II Domingo del Tiempo Ordinario (Ciclo A)
Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo: «He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Juan 1, 29‑34
Comentario de Antonio J. Guerra
Is 49,3.5-6; Sal 39; 1Co 1,1-3; Jn 1,29-34
Comenzamos el tiempo ordinario y las lecturas nos ayudan a centrar nuestra atención en la persona de Jesús, el Mesías enviado por Dios para traer la salvación al mundo entero. La lectura del AT preparan la comprensión de su identidad: la profecía de Isaías anuncia la universalidad de la misión del Siervo de Dios y el Salmo 39 presenta la disposición de tal Enviado, “Aquí estoy, Señor para hacer tu voluntad”. La misión del Siervo de Yahvé es universal, y esta misión universal se cumple en Jesús de Nazaret que el día del Bautismo es proclamado como el Mesías de Dios, sobre el que baja el Espíritu, y al que Juan presenta como “el Hijo de Dios”.
El Bautista al presentar a Jesús como “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, nos habla de la naturaleza del Nazareno. Para los contemporáneos de Jesús, el cordero era un animal lleno de simbolismo y resonancias bíblicas. Los primeros cristianos vieron en Jesús cumplidos los recuerdos y figuras de aquel “cordero pascual” cuya sangre marcando las puertas de los judíos fue signo de salvación y principio del Éxodo y la liberación de Israel. También tiene una relación íntima con los sacrificios diarios de corderos en el Templo que conseguían el perdón de los pecados. Jesús es presentado como el Salvador del mundo, pues es reconocido como el que toma sobre sí la totalidad del pecado, ofreciendo su vida por mandato del Padre en la cruz, como el verdadero Cordero. Con este título se define la naturaleza de su venida, su relación con los hombres y con Dios y su obra en favor de los hombres. Jesús se presenta a los hombres de manera totalmente indefensa, sin poder y sin violencia. Quiere conseguir su fe y su consentimiento voluntario.