recia espiritualidad, sus miembros anuncian a Jesucristo resucitado a la comunidad parroquial y muy especialmente a sus coetáneos, de modo que vivan la jubilación en plenitud humana y cristiana. Del trato continuado y sincero y de la comunicación de vivencias e inquietudes brota naturalmente la amistad fraterna que es un tesoro que los miembros de Vida Ascendente cultivan con esmero.
El movimiento enseña además a sus miembros el arte de envejecer con alegría, el arte de seguir siendo útiles y el arte de servir. La jubilación del trabajo no significa inhibición en el servicio a los demás. Los jubilados son millonarios en horas libres que en muchísimos casos emplean en servir a su parroquia en la catequesis, el archivo, la economía, la pastoral de la salud, la Cáritas parroquial, etc. Que Dios nuestro Señor, que es el mejor pagador, les pague tan buenos servicios.
Para todos, y muy especialmente para los miembros de Vida Ascendente de la archidiócesis, mi saludo fraterno y mi bendición.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla