XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
Lucas 19, 1‑10
Comentario bíblico de Pablo Díez
Sab 11,22–12,2; Sal 144,1-2.8-9.10-11.13cd-14; 2Tes 1,11–2,2; Lc 19,1-10
La misericordia es la auténtica expresión de la omnipotencia divina. Tal afirmación se funda en el hecho de que, por haberlas llamado al ser, el espíritu incorruptible de Dios está en todas las cosas (Sab 12,1). Dios se manifiesta como el “soberano” que ama la vida, a todas sus criaturas (Sal 144,9), lo que lleva al sabio a percibir en el poder divino la raíz de su compasión, más que de su severidad. Por ello, el hombre debe extraer la lección de esta moderación de Dios (Sab 12,19), de modo que tal comportamiento se convierte en modelo para él ser humano, que es invitado a amar a sus semejantes.
Ésta es la experiencia de Zaqueo, un pecador despreciado, que en un encuentro decisivo se convierte en beneficiario de la gracia divina manifestada por la presencia salvadora del Hijo del Hombre (Lc 19,10), proporcionándole una razón de ser, de creer y de obrar por caridad como respuesta al don recibido. Así, Zaqueo que acoge y es acogido, se hace digno de la llamada (2Tes 1,11) dando frutos de penitencia e imitando la generosidad de Dios.