Carlos Coloma, Vicario Episcopal para la Vida Consagrada: “El Señor tiene capacidad para seguir enamorando”
‘Contemplad el mundo con la mirada de Dios’ es el lema de la Jornada Pro Orantibus de este año, que se celebra coincidiendo con la solemnidad de la Santísima Trinidad. Carlos Coloma es el vicario episcopal para la Vida Consagrada, una de las personas que más y mejor conocen la realidad de las personas consagradas en la Archidiócesis de Sevilla.
¿Cuál es el objetivo de esta Jornada Pro Orantibus?
En primer lugar, es una ocasión para dar gracias a Dios por esta presencia en la Iglesia de estos hermanos y hermanas nuestros que, viviendo una llamada especial del Señor a la intimidad, la cercanía, a la oración, la alabanza, viven una vida evangélica, mirando a Dios para aprender a mirar al mundo como Él enseña. Un día para agradecerlo y tenerlas en cuenta también en nuestra oración.
¿Cuál es la vocación específica de estas personas consagradas?
Es una invitación del Maestro a estar con Él, y a vivir esta relación desde la oración del corazón, la intimidad… Es una llamada a la oración, a sostener el mundo y la Iglesia con la oración, con el ejemplo, con la vida fraterna, con la alegría de vivir el Evangelio cada día.
Nos recuerda el Arzobispo en su carta semanal que son 37 los monasterios de vida contemplativa que hay en Sevilla ¿Se puede trazar un perfil de las personas que componen este sector?
Uno se acerca a estas comunidades y ve que son personas tan distintas… En edad, en culturas, e incluso en procedencias. Tenemos religiosas de quince países distintos, y eso es lo más maravilloso, que personas tan distintas puedan vivir, compartir la vida viviendo el Evangelio. Creo que esta es la gran predicación.
Al hilo de esto, no faltan quienes hablan de cierta colonización de las comunidades de vida contemplativa.
Pienso que no. Estas hermanas que vienen de fuera hacen un esfuerzo tremendo por adaptarse dentro de sus posibilidades a la cultura a la que llegan. Gracias a la entrega generosa de estas hermanas, muchos de nuestros conventos siguen abiertos y alabando al Señor. Ellas vienen a ayudar, igual que en otros momentos hemos ido a sus países de origen.
¿Por qué no hay monasterios masculinos en Sevilla?
Históricamente, cuando la Reconquista, con el rey santo llegaron a Sevilla las órdenes mendicantes, los mercedarios, franciscanos, dominicos… Los grandes monasterios aparecen en el norte de España y aquí los que había se fueron cerrando por distintas desamortizaciones.
¿Se trata de una vocación bien conocida, no ya en la sociedad sino en la propia Iglesia?
Estoy convencido de que en la Archidiócesis se quiere mucho a las monjas. La gente acude a ellas para que recen cuando tienen algún problema, y cuando necesitan ser escuchados saben que en un torno habrá una religiosa dispuesta a escuchar. Y en estos tiempos no es fácil encontrar a gente capaz de escuchar. La gente sabe que ellas viven desde la pobreza y la austeridad, y encima comparten lo poco que tienen con los que tienen menos. A mí me admira cuando voy a un convento y veo a la gente en la puerta, a las familias que ayudan… Ellas son sensibles a estos temas. No se apartan del mundo ni mucho menos, sino que, en medio del mundo, viven de otra manera, en otras claves.
Oración, contemplación, vida en comunidad… Son facetas que las distinguen del resto del mundo.
No solamente las distinguen, sino que equilibran el mundo. En un mundo de ruido, de prisas, de individualismo, de falta de empatía con las necesidades de los demás, ellas viven de otra manera. Y eso lo da precisamente la vida de oración, la búsqueda sincera del Señor. Todo esto es un ejemplo. Como tantas veces le digo a las hermanas, en el cuerpo místico que es la Iglesia, el gesto más pequeño que hacemos tiene su trascendencia y sirve a los demás.
¿Qué momento atraviesan estas vocaciones?
Están como la Iglesia en general. Las vocaciones nos preocupan a todos, sabiendo que es el Señor quien llama, Él se encarga de todo y en Él confiamos.
¿Con qué iniciativas pastorales incentivan esta vocación tan específica?
Intentamos que las parroquias se acerquen, que los jóvenes acudan a los monasterios para participar de las celebraciones litúrgicas, compartir con ellas un rato en el locutorio, para darlas a conocer. Intentamos recordar que están ahí, y esta jornada tiene la finalidad de recordar al Pueblo de Dios la presencia, preciosa y meritoria diría yo, de estas personas.
¿Cómo se forman? ¿Hay alguna iniciativa formativa tanto espiritual como teológica de estas religiosas?
Las hermanas siempre se han preocupado por la formación. Ellas han buscado sacerdotes, profesores, y la propia vida en comunidad es formativa en su día a día. Casi todas las órdenes presentes en la diócesis están federadas y las federaciones organizan cursos. Después, desde la Conferencia Episcopal, hay una formación para los monasterios que se llama Sapientia Amoris, donde están matriculadas casi todas las comunidades.
Siendo comunidades autónomas en su funcionamiento, ¿cómo se les puede ayudar desde la Curia diocesana?
La verdad es que las hermanas piden poco. Muchas veces somos nosotros los que salimos al encuentro y detectamos las necesidades que tienen. Es verdad que hay monasterios que son edificios antiguos en mal estado de conservación, pero tampoco son tantos – en la ciudad tres-, y desde los servicios técnicos del Arzobispado las acompañamos para temas de administración, buscamos ayudas, con los arquitectos… Siempre estamos a disposición de nuestras monjas.
¿Qué futuro atisba para esta realidad contemplativa en Sevilla?
Yo soy optimista, porque confío en Dios por encima de todas las cosas. Podrán desaparecer algunos monasterios, en otros sitios surgen nuevos, y esto no es nuevo de estos tiempos, porque en la historia de la Iglesia siempre ha ocurrido. Lógicamente es triste cuando un monasterio se cierra, siempre hemos dicho que es una pena cuando se cierra un sagrario, pero yo creo que el Señor tiene capacidad para seguir enamorando.