La vida consagrada, profecía de la Misericordia
El domingo 7 de febrero celebrábamos en Sevilla la clausura del Año de la Vida Consagrada. Una Eucaristía de Acción de gracias por tantos dones recibido a lo largo de este año Jubilar. La celebración comenzó en la Iglesia Parroquial del Sagrario, pues ese día también estaba destinado a celebrar el Jubileo de la Misericordia.
Clausurando el año ya estamos viviendo en otro año lleno de contenido: El Año Jubilar de la Misericordia. Es aquí donde hoy quiero detenerme, porque no se clausura nada ahora se nos invita a responder con esperanza al reto de la profecía de la misericordia.
El Papa nos ha recordado en distintas ocasiones que no renunciemos a la profecía, que tendría que ser lo que caracterice nuestra vida y nuestra vocación, que no es otra cosa que vivir como Jesús ha vivido en esta tierra. Esta profecía, que es vida centrada en Dios y en los crucificados de este mundo, se nos presenta ahora desde la misericordia para anunciar y testimoniar la alegría y el perdón.
Las palabras que el Papa nos dirigió al comienzo de este año nos han alentado a vivir apasionadamente nuestro presente, nuestro hoy, para estar abiertas al futuro con esperanza, a vivir llenas de humanidad el seguimiento a Jesús, encarnadas en las periferias existenciales del dolor de la humanidad.
Terminamos este Año de la Vida Consagrada sin terminar porque continuamos la bella senda del seguimiento profético de Jesús con el gozo de experimentarnos con entrañas de misericordia, en el deseo de ir abriendo las puertas a la ternura y amor de Dios. Que la traspasemos hacia donde se escuchen más voces quebradas en el mundo. Que lo hagamos con toda la Iglesia. (Carta del Presidente de Confer Nacional)
Y el Papa nos dice: Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio. (Misericordiae vultus, 15)
Que la Virgen María siempre vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos y nos ayude a caminar por las sendas de su Hijo
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