NAZARENOS DEL ÚLTIMO TRAMO
En cualquier hermandad el último tramo de la cofradía tiene un ambiente especial. Habrá quien no vea en ese tramo nada más que un grupo de nazarenos un tanto indisciplinados, a lo mejor el Diputado de Tramo; pero hay otra visión más amable, en ese tramo se reúnen muchos años de hermandad y muchas vivencias.
No es que sean unos indisciplinados, sencillamente tienen ya una edad en la que saben qué es lo fundamental, aquello en lo que hay que exigir sin ceder, y qué lo accesorio. Y descubren que lo fundamental son unas pocas cosas que hacen referencia a los valores. Prescinden de lo demás.
Tienen más experiencia, es decir: han ido ponderando interiormente todos los acontecimientos de los que han sido protagonistas o espectadores, que ya van siendo muchos, y esa ponderación les va dotando de una especial serenidad y sabiduría.
Aunque no lo confiesen, aparecen las primeras limitaciones físicas, serenamente asumidas, sin quejas. Por otra parte la vida se simplifica. Ya no tienen la presión de demostrar a los demás, ni a sí mismos, sus cualidades y su valía. Se centran en lo esencial, sin necesidad de ser, o aparentar ser, un superman o una superwoman.
Tienen visión global y, como consecuencia, mayor capacidad de análisis. Siguen mirando hacia adelante, teniendo proyectos; pero proyectos de crear espacios de libertad en los que quienes vienen detrás puedan instalarse y vivir como personas. Sus sueños ya no los tienen a ellos como protagonistas.
Todo eso se resume en algo muy concreto: son más libres, entendiendo la libertad en su exacto sentido, no como la posibilidad de hacer lo que me de la gana, sino como capacidad para poder elegir lo mejor, lo que más me conviene a mí y a los que me rodean. Desde la serenidad de la madurez, en el último tramo se entiende la libertad como un don gratuito, y será por tanto proporcional al amor y confianza depositados en los otros: en los nietos, en los hijos, en las nuevas generaciones.
En resumen: desde el último tramo se ve la cofradía entera desde los ojos y la perspectiva de la Virgen y de su Hijo.
Hermanos del último tramo que sacrificaron muchas ilusiones personales, legítimas, por el bien de su familia, de su Hermandad;
que siempre supieron estar disponibles para los demás, por si les necesitaban; que no desmayaron cuando, a veces, las cosas se torcían y había que recomenzar;
que saben ir cediendo capacidad de decisión, aún cuando éstas decisiones no coincidan con su criterio personal;
que son intransigentes en muy pocas cosas: las imprescindibles, las que se refieren a las actitudes personales que deben conformar el estilo de la Hermandad;
que saben que, para hablar a los hermanos de la Virgen, antes hay que hablar con la Virgen de los hermanos, que la Hermandad se saca adelante no sólo con gestión, sino con oración;
que ponen su saber, su serenidad, su experiencia y su prestigio, al servicio de la Hermandad. Y si las circunstancias le exigen, ya con las ambiciones cumplidas, dar un paso adelante y cargar sobre sus hombros la Hermandad lo dan. En esos casos ser Hermano Mayor es una obligación, más que un honor o la culminación de una trayectoria;
que no invaden a los demás contándoles sus problemas y sus enfermedades, ni nada que no le pregunten. Que escucha;
que saben llevar con garbo y sin aspavientos «su mochila». Todos cargamos con esa mochila que la vida ha ido llenándonos con sinsabores, traiciones, ausencias –naturales unas, voluntarias otras-, y tantos malos ratos vividos. También ahí van cargadas nuestras equivocaciones y el daño que pudimos causar a otros y que ahora lamentamos. Se carga no con resignación, sino con alegría. La alegría propia de quien sabe hijo de Dios y trata de vivir las realidades de la vida cerca de Él. Una de esas realidades es su Hermandad.
El Evangelio del último tramo es el de los discípulos de Emaús. Volvían desanimados. Jesús se pone a su lado. Empezaba a anochecer, Él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le forzaron diciéndole: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día ya ha declinado». (San Lucas, 24)
Y se quedó. Y recobraron la alegría. Y volvieron a Jerusalén a recomenzar.
También atardece en las vidas de los nazarenos del último tramo. Es la hora en la que se regresa a casa, tranquilo, para encontrarse consigo mismo y con los demás, en el espesor de los afectos, del bien realizado y recibido, de la aceptación serena de nuestros éxitos y fracasos. Es también la hora más dura para quienes, desprovistos de esperanza, se encuentran cara a cara con su propia soledad, en el crepúsculo amargo de sueños y proyectos destrozados: ¡cuántos mayores arrastran sus días en el callejón ciego de la resignación, del abandono, incluso del rencor!; ¡en cuántos ha faltado el vino de la alegría y, por lo tanto, el sabor de la vida…!
Pero no es tarde. Nunca es tarde para incorporarse al último tramo; para, como los de Emaús, decir a Dios: ¡quédate con nosotros! Nunca es tarde para constituirse en referentes permanentes, a disposición de los demás, sabiendo situarse en un segundo plano a contemplar activamente el atardecer de un día que es víspera gozosa de los que están por venir. Aunque esos ya se verán desde otra perspectiva.
Ánimo y a vivir con alegría el mejor tramo de la cofradía: ¡el último tramo!
6 comentarios
Creo,como componente de número de un último Tramo…. (concretamente lo soy de Maria Stma del Rocio,en mi HDAD de la Redención) que es una opinión acertadisima y felicito a su autor desde aquí por ello.
Es muy acertado todo lo que comenta,los del último tramo miramos ya a la HDAD. con ojos distintos a cuando éramos jóvenes e ilusionados cofrades,ahora la percepción de la palabra Hdad es totalmente distinta,no mejor ni’ peor…DISTINTA. Será por el mismo paso de los años.
Gracias, muchas gracias.
por eso creo que es tan importante la aportación de los hermanos antiguos a su hermandad
Desde el último tramo tengo que decirle: Felicidades por su artículo. Me siento identificado, se ven las cosas de otra manera, la cofradía no son números, no son minutos. No es sólo eso, es mucho más, pero eso solo se ve cuando uno alcanza muchos años de hermano y llega al último tramo. Enhorabuena.
Gracias, muchas gracias.
Buenas tardes,
Grande D. Ignacio, le he conocido en el programa de La Pasión de El Correo tv y me parece interesantísimo todo lo que comenta y su forma de conferenciar.
Encima, leo este artículo que me gusta por dos cosas principalmente:
-La primera por ver en la web del Arzobispado un artículo sobre cofradías, soy de Ciudad Real y está por ver que se hable de Hermandades en webs así…
-Lo segundo porque soy nazareno del último tramo de mi Cofradía (la más joven de la ciudad) y con mis 29 años de edad siento que llevo el peso de mostrarme firme y poder ser referente junto a mis hermanos para los que llegan nuevos. Espero que pasen los años y siga llevando mi cirio al cuadril y poder terminar de comprender lo que aparece en su artículo de la que aún me falta experiencia.
Una vez más, muchas gracias y encantado de poder seguir leyéndole.
Un saludo