Luis Rueda: “ahora toca aprender a celebrar con la liturgia emanada de Concilio”
La promoción de la participación litúrgica es el cometido principal de una de las delegaciones diocesanas con un cometido que podríamos calificar como auxiliar. Se trata de la Delegación diocesana de Liturgia, presidida por el sacerdote Luis Rueda –responsable también de Liturgia en el Cabildo Catedral-, que cuenta con colaboradores directos, cinco laicos que llevan el día a día de este organismo de la Curia diocesana.
La promoción litúrgica comprende un abanico amplio de objetivos que se concretan en la planificación diocesana, y en la que adquiere protagonismo todo lo relacionado con la formación de los fieles en una materia que, contrariamente a lo que se pueda pensar, no es algo estático, inmutable. Este año se ha celebrado la vigésimo octava jornada de Liturgia, que han versado sobre la confirmación, como parte de la iniciación cristiana, y la liturgia en el contexto del Año Jubilar de la Misericordia. “Además –subraya Rueda- vamos a todas las parroquias que nos lo piden y hacemos cursillos sobre cuestiones litúrgicas. Como es el caso de la Eucaristía, cánticos o música, ministerios laicales de lectores y acólitos, etc”.
Dentro de este cometido formativo ocupa un papel relevante la Escuela diocesana de Liturgia, un centro orientado a la formación de los laicos y religiosos para fomentar la espiritualidad litúrgica. Se inserta en la oferta educativa del Instituto Superior de Ciencias Religiosas (ISCR), con sede en el complejo del Seminario Metropolitano, y continúa la tarea iniciada en su día por el Instituto de Liturgia. El ISCR ha dado unidad a la diversidad de centros diocesanos, y de ello se deriva un plan formativo con un primer curso común para todas las escuelas. “En este primer año damos un repaso grande y profundo a las cuatro partes del Catecismo de la Iglesia Católica: lo que creemos, lo que celebramos, lo que vivimos y la oración”, señala Luis Rueda. De esta forma, los alumnos de todas las especialidades parten de una buena base común en Liturgia. El segundo curso es más especializado: naturaleza de la acción litúrgica, fenomenología de la liturgia, el año litúrgico, la liturgia de las horas, los sacramentos, los sacramentales, la música litúrgica, etc. “El ideal es contar con alumnos que pertenezcan a las parroquias y que, lógicamente, puedan colaborar en ellas en materia litúrgica, que sean agentes de pastoral allí donde están”, añade.
Por otro lado, la delegación tiene encomendada la atención en materia litúrgica a un colectivo especial, las personas que se están preparando para ejercer los ministerios al diaconado y al presbiterado, los futuros diáconos permanentes o quienes van a ser instituidos en el lectorado y acolitado.
Luis Rueda abunda en el carácter dinámico de la Liturgia: “aunque a corto plazo no hay previstas grandes reformas para las que haya que convocar un concilio o reunir al sínodo de los obispos, siempre surgen en las asambleas temas colaterales a la liturgia”. San Juan Pablo II escribió dos exhortaciones apostólicas en el aniversario de la constitución sobre la Liturgia, y Benedicto XVI continuó sus enseñanzas en las exhortaciones sobre la Eucaristía y la Palabra de Dios, “cómo se lee, se proclama y se interpreta en la homilía”. El delegado diocesano destaca la aportación de San Juan Pablo II a la dinámica de trabajo en este sector: “nos dio el lema para poder actuar, los tiempos de reforma se han acabado con el Concilio, están los libros litúrgicos promulgados y ahora estamos en el tiempo de la profundización de la reforma que hizo el Concilio”. Hemos asistido a la adaptación de la liturgia a los nuevos tiempos y ahora toca aprender a celebrar con la Liturgia emanada de Concilio, “que es donde está el punto fuerte de la pastoral litúrgica”. Se trata de un proceso temporal indeterminado. Años, quizás décadas, máxime si acudimos a la historia y comprobamos que, por ejemplo, la reforma de Trento estuvo en vigor desde 1570 a 1970. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos es la instancia que profundiza en esta reforma a nivel mundial, mientras que a nivel nacional están la Comisión episcopal y el Secretariado de Liturgia.
Recientemente se ha reformado la traducción del leccionario, adaptándolo al castellano. “Quedan algunos por editar, y el misal está a punto de salir, con una aproximación a los tiempos modernos. Todo esto –recuerda- es competencia de la Conferencia Episcopal Española”. Una vez publicados, será cometido de la delegación su promoción a nivel diocesano.
“La homilía tiene su propia finalidad”
Otra novedad litúrgica ha sido la creación del Directorio Homilético. En el Sínodo de la Palabra se propuso su elaboración y la Congregación para el Culto Divino lo llevó a cabo. Está publicado y colgado en las páginas web vaticana y de la Archidiócesis. Luis Rueda hace hincapié en la homilía como uno de los temas claves en la Pastoral litúrgica. De hecho se trata de una preocupación casi permanente en la Iglesia, y este directorio aclara la naturaleza de la homilía, “que no es una catequesis, un discurso o un panegírico sobre el difunto que estamos enterrando. La homilía –aclara- tiene su propia finalidad”.
El nuevo directorio va dirigido a los que tienen el ministerio de la Palabra y nos ilustra en la relación de la homilía con el conjunto de la celebración. En la segunda parte del documento se explican las lecturas de cada día y la relación entre ellas, “ya que no están escogidas al azar”. “Es un instrumento muy válido para los sacerdotes, ya que avanza las ideas que se deben desarrollar en la homilía, lo cual supone una ayudar para el que tiene que predicar”, destaca.
Una liturgia más atrayente
El ‘estilo celebrativo’ de cada sacerdote influye, pero Luis Rueda va más allá. Es de la opinión de que la Eucaristía tiene por sí misma un atractivo suficiente: “si conociéramos realmente lo que estamos celebrando, las demás cuestiones serían superfluas”. Contrariamente a lo que se ha llegado a decir en alguna ocasión, la liturgia “no trata de entretener a la gente”, busca que se proclame la Palabra de Dios, donde Él habla, y que nosotros seamos oyentes de esa Palabra y le sepamos responder. El delegado de Liturgia insiste: “para que nuestras celebraciones sean más atrayentes tenemos que formarnos en nuestra fe celebrada. Lo mismo que nos formamos en la fe profesada, lo que creemos realmente, también hay que formarse en la fe celebrada y vivida”.