CABILDO DE OFICIALES
Me comentaba un seguidor de este Blog que, en ocasiones, se establecen aquí demasiados paralelismos entre hermandades y empresas, cuando son realidades distintas. Lleva razón, las hermandades son una cosa y las empresas otra; pero ambas tienen algo en común: son organizaciones de personas y, por tanto, tienen puntos de coincidencia. No es que los criterios de gestión de empresas sean aplicables a las hermandades, sino que los criterios de gestión de las organizaciones de personas son aplicables a ambas, cada una con sus peculiaridades.
Uno de esos puntos comunes es la gestión del tiempo. El valor del tiempo en la Hermandad es tan importante como en la empresa o el de una madre de familia. La Casa Hermandad no es sólo un lugar de reunión y convivencia, que por supuesto lo es, para los oficiales de la Junta de Gobierno y auxiliares es también un lugar de trabajo, de trabajo profesional, en el que debe primar la eficacia y la eficiencia.
Una de las situaciones en la que conviene tener estos criterios especialmente presentes es en los Cabildos de Oficiales, uno de los actos más importantes que se celebran periódicamente en la Hermandad. No en vano están presididos por un Crucifijo y las Reglas “alumbradas”.
Algunas sugerencias para su celebración:
- Los Cabildos de Oficiales se preparan. El Orden del Día ha de ser equilibrado. Se debe facilitar, por escrito, suficiente información del contenido de los temas a tratar para que los Oficiales puedan ir formando su criterio con anterioridad. El orden en el que se presentan los puntos a tratar también ha de ser objeto de reflexión, para facilitar el estudio ponderado de todos.
- Se empiezan a la hora prevista. Tan simple y tan difícil, en ocasiones. Eso supone un esfuerzo del Hermano Mayor o de la persona en quien delegue para que todo esté dispuesto y los oficiales en su sitio a la hora de comienzo.
- Los informes de las distintas comisiones, si es que han de informar, deben llevarse preparados por escrito –máximo un folio- y entregados al Secretario al finalizar, con el objeto de facilitar la posterior redacción del Acta y que ésta se absolutamente fiel a lo dicho.
- La dirección del Cabildo exige un esfuerzo permanente por parte del Hermano Mayor, quien debe centrar los temas, evitar divagaciones, animar a intervenir a los más jóvenes o los menos lanzados y tratar de frenar a los locuaces.
- Un Cabildo de Oficiales no es una sesión parlamentaria, ni una negociación empresarial. Aquí no caben estrategias ni alianzas. Los temas se exponen con claridad y sencillez y se resuelve lo que proceda. Sin más.
- En la discusión de un asunto caben todas las posturas. Una vez adoptada la decisión, ésta es la decisión de la Junta de Gobierno, y ha de ser asumida como propia y defendida por todos, con independencia de la posición previa que uno tuviera.
- El último punto del Orden del Día se enuncia como “Ruegos y Preguntas”, no “Desahogos y Protestas”. Tampoco es el momento de tratar de plantear propuestas desestabilizadoras por sorpresa. Si algún oficial está molesto o preocupado por algún tema, debe exponerlo antes al Hermano Mayor o al Oficial con el que mantenga diferencias de criterios. El Cabildo de Oficiales no es para terapias de grupo.
- Un Cabildo de Oficiales no es un movimiento asambleario, es un ordenado contraste de pareceres, entre personas responsables, con el fin de estudiar y ponderar asuntos y tomar decisiones en orden al cumplimiento de la Misión de la Hermandad, dirigido por el Hermano Mayor.
- Debe tener una duración máxima de dos horas. La prolongación de debates hasta altas horas de la madrugada es una técnica apropiada para las negociaciones sindicales, o pactos políticos; pero no para un Cabildo de Oficiales.
- Por último anotar algo que a veces se olvida. Un Cabildo de Oficiales es una reunión especialmente formal e importante. En consecuencia el cuidado de las formas es primordial. Eso supone utilizar un lenguaje apropiado y en el tono oportuno, mantener un respeto exquisito hacia los demás y sus opiniones, evitar los comentarios o bromas fuera de lugar, no provocar interrupciones. En definitiva, lo que se llama guardar las formas.
El criterio definitivo me lo comentaba una Camarera, con años de experiencia: “en todas las situaciones de la vida de la Hermandad hay que poner el mismo cariño y atención a los pequeños detalles que se pone al vestir a la Virgen”.
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